Dicen que cambiarse de instituto es algo complicado, que cambiar de amigos no es bueno para un adolescente. A mí, sin embargo, me encanta. Me parece gracioso observar como la gente aparenta una cosa y cuando los llegas a conocer son totalmente diferentes. También hay gente que aparenta exactamente lo que es, yo soy de esas. Me llamo Maria José, tengo dieciséis años y me he mudado cuatro veces en estos seis últimos años. Según mis padres esta vez es la definitiva. Estamos a finales de verano, y tengo ganas de empezar él curso en este instituto nuevo. Esta vez nos hemos mudado a un pueblo muy pequeño donde todos se conocen y no puedes hacer nada sin que se etere alguien. Va a ser divertido.
Aún hay un monton de cosas que desempacar, pero me apetece salir a dar una vuelta por el pueblo, conocer gente de por aquí.
Bajo las escaleras y salgo de casa, la noche empieza a caer, así que ya no hace él típico calor abrazador de agosto. En mi calle todas las casas tienen jardines con él césped muy bien cuidado, la carretera parece estar recién asfaltada y todo tiene un aura de perfección.
Me pongo a andar calle abajo, hasta que doy con una avenida. No hay muchas tiendas, pero sí hay una especie de plácita donde hay una fuente y algunos bancos. Conforme me acerco puedo distinguir un grupo de cuatro chicas riéndose en un banco, parecen de mi edad así que decido acercarme a saludar.
-Hola, me llamo María José, pero me gusta que me digan Poché, soy nueva en el pueblo, me acabo de mudar - se quedan mirándome unos segundos sin decir nada y luego una de ellas empieza a hablar.
-Yo soy Daniela, pero me puedes decir Calle o Dani, éstas son: Juana, Paula y Laura. Somos todas del mismo curso. Ahora mismo nos estábamos preguntando quién vendría nuevo este año, parece que te ha tocado. -me dedica una media sonrisa prepotente, se nota que es la que dirige el grupo. Es un poco alta, tiene la piel bronceada y los ojos muy grandes y cafés, casi color miel; su pelo castaño medio ondulado le llega hasta los hombros. Sus labios se curvan en una media sonrisa,- ¿Vas a cuarto, verdad?
-Sí -digo aún sin quitar la mirada de sus ojos.
-Me gustan tus pendientes, de donde los has sacado? - Una de las chicas que están sentadas me dedica una sonrisa y luego deposita la mirada en el par de perforaciones que tengo es las orejas, lleva el pelo rubio un poco ondulado a la altura de la parte baja de su espalda, tiene cara redonda y los ojos expresivos, es la chica que Daniela ha señalado como Paula. - Aquí nos tenemos que ir hasta la ciudad para comprar algo decente, así que no tenemos muchas oportunidades.
-Ah... estos. Creo que los compre por internet. También vivía en un pueblo antes, así que la mayoría de cosas las compraba por internet. ¿No hay transporte público o algo para ir a la ciudad?
-Sí, hay un autobús que pasa cada hora y te lleva al pueblo vecino, donde tienes que coger el tren para llegar a la ciudad -vuelve a hablar Daniela, o como ella me pidió que la llamara, Calle. -De todas maneras la ciudad no es gran cosa, aquí sabemos como divertirnos -me dedica otra vez esa sonrisa prepotente.
Se hace lentamente de noche y las farolas que hay en las aceras se iluminan perezosamente. Me doy cuenta que tengo que volver a casa y me despido.
-Nos vemos en clase... ¿Poché? -me pregunta una de las chicas cuyo nombre no recuerdo.
-Sí, supongo que nos vemos en clase. Adiós.