Jueves, ocho de mayo.
Me desperté, y de costumbre acogí entre mis manos mi teléfono móvil, pulse la tecla del medio, y ahí parpadeaba en la pantalla un sms.
Sin pensarlo pensé que era mi compañía de teléfono enviándome algún aburrido mensaje de publicidad.
Lo abrí y mi asombro fue inesperado, mis pulsaciones se aceleraron sólo con la primera letra, su destinatario, él.
Un mensaje recibido a mitad de la madrugada, un pequeño detalle que cualquiera no haría.
Y era solo un mensaje que decía; ¿Has llegado bien a casa? No he recibido ningún mensaje tuyo.
Unas palabras que hicieron de mí esa mañana poder decir buenos días.
Porque sin querer lo inesperado nos convierte las pequeñas sonrisas vacías cosiéndolas en una buena dosis de positividad.
Esa misma mañana le envíe un correo, y le escribí que lo sentía por no haberle escrito ayer de noche avisándole de mí. Pero para asegurarme por último le escribí un sms avisándole de dicho correo enviado.
Diez de la noche, lo inesperado como he dicho reluce una dosis de positividad pero acaba por hacerte chocar con la pared "realidad".
Sin esperarlo recibí un corto y frío mensaje suyo con sólo una palabra que marcaron mis ilusiones a romperse en mil pedazos: Gracias.
Ahí enloquecí porque no entendí su significado, y no dudé un instante en llamarle, y le pregunté por qué me había enviado ese gracias.
Él contesto; porque me he enfadado contigo, me he cabreado al no recibir ni una señal de ti y que hayas pasado de mí.
Rota con los nervios deshechos. Le contesto: como puede decir esto, no has recibido mi correo.
Él solo pronuncia un 'no' de sus labios. Y entre suspiros sentí como me ahogaba conmigo misma.
No podía creerme que me pasara esto a mí, con voz temblorosa le decía no puede ser, una y mil veces.
Y opté diciéndole que aquí delante de mi con un estado de nervios se hallaba ese correo, y que entre mis manos sostenía mi teléfono móvil con ese sms avisándole de dicho correo enviado.
Y sin más espera él solamente cede con su voz afable; te creo, enserio, debe haber sido algún fallo, no te preocupes.
Respiré, y desprendí un miedo de que pudiese creer algo de mi que no era cierto, en este caso un gesto que no se ajustaba a la realidad.
La noche siguió, y seguimos hablando por teléfono de sus novedades y de las mías pero me interrumpió y se propuso llamarme en un rato.
Los minutos corrían, abrí mi correo, le hablé por chat aunque estaba desconectado, y le avise que no me llamara al teléfono de mi casa, la línea estaba ocupada.
Pim pim, oí, vi que se había conectado al percibir que le había escrito hace escasos segundos.
Charlamos, entre mis palabras se escondía ese sentimiento de poder observar cual era la dirección de sus sentimientos hacia mí.
Y solo supe de momento que aun quería seguir viéndome, y incluso invitarme a dormir en su casa. La charla se cerró entre ambos por ese sueño que se acomodaba entre nosotros.
Sábado, diez de mayo, a mediodía recibí un inesperado mensaje.
Cuando creí hallar un poco más de cercanía, sin esperarlo, esa quedada de dormir y de estar más tiempo al lado del otro hizo de esa línea particular entre nosotros que volviese a romperse.
A la vez se rompió mi esperanza y mi ilusión por dejarme llevar.
Leí cada letra formando palabras desoladas que se convirtieron en frases heladas entre mis sentidos.
Sentí que era el buen momento de tomar mi propio rumbo, y distanciarme una vez por todas de él, me invadía ser un sentimiento insignificante hacia él.
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Solo sé que no sé nada.
Short StoryQuiera o no busque mi camino en otra parte pero acabé comprendiendo que todos me llevaban a ti.