• Día 5 •

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Contaban las viejas leyendas que existía un hilo rojo que unía irremediablemente a aquellos destinados a amarse en todas sus vidas

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Contaban las viejas leyendas que existía un hilo rojo que unía irremediablemente a aquellos destinados a amarse en todas sus vidas.

La historia era tan vieja como el viento y como el agua; pasada de generación en generación de abuelos a nietos, de tías a sobrinos, de madres a hijas.

¿Qué era el hilo rojo del destino?

Esa era una pregunta que todos formulaban alguna vez en su camino.

Muchos decían que era un cordel que no podías ver, y sujetaba tu dedo meñique hacia el de tu alma gemela. Desde que nacías hasta que morías; desde que eras polvo y en polvo después te convertías.

Que podían enredarse y estirarse, e incluso ovillarse; pero nunca, nunca desgastarse.

Algunos clamaban que no necesitaba ser rojo.

Otros decían que ni siquiera era un hilo. Que solo era tu alma sintiéndose en sintonía con la de otro.

¿Qué importancia su forma tenía?

Si lo que importaba era aquello que el hilo unía.

Decían algunos que tu vida se sentía realizada cuando el hilo finalmente se acortaba; marcando que estabas al lado de tu compañero cuya alma para ti brillaba.

Pero, ¿y aquellos que sin conocerlo lo habían perdido?

¿O todos los que al final se habían rendido?

Para eso no existía la respuesta. Después de todo, ¿quién desea vivir una vida sin conocer a aquel que le daba todo el sentido?

El hilo rojo era absurdo. Pero también era hermoso.

Era la marca de un sinfín de historias; pero también el sello de finalización de muchas otras.

Muchos preferían vivir sus vidas sin conocer de su existencia.

Y así, ¿quién los culpaba? Era mucho mejor vivir en ignorancia.

Eso había pensado alguien. Muchísimos años atrás, cuando el mundo todavía parecía no tener sentido.

Existían muchas almas gemelas que se adoraban. Pero como las suyas, nadie las igualaba.

Tenía el cabello rubio y los ojos como dos explosiones que podrían haber hecho estallar el universo. Era terco, determinado y tenaz. Una persona a la que no podías llamar ineficaz.

El hilo rojo no existe, se decía muy a menudo.

¿Quién creería en una sarta de mentiras? Al mundo le gustaba vivir en una fantasía.

Solo existía el aquí y el ahora. Ser un héroe, salvar a las personas del ataque de crueles villanos sin escrúpulos. Era más fácil convencerse de todos esos disimulos.

No había tiempo para el hilo rojo. Todo era mejor cuando el mundo no pensaba en esas tonterías.

Pero el mundo también era hermoso; porque podía estar lleno de hilos rojos que nadie era capaz de apreciar a simple mira.

KiriBaku Week 2019 - [BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora