Capítulo 3

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Vestidos, carteras, zapatos y joyas era en lo único que podía pensar cuando entraba al mercado de Les Halles cada verano que visitaba Francia, pero esta vez fue diferente. Sí, me compré muchas cosas totalmente nuevas, pero el rubio, que ahora tenía un nombre y nacionalidad, rondaba por mi mente las veinticuatro horas del día.

—Elise ¿en qué estás pensando? —la voz de mi hermana mayor hizo que volviera a la realidad.

—En nada.

—Si claro —rodó los ojos—, entonces ¿qué acaba de preguntarnos nuestra tía?

—Ah... bueno... —no había prestado atención en los últimos treinta minutos. Luego de adquirir mis compras, mi concentración pasó a Roger Taylor y en que estaría haciendo. ¿Habrá cenado? Y si es así, ¿qué habrá cenado? ¿Estará en el hotel o fuera de el? ¿Qué ropa estaría usando? Solo me preocupaba.

—No sé en donde tienes la cabeza —dijo Lorraine mientras sostenía una revista recién comprada—, pero la tía Giselle nos preguntaba si queríamos ir a cenar.

—Sí, vamos —respondí y miré a mi alrededor—. ¿Dónde está?

—Se fue a pagar el disco que quería Noel y dijo que vayamos avanzando a la salida para ir viendo las opciones de restaurantes —bufó—. Tienes que estar más atenta.

—Bien, andando —sonreí falsamente.

Tenía que fingir que me encontraba de maravilla, bueno, en realidad si lo estaba disfrutando, pero los dolores de los golpes que se generaron esa misma mañana, cuando caí a la fuente de agua, empezaron a manifestarse. Mis piernas y brazos dolían, solo quería volver a mi cama y descansar. Tal vez si pensaba en Roger, mis dolores se iban a calmar un poco.

Caminamos por los interiores del mercado de Les Halles, era tan inmenso que incluso yo, que visitaba cada año, me perdía varias veces. Lamentablemente en los últimos dieciocho años ha sufrido diversos cambios. Mi madre me contó que en 1968, cuando cumplí diez años, los proyectos de modificación fueron rechazados por el Consejo de París, al año siguiente algunos pabellones fueron destinados a ser usados para manifestaciones culturales. En 1971 comenzó el crimen, destruyeron los seis primeros pabellones situados al Este de la calle Baltard para colocar una línea de tren y la historia de cambios continuó hasta ahora, cuando anunciaron que se iba a construir edificios, casas y jardines en algunas zonas que eran puestos de mercado o tiendas, lugares en donde la gente trabajaba y se sacaba la mugre por sobrevivir. No sé que rayos trataba de hacer el Gobierno, la verdad, la política ni lo que hacían los alcaldes con las ciudades me interesó, pero Les Halles era parte de mi.
El cielo mostraba el cambio del color morado oscuro a azul, mientras me dirigía hacia la salida del entonces, lo que quedaba del mercado más grande de Francia, veía a los comerciantes en puestos de venta y me causaba tristeza saber que estaban en la recta final, hacían de todo para poder salvarse, colocar descuentos, abrir pequeñas tiendas, atraía a los turistas, pero el Gobierno insistía en arreglar a su modo el mercado, aunque mas bien yo lo llamaría destruir.

Nos dirigimos a un restaurante, que se ubicaba en la zona no tan populosa del mercado (alejado de los puestos ya cerrados, por la hora, de pescados, carnes, frutas, etc). Entramos y observé las mesas, teniendo esperanza de encontrar a mi principe inglés, pero lastimosamente no fue así. Lorraine, Noel, mi tía Giselle y yo tomamos asiento en una mesa de madera con mantel color blanco que tenía bordados con diseño de rosas. Observé la carta del menú y con ligero desagrado trataba de elegir un plato. La gastronomía francesa y yo no combinábamos, pero de algo tenía que sobrevivir.

Fantasy «Roger Taylor»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora