Quizá no te amaba tanto como creí.
Porque te veo llorar mientras empacas todo lo que marca un nosotros.
Sí, te veo llorar, y no me aflige.
Guardas en cajas de plástico, cada objeto que tomas, te detienes a mirarlo.
Quizá repasas en tu cabeza el recuerdo de lo que fuimos, de donde fuimos o de lo que queríamos ser.
Quizás la melancolía de lo que ahora somos, después de todo lo que hemos sido, te quiere ahogar en un fallido intento por detener tu voluntad de empezar de nuevo, pero Val, eres fuerte, mucho más que yo, mucho más de lo que dimensionas o imaginas.
Te veo, miras el retrato de cuando visitamos Budapest, guardas el vestido que llevabas la tarde en la que encontramos al Señor pescuezo en un oscuro y humedo callejón, acaricias la libreta con recortes de recetas que planeábamos practicar, envuelves la lampara de sal, hueles el detergente caro que insistías "Ensalzaba mi hombría", arrojas en la caja la vieja camiseta que robaste de mi ropero al iniciar nuestra relación.
Aún recuerdo tu insulsa excusa para insistir en que ya no podía ser mía: "Solo ella tiene derecho a verme desnuda, tu ya me has tocado demasiado.",
Río para mis adentros, definitivamente mis días contigo, fueron aquellos en los que me creí más vivo.
Yo de ti, no me podría arrepentir.
Arrugas el muñeco de felpa que te traje de Madrid, aprietas entre tus dedos los LP's de Elvis que compraste con tanta insistencia en aquella vieja compra y venta que solías visitar tras salir de la facultad...
Y...
Lloras, y no me duele, y podría odiarme por eso, pero no es justo.
Sobre todo para ti.
Porque yo no te amo, pero te quiero, yo no te amo y yo quiero.
Quiero algo nuevo, alguien nuevo tal vez.
Cabello corto, labios rojizos y pómulos brillantes.
Un poco más de vida, un poco más de risas.
No es que no comprenda tu humor, es que ya no me comprendo contigo.
Y ver tu mirada perdida en los recuerdos de lo que una vez parecía un para siempre, solo me hace preguntarme: ¿Si quiera alguna vez te ame?
O acaso era solo un sentimiento llano que parecía encajar en este episodio de nuestras vidas.
Donde estábamos escribiendo sueños con color a nuevo.
Donde todo parecía infinito, e inmensurable.
Verte tan fuera de quien levantaba mi pecho, más allá de mi corazón.
Verte, y sentirme tan ajeno.
Solo esclarece las dudas; es hora de que te vayas de aquí.
Y es mejor que sea yo quien cargue con los recuerdos impregnados en los recuerdos de lo que construimos como un "hogar".
Tomo algunas cajas apiladas en la entrada y me dispongo a llevarlas a tu viejo auto móvil.
-Aún no...-Deja tu quebrada voz salir, siento tu mirada en mi espalda.
Desde la tarde de ante ayer cuando en una rabieta decidiste terminar con tres años y cuatro meses de relación, habías estado evitando la posibilidad de interactuar.
Y ahora, sentirte tan pequeña y vulnerable, me transporta a aquel momento, mientras caminábamos bajo la lluvia de regreso a casa, como te aferraste a mi brazo al buscar refugio del agua y con un "Antes solías abrazarme" quebraste la faceta que creí que se me estaba dando tan bien interpretar.
Esa en la que era un novio satisfecho y comprometido a hacer a su pareja feliz.
Cuando la verdad, es que no se me estaba dando nada bien.
Poco después mencionaste que habías oscurecido tu cabello y no lo noté, que me habías cocinado mi comida favorita y no lo agradecí, que un día te dolió no despedirte de mi en la mañana pues ibas tarde a tu trabajo y no lo extrañé.
Me dijiste que sentías que ya no te amaba, y no sentí la necesidad de negarlo.
Yo no estaba seguro de si era realmente la verdad, pero sí estaba seguro de que no era una mentira.
Poco después soltaste mi brazo y caminaste unos metros adelante de mi, sin escapar de la lluvia.
Estaba tan sumido en mis pensamientos que no lo noté hasta algunos minutos después, y cuando te alcancé, ya empapada, tu hipido no pudo camuflar lo que tus ojos exponían.
Enfrenté tu mirada, la misma que había estado esquivando, como si no quisiera ver en el reflejo de tus ojos: tu desmedido desconsuelo, el gran canalla que soy.
Es probable que ya en tu mente estuvieran rondando estos pensamientos, y es probable que tu lengua los haya frenado en un intento por no confrontar la realidad.
Pero ahora estamos aquí, tienes dos días de empacar con mucha parsimonia, como si aún hubiera algo a lo que un nosotros se pudiera aferrar.
Te miro, y esta vez me atrevo a detallar tu rostro, las bolsas negras bajo tus ojos y esos ojos hinchados, tus mejillas rojizas y el cabello negro alborotado; te miro, el camisón de seda rozando tu piel se arruga conforme tus dedos aprietan y sueltan la tela, como si buscaras descargar la tensión del instante.
Un instante, tan eterno y tan efímero momento para construir un para siempre, para derribar un nosotros.
Te miro, y no me duele, te agradezco el invierno.
Por darme tanto refugio.
Te agradezco la primavera.
Por brindarme consuelo.
Te agradezco el verano.
Por calentar mis obstáculos.
Te agradezco el otoño.
Por dejar ir lo que nos frenaba.
Te agradezco, Val, porque has sido uno de los más hermosos pasos que tuve en la vida.
Te agradezco tus lágrimas, y es por eso que no me duelen, y sé que mañana agradecerás también; que la vida nos haya dado suficiente tiempo para más allá de darnos vida, aprender a construir y deconstruir, amor, tiempo, espacio, ritmo: vida.
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Don't feel like crying | Kim Yugyeom
RomanceVal es una actriz adentrada en los veinte, que tras una desorientada carrera profesional ha construido un hogar junto a Yugyeom, un bailarín de la compañía nacional de danza. Juntos en la capital de Corea, dos artistas con almas empedernidas por el...