Mi último día (Día 18)

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No se cuanto tiempo llevaba allí.

El levísimo brillo de los focos iluminaba lo que parecía la celda de cemento de Abigail. No tenía idea de que pretendía, o a que estaba esperando para cumplir todo lo que me había dicho que me iba a hacer. Tampoco tenía el arma, con seguridad aún estaba en el baño.

–Zimmerman –Mi apellido retumbó por toda la habitación. Y a pesar de que se escuchaba aterrador, no pude evitar sonreír.

–Ya era hora, me estaba aburriendo –dije sin importarme mucho el hecho de que iba a morir.– ¿cuál es el plan?

–¿Crees que te lo contaré a ti?– cuestionó.

–¿A quién sino?, no tienes a nadie de tu parte, ni siquiera a Albert –me burlé de ella. Si iba a morir, pronto mejor

Tras decir eso, una fuerte respiración se hizo presente frente a mi. El aliento golpeándome la cara con el olor metálico de la sangre.

–No hables de él –amenazó. Su voz temblaba de ira.

–¿Qué pasará si lo hago?, ¿me matarás antes de tiempo? Qué miedo –dije provocativo, tratando de reducir mi sufrimiento.

–No solo eso, te haré pedazos –advirtió.

–Lo harás de todas formas, Wester –provoqué, haciendo que ella rugiera y me golpeara. Salí volando en dirección a la pared. Sentí un dolor agudo en varias partes del cuerpo.

–Vamos...apenas me hiciste cosquillas. –susurré débilmente. Sentí la sangre brotar de mi boca.

Abigail se acercó a mí de nuevo, una sonrisa que dejaba ver todos sus dientes le atravesaba la cara.

¿Albert obtiene un disparo y yo tengo que sufrir?

–¿Últimas palabras? –escupió.

Mire a Abigail, intentado encontrar similitudes entre ella y la chica que estaba el primer dia, sentada en la camilla. Se ofreció voluntaria, había dicho Albert.

–Hice todo lo que pude y lo hice porque quise –respondí–,  justo igual que tu.

Lo último que vi fue una grandes garras dirigiéndose a toda velocidad contra mi rostro. Luego, todo fue oscuridad.

La rejilla que se encontraba debajo de mi se rompió, haciendo que caiga rápidamente. Tras esto, sentí como una mano se ponía en mi hombro.

–¿Alex?, ¿eres tú? –preguntó una voz masculina, era el Coronel Martinson, mi hermano.

– ¡Thomas! –grité lanzándome a sus brazos y empezando a llorar.

–Estás a salvo hermanita, estás a salvo –repitió una y otra vez tratando de consolarme–. ¿Dónde está Michelle? –preguntó.

Michelle, miré la sortija de mi dedo, fría contra la piel.

–Está muerta, Zack me lo dijo –respondí.

–¿Zack? ¿¡Hablas de Zack Zimmerman!?

–Me lo encontré en los baños, huyendo de ese monstruo –respondí–. Me ayudó a escapar, pero...esa cosa lo tiene, Thomas, tienes que ir a ayudarlo.

–Ese hombre es importante, enviaré un pelotón a buscarlo –dijo cediendo a mi petición.

–Thomas, ¿qué es eso? –pregúnté, Thomas me miró largo rato, pensando y al final negó con la cabeza– Aquella bestia me quito a Michelle y a Zack, asesinó a todos y causó una matanza en la mitad de la base. Tienes que decirme qué es.

–Yo...a decir verdad, no lo sé, probablemente Zack sea el único que pueda darnos algo de luz. –se giró hacia unos planos que había extendido por el suelo, donde varios soldados estaban analizándolos–. Escapaste por los conductos, eso es bueno, pero también es malo. Ven conmigo, iré a advertirles a los demás para que bloqueen todos los conductos y evitar que ese monstruo escape.

Horas más tarde…

Miraba fijamente a los soldados de la expedición. Todos estaban confiados en que sería pan comido, sacar a Zack de allí y acabar con la bestia escondida tras ese enorme bloqueo de acero.

Pero había que andarse con cuidado, Abigail ya había acabado con militares de alto rango ahí dentro.

–Hermana –dijo Thomas dirigiéndose a mi.

–¿Qué pasa? –pregunté.

–Necesito saber algo, ¿dónde fue la última vez que viste a Zack? –preguntó tomando una de mis manos.

–En los baños –respondí– Pero...no sé qué sector era.

–Alex, esto será difícil pero...tienes que venir –Su voz se cortó en la última parte.

–No...no hablas en serio –Era una broma de mal gusto.

–Lo siento, pero tú eres la única que puede guiarnos al lugar exacto donde viste a Zack por última vez –sonaba dolido– Yo no quiero esto, pero…

–Esta bien Thomas, iré– cedí, Michelle estaba muerta, Zack también. Si a Thomas le pasaba algo…

–Estarás a salvo, antes muerto que permitir que esa cosa te ponga un dedo encima –me prometió mi hermano.

Nos separamos y fuimos con los demás soldados. Tomé una bocanada de aire y agarré el arma que Thomas me ofreció. Las puertas empezaron a abrirse. Estábamos dentro.

ABIGAILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora