Prólogo.

354 27 6
                                    

«Cuando nací, los doctores dijeron que se trataba de un portento, puesto que mi madre había sido infértil la mayor parte de su vida. Ni los expertos pudieron justificar mi existencia, pero eso a mis padres no les preocupaba, finalmente tenían un hijo y era todo lo que les importaba. Esa noche de febrero, como siempre me comentan, dicen haber admirado con sus propios ojos un milagro de Dios, aunque yo me llamaría a mí misma como un error. No solo había nacido de una mujer que no debía de tener un retoño, sino que lo había hecho con dos meses de anticipación lo cual me crearía problemas a futuro cercano. Si me preguntaran si es que hubiera deseado o no nacer, la respuesta sería tan obvia que no tendría por qué darla. Después de todo, por alguna razón nunca me sentí perteneciente al lugar que ocupo, además de significar una carga para mis padres y cercanos. No sé si todas las personas enfermas se sintieron como yo en estos momentos, o soy alguien original que sacó la idea de sus propios cabales; de lo que sí estoy segura es que vivir me aburre, siempre la monotonía de una noche y un día, repitiendo una rutina agotadora. Por mí dejaría todo hasta donde está, pero no puedo hacerlo ya que estaría dañando a muchas personas, como mis padres, familiares, amigos.»

La señorita Morgan soltó un suspiro y bajó la hoja en donde se encontraba escrito mi último informe. Como siempre tenía la libertad de solo entregarlo y no leerlo frente a la clase como el resto de mis compañeros. También contaba con más tiempo de entrega, puesto que mis ausencias en el año escolar iban aumentando considerablemente este invierno ya que al parecer los medicamentos recetados por mi doctor de cabecera estaban perdiendo su efecto en mi organismo, pero esos solo eran detalles que más adelante serían aclarados.

Mi profesora de literatura, quien me había hecho encontrarme con ella en el salón de maestros, me miró agotada, encorvando su postura sobre la silla en donde se encontraba sentada. Se quitó las gafas de marco completo color rojo y comenzó a limpiarlas con su blusa, gesto que hacía cuando se encontraba disconforme con algo. Gracias a estas sesiones la había llegado a conocer más de lo que cualquier alumno debería.

—Hana, ¿podrías recordarme cuál era el tema pedido para el informe? —preguntó con su voz suave, moviendo sus hombros para sacar el estrés de ellos.

— “La vida” —le respondí. La señorita Morgan rápidamente se puso de pie, apuntándome con una sonrisa.

— ¡Exacto! La vida. —tomó mi informe y me lo mostró, como si no lo hubiera visto antes. —Mi niña, hay tanto que puedes extraer sobre este tema, no tienes por qué escribir de la tuya si tus pensamientos son tan… —cerró la boca, al parecer buscaba una palabra indicada que no diera para dejar cosas en el aire. — ¡oscuros! —continuó chasqueando los dedos.

— ¿Oscuros?

—Verás, puedes hablar perfectamente sobre la vida de los animales, o en las plantas, quizás hasta el agua o…

—Pero el agua no tiene vida, señorita. —Objeté levantando mi dedo, ella asintió levemente.

—Ya lo sé, a ciencia cierta no la tiene, pero podrías tratarlo como algo más poético y metafórico. Como dijo un famoso explorador naval francés: "Olvidamos que el ciclo del agua y el ciclo de la vida son uno mismo" me llevé una mano al mentón, reflexionando sus palabras, pero nada me venía a la mente.

—No, no lo entiendo.

Nuevamente la señorita Morgan soltó un suspiro y se dejó caer en la silla. Sacó un marcador negro de uno de los cajones de su escritorio y marcó mi trabajo con un ocho. Guardó lo usado y me tendió la hoja que había adquirido un tono amarillento además de la marca de algunos pliegues. Se la acepté sin replicar nada y la guardé en mi bolso con desinterés. Había estado teniendo este tipo de calificaciones en esta materia desde momentos inmemorables, pero siempre lograba subirlas con pruebas escritas en las cuales las respuestas debían de ser objetivas. Al parecer aquí no les gustaba mi punto de vista frente a algunas cosas, pero yo contra eso no podía hacer nada al ver que ninguna de las partes tranzaría para llegar a un acuerdo.

Mi héroe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora