te quiero.

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He de confesar que cuando te vi, sentí mi corazón latir más rápido, parecía estar a un paso de una taquicardia. No me miraste, o lo hiciste y sólo fue una vez; no volviste a mirar. Me partía el alma, las esperanzas, mi tranquilidad. Mirarte parecía ser la cosa más bella y sanadora de antes, ahora no es más que un catástrofe y pérdida de cordura.
Tu cabello es corto ahora, cabellos de lo que fue y de lo que ya no será caen sobre tu frente y tu sonrisa es tan brillante como el primer día que tuve la dicha de verle y quedar encantada por ella, hechizada a tal punto que me destroza ahora verle de un brillante opaco, diferente. Brilla por alguien más, ha de ser eso.
Sé que mirarnos por una vez más no hará nada en ti. La primavera me lo susurra a cada rato con un morado y amarillo para que no se me olvide. Te juro, amor, que no olvido -ni a ti, como has de ver-.
Estás enamorada de ella, no más de mí; nunca más de mí. Mi corazón parece detenerse de golpe ahora, ¡eh! No me apuro, que mi corazón sintió detenerse justo cuando te miré y me miraste de vuelta y pude jurar ver amor en ellos, pero no por mí. Ya nunca más por mí.
Sin embargo, y con toda esta agonía que me absorbe día a día y me hunde en el pozo de promesas olvidadas y corazones rotos por culpa más que de uno, he de decirte que te quiero. Lo hago, sin más. Sin vergüenzas, ni orgullo. Con el corazón en manos; roto, agobiado y sin más esperanzas. No te pido nada ya, porque ya nada queda.

Sólo, por favor, amor mío; no olvides que te quiero.

I, xx.

still with you | en edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora