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Eran las siete de la tarde de un Lunes.

Salía de trabajar de voluntaria, cogí el tranvía, llegué en siete minutos a mi destino, y ahí estaba él, en la puerta esperándome.

Subimos a su casa, apenas sin dirigirnos unas palabras, más sólo existía el lenguaje de nuestras miradas y sonrisas.

Como de costumbre me pregunto qué tal la tarde, y yo le confíe mis pensamientos.

Estaba tan agotada del primer día con estos niños absorbe energías.

Y sin esperarlo, va y me da un zumo hasta incluso estaba dispuesto a prepararme unas tostadas con mermelada.

Pero no quería ser modesta y opté por decirle que no se preocupará por mí.

Seguimos hablando y sin más, peligro.

Él se acerco a mí, y posó su brazo rodeando mi cuello y empezó acariciarme la espalda.

Era un momento tan sumamente en un estado de relax que nos quedamos abrazados sobre un lado de la cama.

Mi corazón latía sin pausa y se propuso actuar sin pensar en las consecuencias.

Me acerque a él y le solté un besito sobre su mejilla, él reaccionó devolviendo un beso sobre mi moflete entre sonrisa cariñosa.

Posé mi mano sobre su nuca, él cerró los ojos de agrado tacto pero de vez en cuando volvía abrir los ojos para echar una mirada de cercanía.

Y entonces ocurre algo inesperado, hace un gesto con su mano, me incita a que me acerqué más a él, a sus labios.

Intente no aproximarme a él, no quería estropear ese momento tan cercano que hacía tiempo que no ocurría entre nosotros.

Pero era tarde porqué consiguió que me dejará llevar por él no dejando que ese miedo se adueñara de mí.

Ahi están sus labios a una altura que jamás creí volver a ver a pocos centímetros de mí.

Sintiendo cómo el aire entre nosotros era leve.

Despacio, se enredan mis labios a los suyos, se acarician sin ser abrazados intensamente, era un baile de un sabor lento.

Cerca, me mira, admiro en su mirada algo extraño, me miraba a los ojos como si intentase decirme algo que su voz no alzaba a poder decir.

Quise saber que pensaba, y no dudé en preguntarle.

El optó por admitir un 'nada' pero me sentí indeferente a sus sentimientos más guardados en su interior, y no dudé en decirle porqué no confiaba en mí.

Él extrañado por mis palabras me contestó el porqué de esa pregunta.

En ese momento me sentí desconfiada sobre mi misma, sentí que no era nada comparado con la palabra todo, y le contesté que quería sentir que confiaba en mí.

Él preocupado por mis pensamientos dañinos, me miro a los ojos, y no dudó ni un segundo en decirme; confío en ti.

Dejé arrastrar a mi corazón a sentir un poco, a arriesgarme, y le pregunté.

¿Por qué no me haces el amor?

Posado sobre mí, me mira, a escasos centímetros de mí mirada me pregunta, tú quieres.

Yo sincera le digo, lo qué quiero es no ser una simple atracción, no sólo esté instante, quiero ese equilibrio entre el placer y el amor, quiero más, lo quiero todo, contigo.

Solo sé que no sé nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora