Jordi

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Cada día Venus, la hija de su hermano Josep, estaba más preciosa. Hacía apenas unos tres meses de su nacimiento y el sentimiento de protección que sentía hacia ella no hacía más que crecer. Era perfecta, sus ojos carmesís (reminiscencia de su padre) y su bella sonrisa sólo conseguían que cada vez que la veía se le cayera la baba.

– Quién diría que tu hija sería tan guapa, suerte que no ha salido a ti – dijo Jordi en un tono medio burlón – debe haber heredado todos los genes de su madre...

– Mira que eres imbécil – espetó Josep con una carcajada – ¿recuerdas que somos gemelos? De hecho, yo soy el más agraciado de los dos, ¡no lo olvides! – dijo, aún riéndose.

En ese momento la conversación de los dos gemelos se vio interrumpida por el sonido del timbre del apartamento. Con una sonrisa aún en su rostro, Josep cogió a la niña en brazos y se dirigió hacia la puerta. Antes de llegar a la misma, pasó delante de una gran fotografía que tenía colgada en el pasillo que conectaba el salón con el recibidor, en ella se podía ver a los tres hermanos Josep, Jordi y Marc ondeando la bandera del ejército de liberación en lo alto de la Fortaleza de Carcasona.

– ¿Vais a abrir o me quedo aquí fuera? – dijo alguien desde el exterior – ¡ni que vivieras en un palacio Josep!

Sin apresurarse, el mayor de los hermanos tomó el pomo de la puerta y abrió. Marc, su hermano menor, le estaba esperando cargado con una caja bajo el brazo y sin saludar le hizo un mimo a su sobrina.

– ¡Cómo está creciendo! – gritó, mientras se internaba en el apartamento y gesticulaba con la mano que tenía libre – tengo mil cosas que contaros, he hecho una serie de avances con mi atrapapesadillas... ¡pero antes! Vamos a echarle un vistazo a la pequeña Venus, que a ver si os vais a creer que estoy aquí para ver vuestra cara bonita.

– ¡Buenas tardes eh! – le increpó Jordi. Marc siempre le había sorprendido, desde pequeño era un manojo de nervios, un torbellino casi imposible de controlar, y era quizás por eso, o por su infinita curiosidad, que había llegado donde había llegado. – Veo que te has cortado el pelo, eh cabezón – le dijo en tono cariñoso mientras le daba una pequeña colleja.

– No puedo decir lo mismo de ti, hermano, ¿cuánto hace que no vas a una peluquería? Menuda barba que me llevas y ¡esos pelos! no son dignos de un exsoldado del ejército de liberación, no sé cómo debo decirte que cuides un poco tu imagen. – dijo, sin dejar de rebuscar dentro de su caja.

Jordi, sonrojado, bajó la cabeza y de reojo se miró frente al espejo que estaba situado al lado de la puerta del comedor. Ciertamente presentaba un aspecto un tanto descuidado, de hecho, quizás había cogido algún kilo de más. Avergonzado, se agachó y ayudó a su hermano a buscar aquello que fuese que no encontraba – ¿Qué es lo que llevas ahí, exactamente? .–

– He traído mis utensilios para hacerle una revisión a Venus, y ya de paso aprovecharé para ver cómo está el corazón de Josep, que si no se lo reviso yo ya sabes que él pasa de todo. – de forma apresurada sacó de la caja un fonendoscopio y lo que parecía una pequeña pantalla.

Josep, que veía la escena con Venus en brazos, negó con la cabeza. – Mira que puedes llegar a ser pesado, estoy perfectamente y lo sabes. – afirmó con entereza.

– De acuerdo, lo que tú digas. Ábrete la camisa, por favor – dijo mientras ponía la pequeña pantalla frente a su pecho. – vamos, esto no nos va a tomar más de 1 minuto.

