Capítulo 2

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—¿Desde qué hora estás así? —la voz de mi hermana resonó por todo el dormitorio

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—¿Desde qué hora estás así? —la voz de mi hermana resonó por todo el dormitorio.

—No pude dormir por el dolor de estómago —mentí. Llevaba despierta desde las seis de la mañana, ¡sí, seis! ¿Quién rayos se levanta a esa hora en vacaciones? Era imposible no dormir, saber que estaba en el mismo lugar que el futuro padre de mis hijos me impedía hacerlo.

—Si sigues mal tendremos que llamar a un doctor —me interrumpió de mis pensamientos.

—No seas tan dramática —dije al acomodarme en la cama—, me va a pasar de inmediato —la miré y sostuve la suave sábana crema que me cubría.

—Bueno, luego no quiero escucharte decir: "me duele mucho la barriga, quiero vomitar, ¡ay que dolor!" —dijo tratando de imitar mi voz, cosa que le salía muy bien—. Iré a bañarme —agregó al separarse de la cama—, ¿o primero vas a entrar a arreglarte? —me preguntó al sacar la ropa que iba a usar.

—No, anda tú —le respondí.

Lorraine entró al baño ubicado en nuestra propia habitación y me aparté de la pequeña cama que se ubicaba al lado de la de ella. Estiré mis brazos, acomodé la tira de mi vestido de seda y me acerqué a la ventana para ver, desde el segundo piso, los edificios que tapaban la calle principal, pero que permitían a lo lejos ver parte de la Torre Eiffel. Cerré la cortina y el rubio misterioso volvió a mis pensamientos. Era el segundo día de vacaciones y solo me quedaban cinco más, era claro que tenía que acercarme, hablarle y ganarme su corazón de alguna manera.
¿Qué?, ¿acaso eso suena muy desesperado? No lo creo, siento que es amor a primera vista y es real.

Me aparté de la ventana y me dirigí al armario. Tenía que encontrar la ropa adecuada para poder presentarme, así que mientras mi hermana cantaba en la ducha, yo sacaba diversas prendas de vestir. Separé los vestidos y enterizos para las ocasiones especiales, que podrían llegar a suceder si es que mi amistad con el guapísimo rubio llegaría a resultar, así que los devolví al closet. Volví a ver la ventana y me di cuenta que el sol estaba fuerte esa mañana, volví a ver mi ropa encima de mi cama destendida y elegí una blusa holgada color durazno, una falda jean que me tapaba el ombligo y me hacia lucir un poco más retro que ese año, me coloqué unas medias no tan largas blancas y unas zapatillas del mismo color.

—¡Lorraine apúrate! —grité.

—¡Qué escandalosa eres Elise! —me respondió al abrir la puerta— Ya pasa, pasa y has lo que tengas que hacer.

Mientras ella, con una toalla cubriendo su cuerpo, se peinaba, yo lavé mi rostro y mis dientes, para luego proceder al maquillaje. Tenía que verme como una mujer y no como una jovencita que apenas acababa de cumplir dieciocho años (cosa que era cierta). De todos los tips en las revistas sobre adolescentes, he aprendido una cosa: a los hombres les gusta el color rojo en los labios de las mujeres, les reflejaba deseo. ¿Será cierto? Era hora de comprobarlo y Vogue jamás se equivocaba. Apliqué el lápiz labial rojo oscuro que había adquirido en Carnaby Street (Inglaterra), antes que viniera a Francia y no me quedaba tan mal. Mis ojos oscuros, mi piel clara y cabellos color castaño mas o menos claro me ayudaban en mucho. Me sentía hermosa y tenía que verme hermosa para él.
Rizé mis pestañas, apliqué un poco de sombras y sonreí al espejo. Estaba segura de mi potencial, hoy sí o sí lo iba a atrapar.

Fantasy «Roger Taylor»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora