Fantasy «Roger Taylor»

Capítulo 1

Cuando todo empezó, los paisajes de París se mostraban ante mi como en cada verano. Era 1979, la tercera semana de julio y mientras mi tía conducía su Renault rojo, mi padre ubicado en el asiento del copiloto, le preguntaba como se encontraba el negocio familiar que sus padres, o sea mis abuelos, administraban. Mi madre leía una revista sobre utensilios de cocina, mi hermana Lorraine, que me lleva tres años, trataba que su vestido no se ajara, ya que íbamos todos apretados en el asiento trasero del pequeño auto. Entre Lorraine y yo se ubicaba mi hermano, un año menor que yo, llamado Noel, que tenía entre sus manos una revista sobre músicos que mostraba a Billy Joel en la portada. Y sobre mi, pues, solo trazaba líneas invisibles en la luna del vehículo, como si delineara los paisajes que veía de mi segundo país, y digo segundo ya que mi país natal es Inglaterra. Seré breve con esto para que no queden perdidos con mi origen, mi padre es de Francia, mi madre es de Gales, pero se mudaron a Inglaterra y ahí nací, hace dieciocho años. Crecí junto a mis dos hermanos y terminé mis estudios, y cada verano viajo a Francia para ver a mis abuelos y a mi tía Giselle, quienes administran un pequeño hotel, bueno no creo que debería de llamarlo hotel ya que es una casa de color rojo vino, con ventanas de madera blanca, de tres pisos, no tan altos pero por dentro es muy espacioso. Ahí suelen ir personas cuya estadía en la capital francesa es poca, de uno a tres días y que puedan pagar una gran cantidad de dinero. No es un hospedaje cualquiera, es uno de los más cotizados de la ciudad. Alain Delon fue una vez y aunque me arrepiento de no haberlo visto por ir de compras con Lorraine, tal vez el encontrarme a famosos es una de mis motivaciones de ir a ese país, claro, a parte de mis abuelos y la moda, porque viendo desde el otro lado, la gastronomía francesa no es de mi agrado.

El sonido del claxon me desconcentró, finalmente habíamos llegado a nuestro destino. Mi madre salió a ayudar a su cuñada, mis hermanos salieron disparados del vehículo, Lorraine acomodó su vestido verde oscuro con estampado de bolas blancas, Noel guardó su revista y entró al lugar, y yo con calma coloqué ambos pies sobre la vereda para entrar al hospedaje de tres pisos, que también vendría a ser la casa de mis abuelos y tía (ellos se ubican en el primer piso).

Jean Paul, el guardia de seguridad, seguía sentado en la vereda, apoyando su espalda sobre la pared rojiza como cada año. Lo saludé y entré al vestíbulo, que por cierto no había cambiado nada. Vi como mi madre y padre saludaban a mis abuelos para luego ayudar a mi tía Giselle a llevar las maletas a través de la gran puerta de madera que separaba al vestíbulo de la casa de mis abuelos y en donde dormiría esta semana. Luego vi como mis dos hermanos abrazaban a mis abuelos así que solo esperé a que se desprendieran de ellos para así poder acercarme, pero no lo hicieron.

—Déjà calmé —le dijo entre risas mi abuela a Noel, al verme—. Quiero saludar a su hermana —me sonrió y estiró sus brazos para que pueda entrar a ella—. ¡Elise!

—¡Grand-mère! —dije con gusto al abrazarla— Te extrañé mucho abuela.

—¿Qué hay de mi señorita? —preguntó un hombre a mi lado.

—¡Abuelo! —sonreí al ir hacia él.

—Ahora sí espero que en estas vacaciones me ayuden más seguido y no se la pasen durmiendo hasta tarde como en el año pasado —pronunció mi abuela, mi grand-mère, llamada Marie de Moreau, que tenía sesenta y nueve años, unos ojos azules, contextura mas o menos gruesa, cuyos cabellos castaños (recién pintados) la hacían lucir un poco más jovial—. ¿Me entendieron jovencitos? En especial tú Noel.

Mi hermano, de diecisiete años, delgado, cabellos castaños, ojos cafés y pecoso, asintió.

—Yo iré a ver como anda Giselle —añadió mi abuelo Louis Moreau, un señor de setenta y un años, de cabello casi escaso, ojos color azules y contextura delgada—. Espero no hagan tantas travesuras —dijo sonriente antes de retirarse.