Azul Hielo, Azul TARDIS.

¿Cuatro paredes por fuera?

Si el rostro de Elsa hubiese sido capaz de albergar un poco más de palidez, tened por seguro que lo habría hecho. De todas formas, no le hacía falta empalidecer. Era como si la palabra "confundida" estuviese escrita por toda su faz mientras observaba la TARDIS, derecha tras las puertas cerradas y con su bolsa de viaje todavía en la mano.

No daba crédito a la normalidad con la que el Doctor había corrido a manejar los controles de la consola alegremente, seguido por Clara, quien caminaba por la estancia como si no albergase ningún misterio para ella. 

El Doctor esperaba pacientemente la reacción de Elsa, siendo consciente de ella en todo momento mientras estiraba palancas y pulsaba botones aquí y allá. La chica del hielo estaba tardando más que ningún otro que había tenido el privilegio de entrar en la cabina azul. Y es que, para ella, la nave constituía algo magnífico, pero había algo que no le cuadraba...

—Por fuera tiene cuatro paredes...—hizo una pausa a la vez que miraba a su alrededor con el ceño fruncido, sin comprender—. Pero no es así en el interior—concluyó, mirando al Doctor y Clara en busca de respuestas.

Las cejas de Doctor y acompañante se alzaron casi al unísono, aunque no denotaban las mismas emociones. Mientras que Clara rezumaba sorpresa por todos los poros de su rostro, la expresión del Señor del Tiempo era toda orgullo. Jamás, en un milenio de Tiempo y Espacio, había sido testigo de una reacción a la TARDIS similar a la de Elsa. Aunque tampoco había tenido nunca a nadie con poderes de hielo a bordo, a pesar del enigma que representaba su Chica Imposible o el que representó el Lobo Malo en su momento.

El Doctor rió y Clara sonrió con él.

—¡Magnífico!—exclamó, abriendo los brazos y cerrándolos enérgicamente, uniendo sus manos en una palmada.

Elsa, por su parte, no reía y tampoco entendía el motivo de tanta alegría. ¿Acaso se estaban riendo de ella?
Clara, que ya había pasado por eso de ser nueva en la TARDIS, acudió en su ayuda.

—Más grande por dentro, arte de los Señores del Tiempo—aclaró.

Elsa asintió en respuesta y subió la rampa hacia la consola de la TARDIS. Dejó su equipaje en el suelo, bajo los mandos de la nave. Una vez tuvo las manos libres, se tocó el recogido y se deslizó una mano por la cara, bajando desde su frente hasta su cuello. Lejos de eliminar la confusión y la ansiedad que invaden su apariencia, como así lo pretende ella, lo que consiguió con ese gesto fue acentuarlas más todavía.

¿Por qué no había hecho más preguntas antes de decidir despegar hacia Dios sabe dónde? ¿Cómo había podido cometer la irresponsabilidad de marcharse horas antes de su coronación, dejando a Anna completamente sola al mando de Arendelle? La chica estaba al borde de una crisis nerviosa cuando una palabra resonó en su mente.

Esperanza.

Se obligó a recomponerse y cuando se creyó preparada se giró para dar la cara al Doctor y su acompañante. Todavía no era demasiado tarde para hacer preguntas.

—Esa persona que me lleváis a visitar... ¿Cómo estáis tan seguros de que va a poder ayudarme?

La joven se detuvo ante ellos con el porte de una reina, reposando sus manos una sobre la otra a la altura de su estómago, gesto que era habitual en ella, en parte por compostura y en parte como forma de retener sus poderes. Cualquiera diría que era la misma que hace tan solo unos segundos se estaba derrumbando por dentro.

—¿Me crees si te digo que no eres la única persona con poderes de hielo que existe?

El Doctor se acercó a ella con una pequeña sonrisa y tomó las manos de Elsa entre las suyas, infundiéndole más confianza de la que nadie jamás había hecho. Los ojos de la chica se encharcaron al notar contacto a través de sus manos enguantadas. Ese extraño hombre de la pajarita no parecía estar asustado de ella ni de lo potencialmente peligrosa que podía llegar a ser. Elsa empezó a pensar en la otra que tenía la capacidad de producir hielo, en otras personas cogiéndola de las manos o simplemente tocándola, en ser aceptada, en no tener que esconderse nunca más... En recuperar el tiempo perdido con Anna.