Ya es sábado, y estoy impaciente. A las nueve va a venir Calle a mi casa, y se va a quedar a dormir, y a las doce va a cumplir dieciséis años. Quiero que todo sea perfecto para nosotras, y debo admitir que estoy un poco nerviosa, sólo un poco. Aún faltan unas horas para que venga, así que me pongo manos a la obra para preparar la casa y arreglarme. Tengo planeada una noche perfecta, y voy a asegurarme de que salga como tal.
Cuando llega Calle, yo me estoy subiendo por las paredes. Llama al timbre y se me acelera el pulso, no sé por qué estoy tan nerviosa, si sólo es Calle. Abro la puerta, y ahí está, con su sonrisa irresistible. Lleva unos vaqueros ajustados, una camisa de cuadros y una gorra de LA. Sonrío tontamente, embobada, y la dejo entrar a casa. Cuando cierro la puerta y nadie puede vernos, se echa sobre mí, rodeandome con los brazos, y me da un beso con sabor a vainilla.
-Yo también me alegro de verte -digo por debajo de sus labios, y ella sonríe. No sé cómo la quiero tanto.
-Tenía muchas ganas de verte, Poché.
-Va a ser perfecto, ya verás.-Le cojo de la mano y nos sentamos en el sofá. Hay música sonando de fondo, y las pizzas van a llegar en cualquier momento. -¿Estás nerviosa?
-Un poco, la verdad - dice, y sonríe tímidamente.
-Ven aquí -se acerca a mí, y le cojo de la mandíbula para besarle. Nuestras lenguas se rozan, y el beso se vuelve intenso.
Me siento encima de ella a horcajadas, sin dejar de besarla. Ella me acaricia la espalda, bajando hasta la parte superior de mis vaqueros. Nuestras respiraciones se vuelven más pesadas, y ella pasa sus manos por el botón de mis pantalones. Yo pongo mis manos encima de las suyas, evitando que continúe su recorrido.
-No seas impaciente -le digo, dejando escapar una risita nerviosa. Ella me muerde el labio inferior, y me empuja para acostarme en el sofá, dejándome debajo de ella, sin prestar atención a lo que le he dicho. De pronto suena el timbre, las pizzas -He pedido pizzas.
-Salvada por la campana -dice, en un gruñido y se muerde el labio inferior. Me levanto como resorte del sofá, y voy a abrir la puerta.
Nos comemos las pizzas hablando y riéndonos, con la tele encendida. El ambiente ya está más relajado, después de la escena del sofá. Cuando acabamos voy a la nevera y saco un boul lleno de ositos de gomita, con una vela medio caída que pone el número dieciséis.
-Cumpleaños feliz... -Empiezo a cantar, y Calle me sonríe de oreja a oreja.
-¿Ositos con vodka? -Dice, soltando una carcagada.
-¡Claro que no! -digo, intentando sonar indignada -con tequila.
Calle sopla las velas flotantes, cerrando los ojos, y en ese momento me siento la persona más feliz del mundo. Es increíble como han cambiado las cosas desde que llegué aquí. Cuando sopla las velas me da un beso en la mejilla. Está súper feliz, dando palmaditas como una niña pequeña.
-Bueno, ahora tocan los regalos -digo, con un tono de excitación. Espero que le gusten las dos tonterías que le voy a regalar. Saco un colgante plateado con una C colgando, y Calle abre la boca, sorprendida.
-Es hermoso, Poché. Muchas gracias -me rodea el cuello con los brazos, y me llena la mejilla de besos. No puedo contener la risa, y al final acabamos las dos riéndonos. Le ha gustado mucho y se lo ha puesto enseguida. Saco mi segundo regalo, mal envuelto en papel de regalo.
-Esto es una tontería, pero pensé que tal vez te gustaría. -lo abre, y deja ver un trozo de corteza de nuestro árbol, tan grande como su mano. Me mira extrañada y yo suelto una carcajada. -Giralo -le digo, con una sonrisa. Ella lo hace, y por la parte lisa de la corteza se distinguen unas letras grabadas en la madera:
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