Brigitte

8 2 0
                                    

La oscuridad se cernía sobre el río Aude, eran casi las nueve de la noche y hasta el último rayo de sol había abandonado la ciudad amurallada de Carcasona. Un grupo de cinco hombres, todos ellos encapuchados, se situó en una gran llanura ubicada a orillas del río. Cobijados por los árboles y las sombras, parecía que esperaran que algo o alguien saliera del agua.

— Ya es la hora, debería haber llegado ¿y si no lo ha conseguido? — dijo uno de los encapuchados mientras se señalaba el reloj.

— No te preocupes, nunca nos ha fallado y tampoco lo hará hoy — susurró el más fornido de los cinco.

De repente, algo cambió en el ambiente, el agua del río pareció calmarse y todo a su alrededor quedó en absoluto silencio. Súbitamente, un pequeño remolino empezó a formarse justo delante del grupo de encapuchados, quienes lentamente empezaron a retroceder. Tan sólo la luna iluminaba vagamente la escena, aunque, la poca luz que había fue suficiente para ver como una figura femenina emergía del torbellino.

La mujer empezó a andar hacia ellos y no fue hasta que la tuvieron a menos de un metro, que se percataron que a quien tenían enfrente era Brigitte, la líder de los Pueblos Libres Franceses. Su larga melena azabache y su piel color canela aún podían verse mojadas por el reciente contacto con el agua, sin embargo, eso no era un problema para ella.

— Hemos perdido Toulouse — dijo con una firmeza apabullante.

— Mierda, ahora sí que estamos acabados, no tenemos nada que hacer — dijo uno de los hombres con nerviosismo.

— No, debemos seguir con el plan establecido, recibisteis todas las indicaciones ¿cierto? — preguntó Brigitte mientras miraba al que parecía el líder de los encapuchados.

— Así es, está todo listo — contestó con seguridad.

— Perfecto, que empiece la fiesta, no dejéis que esos monstruos os asusten — dijo Brigitte mientras se dirigía de nuevo al río.

Sin mirar atrás, la líder de los Pueblos Libres Franceses se lanzó al agua y se dejó llevar por la corriente. Ni siquiera el frío Aude podía apagar las llamas que crecían en su interior, haber perdido Toulouse era una desgracia, la capital del sur de Occitania era de vital importancia para los Pueblos Libres Franceses por su ubicación y poder económico. Pero, lo que más molestaba a Brigitte era como las tropas de Lord Insell habían tomado la ciudad, alguien les había traicionado desde dentro y no tenía la más remota idea de quien había sido.

Brigitte fluyó unos metros más por el río, hasta llegar al punto establecido. Con cautela, sacó la cabeza del agua y al asegurarse de que todos estaban en posición supo que era el momento de actuar.

A su voluntad, el agua empezó a rodearla y, como si de un proyectil se tratara, se elevó al menos unos doscientos metros.

Todo se sentía distinto desde allí arriba, la ciudad respiraba tranquilidad, y el conjunto amurallado de Carcasona, como si del esqueleto de una gran bestia se tratara, se mostraba imponente ante sus ojos. Brigitte no recordaba cuando fue la última vez que había usado sus don sin estar inmersa en una misión, sin embargo, lo que más le preocupaba en ese instante, era conseguir los documentos que sabía que se encontraban en la fortaleza.

Mientras seguía inmersa en sus pensamientos, vio como en la parte más alejada del muro se sucedían una serie de explosiones, era la señal, el momento de la verdad, había llegado. Abrió los brazos, y a continuación, con un movimiento rápido y fuerte los cerró. El agua que la rodeaba empezó a dispersarse y se convirtió en la lluvia más fuerte que jamás había azotado Carcasona.

— Tú puedes Brigitte —dijo apretando los dientes. Lentamente se inclinó hacia delante y se dejó caer. Como un misil, inició el descenso y fue directa hacía la torre más alta del conjunto amurallado.

El descenso fue breve pero intenso. Cuando estaba a tan sólo unos metros de la pared, la joven contuvo el aliento y cerró los puños con rabia. Aún rodeada de agua, fue directa hacia el muro de piedra y lo atravesó con violencia, la fuerza de la caída fue tal, que derrumbó parcialmente una parte de la estructura.

La estancia estaba sumida en la más absoluta penumbra, tan sólo un tenue rayo de luz de luna entraba por la brecha que había ocasionado la caída de Brigitte. Con un movimiento grácil, la joven hizo que el agua cayera a sus pies y rápidamente buscó una linterna en uno de los bolsillos de su chaqueta. Una vez la tuvo encendida, se dirigió hacia la puerta que estaba situada al final de la habitación. Antes de abrirla, otra explosión sonó en el exterior y a continuación unos gritos desgarradores inundaron cada rincón de la ciudad amurallada, sabía que no tenía mucho tiempo, las tropas de Lord Inselle eran muy numerosas y no tardarían en reducir a sus camaradas.

Al abrir la puerta, encontró ante sí unas escaleras de caracol y, decidida, empezó el descenso. Cada paso hacía crujir los viejos peldaños de la escalinata y, aunque intentaba hacer el menor ruido posible, su esfuerzo era en vano. En su interior el nerviosismo crecía y aunque había estudiado los planos de la torre a conciencia, sabía que no podía bajar la guardia.

El trayecto fue mucho más corto de lo que se esperaba, una vez llegó a la planta inferior, un enorme portón de metal le cortaba el paso. Sin perder ni un segundo, apuntó con su mano hacia la cerradura y la atravesó, con tal fuerza, que la chapa cayó del otro lado.

— Vaya, has tardado menos de lo que me esperaba — susurró una voz desde dentro de la estancia.

La sangre de la joven se heló, no debía haber nadie allí ¿Cómo podía ser que de nuevo se le hubieran adelantado? En ese momento, supo que había fracasado en su misión y, por consiguiente, le había fallado a su pueblo.

— No seas tímida Brigitte, pasa, tenemos mucho de lo que hablar — continuó hablando quién fuera que estuviera detrás de la puerta.

Después de Pandora. La Caída.Where stories live. Discover now