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YoonGi llegó puntual a la casa del omega para recogerlo quince minutos antes de las siete, justo como los últimos tres meses. Fue hasta la puerta de la casa y le pareció extraño que para ese punto no tuviera encima al castaño. Tocó el timbre irritado, nunca supo en qué momento de su vida inició su aversión a llamar a las puertas, simplemente no le gustaba, le incómodaba en sobremanera. La mujer abrió la puerta con la cara medio maquillada, HaYi lo saludó con una sonrisa y le invitó a pasar, explicándole que su hijo se despertó tarde y apenas estaba en la ducha. La omega le ofreció de desayunar mientras esperaba y el menor rechazó amablemente la oferta. HaYi tenía sentimientos encontrados respecto al jóven alfa, si bien era serio y educado en ciertos aspectos, en otros podía sacarla de quisio, pero se tragaba cualquier cosa mala por su hijo, amaba lo libre y feliz que se veía desde que YoonGi entró a su vida, por lo que ponía de su parte para ver lo más positivo de él. Dejó que se acomodara y ella regresó al comedor para terminar de arreglarse. Min se sentó en el sillón y sacó su celular para entretenerse. En la parte superior se escucharon cajones cerrándose bruscamente, seguido de pasos apurados por la escalera dejando a la vista a TaeHyung cruzar la sala para ir al comedor con sólo una toalla colgada en sus caderas. Iba tan apurado que ni siquiera notó la presencia del rubio.

— ¡Mamá! ¿Has visto mi uniforme? —gritaba desde las escaleras—. Lo dejé en el clóset, pero no está ahí, ni en mis cajones.

— ¿Ya buscaste bien? Siempre haces lo mismo... —cuando la mujer levantó la mirada y vio cómo estaba su hijo se exaltó—. Dios, TaeHyung. Tu amigo está en la sala —exclamó algo preocupada porque pasó casi desnudos frente al alfa. El menor volteó y no vio a nadie y miró a su mamá confundido— ¿A dónde se fue?

Escucharon los pasos por la parte superior de la casa y luego vieron al alfa bajar con el uniforme entre sus manos y la mochila en el hombro. El omega bajó la mirada y cruzó los brazos sobre su pecho para cubrirse un poco, apenado por su cuerpo expuesto. YoonGi le entregó al menor sus cosas recordándole que ya iban tarde, decidió esperarlo en el auto al sentir la mirada molesta de la mayor clavada en él. TaeHyung subió prometiendo apurarse y disculpándose por la demora. Pasaron cerca de seis minutos cuando el castaño entró corriendo al carro con un cepillo en mano. El alfa notó raro a su menor, no lo miraba ni hablaba hasta por los codos como suele hacer todos los días.

— ¿Qué pasa, cachorro? —preguntó con su atención puesta en el tráfico, echándole cortos vistazo al chico a su derecha—. No me vayas a decir que nada —advirtió anticipándose a la respuesta, se sintió aliviado al oírlo reír.

— Me da vergüenza decirlo —se quejó con voz consentida, seguía sin dirigirle la mirada.

— ¿Es por lo de la mañana? —intentó adivinar, supo que iba bien cuando lo vio asentir—. ¿Porque se te hizo tarde? —indagó, al recibir una negativa pidió paciencia para no desesperarse— ¿Porque bajaste en toalla? —al no recibir ninguna respuesta supuso que adivinó, además el sonrojo ajeno se lo confirmó. Soltó un ruido de ternura y buscó qué decir para consolarlo—. No te preocupes, cachorro. No fue nada, lo que veo en ti, lo veo en el espejo...

YoonGi no estaba siendo del todo sincero, su tono sugería que estaba del todo tranquilo y que el haberlo visto cubierto por sólo una toalla no le provocó nada, pero eso era una vil mentira. En ese momento sus hormonas le jugaron una mala pasada y le recordaron que estaba en plena adolescencia, le causaron una revolución en el estómago que le aceleró el corazón. Además su lobo tampoco fue de ayuda, se alborotó en su pecho e intensificó todas las sensaciones en su cuerpo. Fue cuando se cayó en cuenta que de verdad sentía cosas por TaeHyung, pero él era un adolescente que no sabía lidiar con sus sentimientos sin sentirse abrumado al no saber expresarlos, por eso decidió pretender que nada había sucedido.

Celo fuera de casa (YoonTae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora