Despiertas, miras al techo, te limpias la baba, tallas tus lagañas, levantas la cara sudada del par de pantalones doblados que usas como almohada y te levantas. Sacudes tu cama, tiras las cobijas, acomodas las sabanas y después el cobertor de tigre en el que te engendró tu madre, en el que la engendraron a ella.
Al fondo de la casa, justo dónde se prepara la comida con leña se escuchan aplausos, te acercas con cuidado, con los mal puestos y tratas que no te miren para que no te manden a ofrecer tortillas, y te miran, te miran y sacas una cara de odio como respuesta a la cara de bondad con que te chantajea tu madre, sabes que es momento, llegas al baño miras en el trozo de espejo que tienen colgado y te terminas de limpiar la baba que supuestamente te habías limpiado, así con todo, paseas por la casa pensando y rogando al cielito un tantito de lluvia pero ya no cae nada, no cae desde que comenzamos a manipular el clima a nuestra conveniencia. Somos como simios talando los hilos del puente colgante que nos sostiene.
La mamá te mira, un kilo de tortillas está listo para doña Cuca y tienes la obligación de llevarlo antes de que comiencen a enfriarse, de paso tienes la obligación de tocar casa por casa ofreciendo lo mismo de todos los días, pero a veces nadie te compra, hay días buenos como outfits caros en el pueblo.
Sólo piensas: Me doy asco, me das asco, me dan asco. Los odio en la misma frecuencia de lo odiable para todas las cosas, sobretodo por justificarse el montón de problemas sobre el que se sumergen.
Tus problemas son lo más grandes de todos los problemas posibles, la masa se pone agria pues no se ha vendido, el agua te falta pues no la has pagado y hoy toca ir por leña por vez número 167 desde que no hay gas, pero el gas no se va a comprar con que le vendas un kilo de tortilla diario a doña Cuca.
Así van los días, no hay mejor manera de describir la rutina que copiar y pegar 365 veces lo dicho antes de este párrafo, pero te aburriría y estoy consciente que debemos seguir una rutina para subsistir, a veces las rutinas gustan por su perfección, el orden de las actividades, la poca improvisación que se maneja o te gustan por gustar, porque no hay de otra y así se debe de vivir.
Pero cuando te caga, y perdón por el uso tan explosivo de la palabra, cuando te caga te cagan todos, eres el piso de concreto caliente que inauguró el jefe de la junta auxiliar, todos te pisan y metafóricamente eres al que cagan los perros, así como te cagan los niños detrás de un auto a las 11 de la noche mientras sus mamás les cubren. Te cagan tanto que quedan a la luz dos opciones, permanecer en el aguante o descubrir que tu futuro está escrito en un sitio muy alejado de tu pueblo.
De pronto, el que algo te cague tanto te motiva a no cagarla, a despegar y buscar alternativas que vayan más allá de mudarse a la ciudad, pero a la ciudad no porque matan, así le pasó a mi primo y a tu primo, todos tenemos un primo muerto por salir a superarse, al final de la noche lo razonas bajo el cosmos y tal vez saltar a Marte no suene tan descabellado.
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Luna
ChickLitCuando Eugenio Santiago salió de la Tierra a la Luna se hizo un escándalo mundial . Gente quería ser como él, otros le odiaban y unos más estaban atentos a los medios por el morbo que les causaba la desaparición de un joven.