Chapter three // the one that got away

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"In another life, I would be your girl

We keep all our promises, be us against the world

In another life, I would make you stay

So I don't have to say you were the one that got away"

-Abre.

Obedecí de inmediato y sentí un pedazo de madera posicionarse en mi lengua. La mujer que tenía en frente me observaba atenta, analizando cada detalle de mi boca. Cuando sacó la pequeña barilla cerré mi boca y tragué saliva, sintiendome pequeña en la camilla.

Esta mañana me había despertado increíblemente temprano en un intento desesperado de evadir las miradas de reproche y las preguntas acerca de lo que había pasado ayer. Me sentía como una lunatica, y no estaba lista para hablar del tema. De todas formas, el tener que venir a mi maldito exámen había arruinado mis planes.

Clarissa actuaba casi sistemáticamente y una mirada fría la caracterizaba cada vez que yo estaba en su campo visual.

-¿Te has sentido mareada?

-No.

-¿Dolores de cabeza?

-No.

-¿Que hay del area de la mordedura? ¿Te duele? ¿Te pica?

-No, ninguna de las dos.

Me removí incómoda y la mujer anotó algo en un cuadernillo. Mis ojos se fueron al florero que había sido remplazado hace algunas semanas y el bello color violeta de las flores inundó mi campo visual. Seguía sintiendome nerviosa, y esperaba que eso calmara mi ansiedad de alguna forma. No funcionó.

-Bien, entonces estás lista. Tendrás que venir a chequeos de sangre cada semana -cliqueó el lápiz que usaba, dejó la camilla a un lado y me entregó un pequeño bolso café.

-¿Que es esto?

-Tus pertenencias -respondió, sin mirarme por completo -lo que hemos podido lavar, lo demás estaba destrozado. Noel ha añadido algunas cosas que pensó que podías necesitar.

Me demoré un poco en tomar aquello; el hecho de que algunas cosas estuvieran destrozadas me hacía tener escalofríos. El solo recordar aquella noche, e imaginar el estado en el que llegamos me daba nauseas.

-Gracias, de verdad -no iba a dejar que el mal trato de la señora me quitara los modales. Estaba genuinamente agradecida con ella y con este pueblo por haberme cuidado, por haber salvado mi vida.

Caminé hacia una de las mesitas y tomé un viejo libro que había estado leyendo con Noel estas últimas semanas. Cuando le dí la espalda a la señora supuse que nuestra conversación estaba terminada, es más, esperaba que abandonara la habitación. Por eso, y por el contendio de sus palabras, me sobresalté al escucharla después de unos segundos.

-¿Me vas a decir lo que te ha pasado ayer? -Su voz, si bien no sonaba amorosa, dejó de tener el tono de reproche ligado. -Después del incidente te has ido corriendo, como una verdadera loca, nos tenías preocupados.

Alcé una ceja, aprovechando que no me miraba directamente. ¿Preocupados?

-Yo lo siento mucho, de verdad -murmuré, sintiendo la verguenza apoderarse de mí nuevamente. El solo repetir la escena en mi cabeza era suficiente martirio. Hablarlo definitivamente no ayudaba a sentirme mejor.

-Ya, pero no te he preguntado si lo sientes -me observó sin una expresión fija -te he preguntado que ha pasado.

Tomé aire, aguantandome cada una de las cosas que se me ocurrían para responderle. La mujer caminó hacia la puerta, cerró y se colocó de brazos cruzados justo delante de esta indicandome que no abandonaría la habitación hasta confesarle.

R E F U G I O // (h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora