Emma

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Emma no veía el momento de llegar a Barcelona. El trayecto desde San Francisco se le había hecho eterno y, es que no haberse preparado el viaje con antelación le había retrasado más de lo deseado.

Hacía tiempo que no sobrevolaba la Península, y aunque la velocidad a la que se desplazaba no le permitía observar con mucho detalle, le pareció que la naturaleza había vuelto a cobrar fuerza y, además, de una forma abrumadora. De hecho, zonas que antaño eran totalmente áridas, cómo el Desierto de los Monegros, habían sido repobladas con frondosa vegetación.

Definitivamente, la liberación de España, Andorra y Portugal, liderada por el EDL (1), había supuesto una bocanada de aire fresco para todos aquellos que estaban en contra del Régimen de los Lords. Un ejemplo a seguir, de cómo la libertad podía imponerse al yugo opresor y la tiranía de unos pocos.

La joven pelirroja estaba preocupada por el mensaje que recibió de Brigitte. Durante todo el viaje no había dejado de pensar en la frase que le susurró el mar el día anterior — Reúnete conmigo en la Plaza Felip Neri mañana al anochecer, si no logro llegar, acude urgentemente al Alto Mando, ellos sabrán qué hacer. —

Aún sumergida en sus pensamientos, la joven alcanzó a ver a lo lejos el espectacular macizo de Montserrat, otrora refugio de uno de los monasterios más importantes de la región, aunque con el tiempo venido a menos debido a la escasez de feligreses provenientes de otros países. De hecho, desde hacía años sólo los verdaderos fieles a la "Moreneta", que era cómo se conocía a la Virgen del lugar, seguían visitándola de forma asidua.

Pese a que era consciente de que no le sobraba el tiempo, Emma sintió la imperiosa necesidad de bajar la velocidad tan pronto estuvo situada encima de la cordillera y ,de repente, rompió a llorar.

Los recuerdos de la primera vez que sobrevoló aquellas montañas con Brigitte la embargaron y tuvo que detenerse por completo. Su blanca tez se vio asaltada por ríos de lagrimas que emergían de lo más profundo de su ser. ­

—¡No debiste dejarla sola Emma, fuiste una puta egoísta! ­— gritó al viento sin temor a que nadie la oyera.

Por su cabeza pasaron todos los momentos que pasaron juntas, todo aquello que la hizo enamorarse perdidamente de Brigitte; su ímpetu, su valor, su sentido de la justicia y esos ojos azabaches que con tan sólo mirarte parecía que escudriñaran cada uno de los recovecos de tu ser. Casi sin darse cuenta, una pequeña sonrisa nació de los labios de la joven californiana y tímidamente se secó las lagrimas que aún poblaban sus mejillas.

— Vamos, deja de lamentarte, no arreglarás nada desde lo alto de una montaña — se dijo a si misma mientras se incorporaba y se desentumecía.

Aún con lágrimas en los ojos, pero con fuerzas renovadas, se acercó impetuosamente hacia el borde del precipicio y se dejó caer. Mientras descendía un viento huracanado empezó a arremolinarse a su alrededor y volvió a ser una con el viento.

Eran aproximadamente las ocho de la noche y la penumbra ya se había adueñado de la Ciudad Condal (2). Bajo un manto de oscuridad y ocultando su rostro bajo una capucha, Emma estaba situada en una de las esquinas de la Plaza Sant Felip Neri atenta a cualquier movimiento sospechoso. El viento invernal recorría las calles de la capital catalana y eso la reconfortaba; frente a ella, las ramas del decrépito árbol que presidía el lugar, se movían de un lado a otro de manera casi hipnótica.

La joven estaba empezando a impacientarse y decidió acercarse a la fuente para rellenar su botella de agua. Con el trajín del viaje se había olvidado por completo hasta de beber y, además, empezaba a sentirse fatigada.

— No seas débil — se dijo a ella misma, mientras abría el recipiente metálico y se agachaba para rellenarlo.

Una vez lo tuvo lleno, dio un largo sorbo. Mientras aún tenía la botella en la boca pudo ver de reojo como algo se movía dentro de la fuente.

De forma casi instintiva, hizo un pequeño gesto con su mano y se elevó un par de metros por encima del suelo. La gélida brisa acarició su cuerpo y todo signo de fatiga se desvaneció.

— Emma... No sabía si habías recibido mi mensaje...— dijo una voz desde dentro del agua.

De repente el agua de la fuente se empezó a agitar y una figura femenina empezó a formarse en ella. La joven californiana bajó de nuevo al suelo y se apresuró en ayudar a Brigitte a incorporarse.

Hacía al menos dos años desde la última vez que se vieron y se le partió el alma al verla tan desmejorada. Había perdido mucho peso y su cara, se había tornado mucho más angulosa. Su piel de ébano mostraba abundantes heridas, de las cuáles, muchas de ellas parecían recientes, cómo si no hubieran tenido tiempo a sanar.

— Oh, Brigitte ¿qué te ha pasado, qué te han hecho? — dijo Emma entre lágrimas. Rápidamente, sacó una pequeña manta de su mochila y la rodeó con sus brazos mientras la ayudaba a salir de la fuente.

— Lo hemos perdido todo Emma, Francia ha sucumbido al poder de Lord Insel, todos mis hombres fueron tomados hace dos noches en Carcassone y todos los civiles han sido masacrados... — dijo, mientras miraba al vacío.

— Calma, necesitas descansar, seguro que hay una solución, además estamos en el sitio indicado. Busquemos un lugar donde cobijarnos —.

— No lo entiendes, esto es mucho más grande de lo que nos creemos, ¡no teníamos ni puta idea de donde nos estábamos metiendo! — gritó alterada.

Tan pronto la joven francesa acabó de increparla, sus ojos se tornaron completamente blancos y cayó fulminada.


(1) Siglas del Ejército de Liberación.

(2) Nombre con el que se conoce a la ciudad de Barcelona.

Después de Pandora. La Caída.Where stories live. Discover now