C U A T R O

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 Mamma mia

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Mamma mia.


— ¿Piensas seguir con el plan? —preguntó Emily curiosa.

Me llevé una fresa a la boca mientras lo pienso. Es de noche y estoy en mi proceso de skincare antes de dormir.

—No lo sé.

— ¿Aún sigues sobrepensando?

—Sobrepensar es mi gran hobby.

Solté un suspiro y en eso alguien toca la puerta de la habitación.

—Son las ocho de la noche —dijo Emily en su cama—. ¿Crees que sea el fantasma de los pasillos el que está tocando?

—No lo creo.

Me acerco a la puerta y Emily se queda mirando cuando decido abrir.

— ¿Estás lista? —preguntó Dorian.

Puse los ojos en blanco y él se queda mirando la mascarilla que tengo en la cara.

—Mierda. —cerré la puerta.

— ¿Quién es? —Emily se levanta de la cama.

—Dorian.

— ¿Doriaan?

—Si, Dorian, recíbelo mientras me quito la mascarilla.

— ¡Pero estoy en pijama!

—Solo recíbelo por mí, por favor.

Giré hacia el baño y corrí a lavarme. Emily hace pucheros y gestos de querer llorar, pero se atreve a hacerlo por mí.

—Dorian —ella sonríe al abrir la puerta—. ¿Qué te trae por aquí? No es que quiera saberlo, pero si quieres... puesss...

—Vine a recoger a Samantha —respondió él—. Son las ocho en punto.

— ¿Ella no había dicho que no?

—En realidad, nunca afirmó.

—Oh, cierto, después llegó el director e interrumpió la respuesta.

Salí del baño con la cara limpia y suave como las nalguitas de un bebé. Dorian me observó de pies a cabezas, esperando a que saliera hermosa para salir con él, pero no, no pretendo hacerlo.

— ¿Qué haces en pijamas? —reclamó.

—Estoy viendo películas de Disney y no pienso salir de la habitación, ¿o acaso hay alguna buena razón para hacerlo? —pregunté.

—Yo soy la buena razón, ahora ve a cambiarte.

Me reí con fuerzas. Emily me mira como si telepáticamente me dijera que acepte su salida y siga con el plan de enamorarlo.

—Está bien —refunfuñé—. Sal de la habitación para vestirme.

Dorian hace caso y sale por la puerta. Me quedé pensando en un atuendo rápido, supongo que las chicas con las que él sale son bien arregladas, bonitas, y coquetas. No tenía tiempo para pensar en lucir como ellas, pero tampoco tengo dudas de que no vaya a ganarles. Cogí un vestido, unas botas largas, me solté el cabello y me puse mucho gloss en los labios, y gualá, ya no parecía la cenicienta que barre el piso, sino la cenicienta que conquista el príncipe.

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