Josep, a regañadientes, se desabrochó la camisa con la mano que tenía libre. Marc, apretó un par de botones y de la pantalla empezaron a aparecer unas imágenes que parecían ser el corazón de su hermano mayor. Mientras el menor de los hermanos observaba con detenimiento, asentía con la cabeza e iba tomando algunas capturas.

– Lo ves, no ha sido para tanto ¿verdad? Con este juguetito puedo hacerte resonancias al instante. Ahora, sigamos con ella, tú estás perfecto.

Mientras tanto, Jordi fue hacia la cuna de Venus y la acercó. Sabía lo enserio que se tomaba su hermano Marc los chequeos de la pequeña. Justo después cogió un par de cojines y la manta preferida de su sobrina y lo acomodó todo. Con cuidado, tomó a su sobrina en brazos y la dispuso boca arriba.

En ese momento, Marc rebuscó de nuevo en su caja y agarró un par de útiles más, esta vez, sin dudar. Cuando se acercó a la pequeña Venus, le hizo una carantoña con tal de tranquilizarla. Colocó la pequeña pantalla frente a su pecho y de nuevo la prendió como había hecho anteriormente, sin embargo, esta revisión le tomó un poco más de tiempo. Mientras la inspeccionaba iba realizando pequeños gestos sobre la pantalla. – Está perfecta – dijo con una sonrisa – tiene el corazón fuerte como un roble –. Cogió el estetoscopio y con mucho cuidado puso a Venus de lado mientras iba subiendo su suéter. Al auscultarla, su sonrisa seguía aún en sus labios, lo que le pareció una buena señal a Jordi.

A continuación, el menor de los hermanos, agarró una pequeña linterna y enfocó los ojos de la bebé mientras los abría con delicadeza. –Ya casi hemos acabado – dijo con una dulce voz. Sin embargo, su semblante se tornó más serio en ese momento. Sin mediar palabra, se acercó aún más con tal de tener una mejor visión de su sobrina. – ¿podéis acercaros un momento y sostenerme esto – les comentó mientras levantaba la linterna.

– ¿Por qué, qué pasa, hay algún problema? – dijo Josep nervioso. En ese momento, este se acercó y cogió la linterna.

– Seguro que no es nada – afirmó Jordi, intentando tranquilizarle.

– Voy a tomar unas fotografías, hay algo que no me cuadra ¿veis esas pequeñas manchas negras en sus ojos? no deberían estar ahí. – con tranquilidad, y ante la atenta mirada de sus hermanos, sostuvo su cámara frente a los ojos de Venus.

– Esto va a ser muy rápido – dijo Marc intentando tranquilizar a Venus, que ya empezaba a inquietarse. – Enfoca ahí, por favor, quiero tener las mejores imágenes para poder estudiarlas en mi laboratorio. – de nuevo, se acercó a su sobrina y tomó al menos una cincuentena de instantáneas.

– Te acompaño Marc, de hecho, aprovecharé para hacer un par de cosas en el Alto Mando.

Durante muchos años, el Alto Mando fue el segundo hogar de los tres hermanos. Ubicado en lo que antaño fue la Generalitat de Catalunya, era el epicentro de todas las fuerzas de liberación de la región y la base del Ejército de Liberación del sur de Europa. Aunque la guerra se había cebado con la Ciudad Condal, el edificio gótico que albergaba dicha institución se mantenía intacto y era el estandarte de aquellos que se oponían a las fuerzas opresoras de los "Lords".

– Yo debo quedarme aquí, Clara no llega hasta mañana por la mañana y tengo que cuidar a la niña. Por favor, tan pronto sepáis algo avisadme – dijo Josep con cara de preocupación.

Jordi y Marc recogieron todos los utensilios y después de despedirse de su hermano, partieron hacia el centro de la ciudad. Jordi estaba preocupado, en su interior el nerviosismo crecía, sabía que algo no andaba bien y que su sobrina estaba en peligro.

Después de Pandora. La Caída.Where stories live. Discover now