Huyendo de Abigail

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–Zimmerman, tienes que morir –avisó Abigail, su cuerpo dirigiéndose hacia mi. Sus dientes sobresaliendo fuera de lo normal.

–¡Eso en tus sueños! –grité, acto seguido, levanté el arma y disparé justo en el ojo derecho.

Aquel monstruo retrocedió del dolor.

–Zack Zimmerman, pagarás por esto –rugió aquella bestia, rápidamente, empecé a escuchar sus grandes pasos hacia mí.

Salí a toda prisa del comedor, la cabeza latiéndome con cada pisada. En mi camino, las paredes blancas estaban cubiertas de rojo, salpicante. Y el olor era horrendo. Aparté la vista de los cuerpos despedazados, para mirar al frente, las intermitentes luces de emergencia se habían apagado. Y en su lugar un tenue resplandor salía de las bombillas. Abigail tarde o temprano me alcanzaria, y sería más pronto que tarde. Los altavoces empezaron a emitir estática, y una voz se formó del ruido.

–A todos los que escuchan, hemos enviado un pelotón de rescate al área restringida. Les aconsejamos que mantengan la calma y esperen a ser rescatados, y por favor, manténgase a salvo.

No podía esconderme, no podía huir. Resistir, sí, pero ¿cuánto?

Seguí caminado, el arma en la mano, giré a la izquierda y me encontré con el pelotón ya mencionado al final del pasillo. Tras verme, apuntaron con sus armas y abrieron fuego con el objetivo de abatir a mi perseguidora. Pasé corriendo justo por en medio de los soldados, quienes hicieron caso omiso, y siguieron disparando contra Abigail.

Los gritos no tardaron en hacerse presentes, sabía que solos no podrían contra ella. Paré un segundo para descansar, volteé y vi al monstruo devorando a un soldado, con los demás a sus pies, muertos.

Vamos, mujer. Las cosas no tenían que haber salido así. No como Marcus, no peor. Solo un mal camino para un buen final.

–No creas que me olvide de ti, Zack –dijo mientras devoraba la cabeza del hombre.

Sin energías, levanté el arma. Tenía dos opciones, la primera; afrontar mi destino y tratar de combatir a Abigail.

La segunda; apuntarme a la cabeza y poner fin a mi sufrimiento.

–Voy por ti.

–Ven, inténtalo. –era la desesperación, o quizá sí estaba un poco loco. Mi espalda chocó contra la pared del pasillo, vagamente reconocí el lugar. Y a pesar de la situación, la fatiga, y que no podía pensar con claridad, sonreí.

Abigail corrió hacia mí a toda velocidad. Yo no me inmuté, pero tenía poco tiempo. Una vez tuve la oportunidad, me aparté del camino, evitando la embestida y presionando el botón que se encontraba a mi derecha, haciendo que la puerta de emergencia se cerrará rápidamente, encerrando a mi perseguidora en la más absoluta oscuridad.

–Lo siento, Abigail. No ha llegado mi hora, todavía. –dije victorioso.

Un fuerte puñetazo se escuchó al otro lado, deformando el metal que contenía a la muchacha encerrada.

–Zimmerman! –chilló, con amargura burbujeando en sus palabras. Tras eso, volvió a dar otro puñetazo y destrozó buena parte de la puerta.

Sabiendo que iba a escapar, corrí lo más rápido que pude alejándome de allí. Cuando estaba ya a una distancia considerable, escuché el ruido de un gran metal golpear el suelo, señal de que había conseguido huir. Me metí en los baños, desapareciendo de los pasillos, con la esperanza de no ser visto.

Recordé las notas de Cooper, sus palabras muy presentes ahora mismo: mejor visión, mejor olfato, audición e intuición.

Me acerqué a uno de los fregaderos, coloqué allí el arma y levanté la vista para verme al espejo. En su lugar, reconocí a la persona detrás de mí.

–¿Estas...estas vivo? –preguntó con inocencia. Mi corazón se presionó dolorosamente en mi pecho

–¿Alex? No lo puedo creer –susurré mientras me daba la vuelta.

–Michelle, ¿sabes dónde está? –Dio un paso adelante, estando ahora frente a frente.

Yo no supe responder, ¿cómo iba a decirle?

–Zack, ¿está bien? –volvió a preguntar Alex, esta vez, arrugando su frente y apunto de empezar a llorar. Negué con la cabeza.

–Michelle salvó mi vida –contesté, sin saber muy bien si se lo decía a ella o a mi–, y sacrificó la suya.

La lágrimas inundaron mis ojos, y la tristeza nubló mi mente. Al igual que a mi, las lagrimas empezaron a salir de los ojos de Alex. Apenado, fui y la abracé, poniendo su cabeza contra mi pecho.

–Zack, ¿por qué pasó esto?, ¿por qué tenía que pasarle a ella? –Porque era demasiado buena, demasiado valiente. La lealtad la llevó a la muerte.– Ese monstruo me la quitó.

También le quitamos una vida a ese monstruo. Pero a quién le importa.

–Alex, sé que es difícil, pero tenemos que salir de aquí.

Alex asintió, entre lágrimas. Miré en todas las direcciones, divisando un conducto de ventilación semi abierto. La puerta fue golpeada, casi cayendo de un solo golpe. La chica gritó y yo me quedé paralizado.

–Los encontré –era Abigail.

–Alex, al conducto, ¡ahora! –ordené.

–Pero, Zack…

–¡Vete! –le exigí.

Ayudé a la chica a subir al conducto. Abigail derribó la puerta, al mismo tiempo que tome la mano de Alex en un intento por subir. Cuando estaba casi arriba, creyendo que había salvado mi vida, sentí como una mano rodeaba toda mi pierna en segundos. Las uñas clavándose en mi piel, dolían. Bajé la mirada y Abigail me sacó del conducto de un solo tirón.

–Vamos Zack, tú te quedas conmigo.

Estaba a merced de la criatura. Pude oír como Alex se iba a toda prisa, huyendo. Al menos, uno conseguiría salvarse en esta historia.

–Es momento de que pagues por todo lo que me hiciste, Zimmerman. –me susurró.

Se dio la vuelta y salió de los baños, arrastrándome por todos los pasillos. Sabía que suplicar era inútil, mi destino estaba marcado.

Iba a morir.

ABIGAILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora