02:10 horas

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—¿Está muerta?

—No lo sé.

El techo abuhardillado pintado de blanco reflejaba la luz pálida del pasillo, lo que hacía que la cara de la figura inmóvil mostrara cierto color céreo. La anciana descansaba en el centro de su cama como un santo de cuerpo presente, y a Caspar le resultaba difícil saber desde donde estaba si se movía o no la sábana que tapaba su cuerpo.

Dio otro paso hacia delante en el interior de la habitación de la mujer y se preguntó por qué motivo hablaban en voz baja. Suponiendo que el Destructor de almas le hubiera hecho algo a la mujer, no tenían por qué preocuparse más por su privacidad.

«Allí. ¿Qué había?» ¿Eran sus lóbulos nasales, finos y casi transparentes, los que se movían?

—Creo que ella...

Yasmin hablaba tan bajo que Caspar no pudo entender la última palabra. Aun así no le hacía falta; él mismo había podido verlo, no cabía la menor duda: Greta Kaminsky había abierto los ojos.

—¿Qué está ocurriendo aquí? —preguntó la mujer, y encendió la luz de su mesita de noche.

Su voz sonaba tranquila, y no había en ella ni el más mínimo rastro de cansancio. Igualmente, si le había sorprendido ver junto a su cama y en mitad de la noche parte del personal de la clínica, además de a uno de los pacientes, sabía disimularlo muy bien.

—Ha pasado algo —contestó Caspar, y se preguntó cómo iba explicarle en realidad los locos acontecimientos que habían tenido lugar mientras ella estaba durmiendo—. Póngase algo encima, tiene que acompañarnos enseguida.

—¿Quién lo dice?

—Yo se lo explicaré si...

—¡Tonterías, jovencito! —le interrumpió—. Me gusta usted, Caspar. Fue quien reparó mi televisor, pero por ello no voy a caminar detrás de usted a zancadas por toda la clínica a las dos de la madrugada. Y menos llevando de remolque a una banda de desconocidos —Lanzó a Tom una mirada fría—. Y bien, señor, ¿podría decirme quién es usted?

—Tom Schadeck, soy camillero de ambulancias y anoche traje aquí a una víctima de accidente. Al Destructor de almas.

—¿A quién dice?

Schadeck dio un paso a un lado y Yasmin empujó la silla de ruedas hasta ponerla delante de la cama de Greta para que ésta pudiera echar un vistazo a aquel cuerpo desmoronado.

—¡Dios mío!

Greta se llevó con fuerza las manos a la boca.

—¿No es una broma? No formará parte de mi terapia para combatir el miedo, ¿verdad?

—Lamentablemente no.

Caspar le contó cómo había visto huir a Jonathan Bruck de su habitación, y cómo habían decidido bajar la pared de aislamiento después de que hubieran hallado a Sophia en la bañera.

Más tarde la puso al corriente de la desaparición de Rassfeld, Linus, Sybille y Mr. Ed, y finalmente incluso le quedó tiempo para resumirle brevemente su teoría acerca del sueño de la muerte.

—¿Y me habéis dejado sola, aquí arriba, todo este tiempo?

Greta saltó de la cama ágilmente para sorpresa de todos, teniendo en cuenta su edad, y deslizó sus pies huesudos dentro de unas zapatillas adornadas con una borla de color rosa en la punta.

—Usted estaba aquí encerrada —dijo Caspar a la vez que se preguntaba por qué estaría la puerta abierta. Si era el Destructor de almas quien había intentado abrirla, ¿por qué le había perdonado la vida a Greta? Obtuvo la respuesta antes de lo que él esperaba.

EL EXPERIMENTO  - SEBASTIAN FITZEKWhere stories live. Discover now