Día 17

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–Es imposible dormir –me dije a mismo.

Se escuchaban cientos de pisadas por todos lados, soldados gritándose los unos a los otros, Paul regañandolos como si de su tutor se tratase y científicos quejándose de los malos tratos. Una alarma empezó a sonar, enseguida le siguieron las demás, el ruido ensordecedor invadió mis tímpanos y mi sala se llenó de color rojo.

Me paré de la cama de un salto tras el escándalo, me puse mi bata y un jean, y me dispuse a salir para averiguar el motivo de semejante bullicio. Al salir, decenas de soldados armados chocaron contra mi, como si de una manada se tratase. Sin prestarme demasiada atención, siguieron su camino.

–¿Qué demonios está pasando? –me pregunté.

–¡Zimmerman! –gritó una voz a mis espaldas, era Paul– ¿¡Qué haces aquí?! ¡Vete, abandona el establecimiento de inmediato!

–¡Espera un segundo! ¿¡Qué ocurre!?

¿Abandonar el establecimiento?

–Nada que no podamos controlar, ahora, largo. –volvió a ordenar.

Las luces rojas parpadeando, junto con el ruido de las alarmas, empezaba a aturdirme.

– ¿Qué ocurr…?

–Silencio –interrumpió Paul con un susurro–. Callate, encierrate en tu cuarto y no salgas bajo ninguna circunstancia.

–Paul, por favor, ¿qué ocurre? –pregunté aterrado.

–Te lo explicaré después, ve. –me pidió.

Acto seguido, se escucharon varios disparos al final del pasillo. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, era Abigail, había escapado.

Al percatarme de este último detalle, no dude en encerrarme en mi habitación como Paul pidió. Me puse tras la mesa mientras escuchaba a soldados pidiendo refuerzos o alguna clase de ayuda. Por varios segundos más, sonaron los disparos de las ametralladoras pesadas, después, varios gritos de dolor. Cuando estos cesaron, se escucharon fuertes pisadas que se acercaban.

Los disparos se hicieron nuevamente presentes, estos continuaron hasta que pude escuchar el leve sonido que hace una pistola cuando se queda sin munición. Estuve a punto de salir, sin embargo, el grito desgarrador que Paul soltó me hizo reconsiderar la idea.

Los micrófonos empezaron a emitir estática hasta que lentamente se convirtieron en voces.

–Mayor Paul, tenemos la orden de cerrar permanentemente el área donde usted se encuentra, necesitamos que usted y los soldados que lo acompañan abandonen el lugar de inmediato –informó el hombre detrás del parlante.

Un rugido se oyó al otro lado y después de eso, mi puerta empezó a ser golpeada con mucha fuerza, esa cosa sabía que estaba aquí dentro. No tardaría en tirar la puerta abajo.

–¡Alejate de esa puerta! –gritó una voz femenina, era Michelle.

Los golpes cesaron, en su lugar, rápidas pisadas empezaron a retumbar, alejándose.

–¡Zack!, ¡sálvate mientras puedas! –pidió Michelle a la distancia, había huido de esa cosa.

Quise ir en su ayuda, sabía que Abigail había ido tras ella pero...no podía. Estaba desarmado, débil y aterrado.

Me puse de pie y me dirigí a la puerta, con mucho miedo la abrí y me dispuse a salir. Caminé unos cuantos pasos, el paisaje era desalentador, al final del pasillo había varios cuerpos de soldados muertos y, enfrente de mi, Paul estaba clavado a la pared con la mandíbula destrozada y fuera de lugar. Reprimí un grito y aparté la vista.

Caminé a paso acelerado, una vez en el final del pasillo, tomé un arma de uno de los soldados que había allí y me dispuse a seguir mi camino.

Caminar guiado por las luces rojas de emergencia sabiendo que había un monstruo suelto, era aterrador, el miedo hacía que mi cuerpo temblase. Pasando por la cocina, vi como una gran criatura destrozaba las paredes y muebles con rabia, era Abigail.  

Por un momento, se extendió completamente, a su máxima altura, su nariz olfateando el aire, todo en completo silencio. Sabiendo que correr no era una opción, caminé hacia atrás con lentitud y me metí en el comedor, desgraciadamente, pise una lata de refresco que a su vez chocó con otra superficie, y otra, y otra…

Sabiendo que el ruido ya no importaba, corrí y me refugié detrás de la barra. Abigail no tardó nada en entrar a la habitación en mi búsqueda.

Miré a todos lados en busca de alguna salida, sin embargo, me encontré con el cuerpo destrozado de Michelle. Ella yacía en un charco de sangre, con el estómago abierto y la columna totalmente rota, sin su pierna derecha y la cabeza casi separada del cuello.

Se escuchó la puerta del comedor nuevamente, Abigail se había ido. Me acerqué un poco al cuerpo sin vida de Michelle. Y pensar que la última vez me comporté como un idiota con mi única amiga verdadera en este vasto lugar. Desearía haber podido decirle lo maravillosa que era, y que me alegraba el hecho de que tuviera novia y fuera a adoptar un bebé. Ahora, eso solo eran planes sin motivos para hacerse.

Me puse de pie para analizar el perímetro. Al instante, me paralicé.

Abigail había abierto la puerta, pero seguía en el comedor.

La tenía delante, el monstruo de casi tres metros de alto mirándome fijamente.

Sus brazos llegaban casi al piso, no tenía nada de pelo en ninguna parte del cuerpo y carecía de cualquier vestimenta.

–Oh, querido Zack –susurró burlándose Abigail, su voz deformada y áspera–, eres tan fácil de engañar.

ABIGAILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora