Cuídame.

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Ya habían pasado unas cuantas horas desde que los padres de Roger se habían ido, ambos adolescentes estaban tratando de idear un plan para que Brian pudiese ir a su casa, eran ya las nueve y cuarto de la noche, ambos estaban sentados en la sala de estar junto a un plato con distintas botanas.

—Entonces, ¿me llevarás a mi casa a buscar ropa y a saludar a mis padres?— dijo el rizado con cierto temor a encontrarse con la ebria cara de su padre esperándole con aquel cinturón de nuevo.

—Estaba planeando dejarte allá de nuevo, porque no vivirás aquí, ¿o si?— esa pregunta estalló en el rizado como una granada de alto alcance.

—Obviamente no.— río nervioso.

—Si quieres quedarte un tiempo mis padres no se molestarán.— dijo el rubio sonriente.

—No lo sé Rog, sabes como son mis padres.— bajó la mirada recordando aquellos azotes por parte de ambos sin razón aparente.

—¿Estás bien Bri?— miró con cierta preocupación al rizado por la única reacción que le dió.

—Eh, si.— en su garganta se hizo un nudo y su estómago se apretó, estaba con los nervios de punta.

—¿Quieres ir ahora? Y aprovechas de dormir allá, en la mañana voy por ti.— dijo Roger mientras sonreía tiernamente.

—Está bien Rog, llevaré mi mochila.— el rizado se levantó de su lugar y le dió lentamente la espalda al contrario yéndose rápidamente.

Subió las escaleras con rapidez, cuando llegó suspiró y unas cuantas lágrimas salieron de sus ojos reflejando la realidad con la que debía lidiar.

15 minutos después.

Brian tenía lista su mochila con sus cosas iniciales, arregló bien la cama de su acompañante y salió de la habitación suspirando.

Miró con desesperación las escaleras y lentamente bajaba, Roger lo esperaba abajo con las llaves de su auto en las manos mientras a la vez jugueteaba con ellas.

—Bien, Rog, estoy listo.— fingió una sonrisa y golpeó sus carteras.

—Vamos.— dijo Roger con una sonrisa.

El rubio se puso en seguida sus lentes de sol algo cafés oscuros para manejar, eran sus favoritos, mientras conversaba con Brian miraba de vez en cuando la cara del contrario preguntándose cómo aquel hermoso ángel podría ser lastimado.

Cuando ya estaban a punto de llegar, Brian comenzó a notar como su respiración se agitaba y como pequeñas y ligeras gotas de sudor se desprendían de su piel secándolas a la vez con su dedo índice.

Estando ya fuera, Roger miró a Bri con calma y estiró su mano.

—Bien, nos vemos mañana en la mañana, ten listas tus cosas para entonces.— dijo Rog sonriente.

—Roger, una cosa, si te llamo tarde, susurrando, por favor ven a buscarme, te lo suplico...— dijo en un tono lamentable y preocupante.

—E-está bien Brian...— dijo preocupado por el obvio hecho de la situación un tanto tensa.

El rizado buscó tranquilidad en el contrario abrazándolo y suspirando levemente en su hombro, se separó lentamente esbozando una pequeña sonrisa y aspirando cautelosamente su perfume.

Se despidieron y Brian descendió del auto con cuidado. Viendo como Roger aceleraba yéndose sin él, un increíble dolor atravesó su pecho cuando perdió de vista al pelirrubio. Al igual que su compañero, Roger sintió un fuerte dolor en el costado izquierdo de su pecho cuando ya no podía ver a Brian a través del espejo de su auto.

Brian ignoró ese hecho y comenzó a caminar lentamente a la deprimente estructura que allí había, abrió con cuidado la reja de color negro que rodeaba su hogar y cerró la misma.
Recorrió el camino de adoquines que conformaban el pequeño caminito que llegaba directamente a la puerta de su casa para finalmente abrir la oscura puerta un tanto rota que le daba la bienvenida nuevamente.

—Hasta que llegaste.— una voz femenina se oyó desde la cocina.—¡Abandona familias de mierda!— dijo la misma.

—Madre...— dijo tristemente mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.—No fue mi intención...— frotó sus ojos.

—¡CÁLLATE!—dijo furiosa.—pedazo de mierda, ¿¡TE ATREVES A LLEGAR ASÍ?!.— alzó la voz.

—Madre...—

—¡NO ME DIGAS MADRE!—

Brian cerró sus ojos con fuerza y sollozó.

—Mírenlo a él, durmiendo en casas ajenas.— dijo furiosa mientras se levantaba de su lugar con un cinturón de cuero en la mano derecha.

—P-... ¡MADRE NO!—su cara cambió de tristeza a desesperación, miedo, trauma, lo único que pudo hacer fue rendirse; como siempre lo había hecho, después de todo no podía hacer nada.

La mujer se levantó, zamarreó al menor con ambas manos logrando así que se desestabilizara por completo cayendo indefensamente al piso golpeando su cabeza. Brian miraba como aquella persona lograba ser tan cruel y alcanzar miedos nunca antes vistos o sentidos por el.. Su madre continuó pateándole el estómago con rabia, alzó el cinturón en el aire, casi en el techo y lo dejó caer sobre el muslo del contrario. Así lo azotó durante varios minutos en todo su delgado cuerpo dejando marcas que dolerían más tarde o bien dejando marcas con sangre.

Para finalizar, golpeó su rostro en reiteradas ocasiones causando que éste se pusiera de tonos morados, rojos y que en inclusive sangrara.

Cuando su madre paró, lanzó una carcajada y se volvió a hundir en aquel sillón como tanto lo disfrutaba.

Brian desesperadamente se arrastró hacia su habitación tratando de huir silenciosamente, tomó un teléfono con cuidado que en una pequeña mesa del pasillo yacía y se encerró en su habitación.

Estando ya adentro, vió como habían en su cuarto muebles rotos, botellas quebrajadas, y su guitarra... destruida.

Brian pensó que no era momento de llorar, si no de que pedir ayuda. Se encontraba en condiciones terribles y debía llamar a el que sería su rescate definitivo.

De esa misma mochila sacó un pequeño recipiente el cual contenía base en polvo, se acercó a los restos del espejo que habían roto y trató de ocultar aquellos moretones que el cinturón le habían dejado.

Se escondió abajo de la cama ya que oía como su madre lo llamaba furiosa, temía de que su padre hubiese llegado y que lo golpeasen ambos.

Marcó rápidamente un número de teléfono y rezó porque éste le contestase. Aprovechó de sacar un poco de dinero que tenía bajo su lecho y lo empacó en su mochila.

Llamó y a la primera vez no habían resultados, escuchaba como su madre gritaba aún más enojada porque no le hacía caso, su desesperación era enorme, marcó una segunda vez y cuando contestaron: su madre le encontró.

Tiró el teléfono a la cama de Brian y comenzó a insultarle y a pegarle con su misma mano, al otro lado de la línea continuaban diciendo '¿diga?', aunque el receptor de la llamada guardó silencio en cuanto oyó al rizado gritar.




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¡Hola! Lamento mucho la tardanza, la escuela no me deja estar muy activa con esto, así que trataré los fines de semana estar más activa, wOop.💗 (aprovecho de decir que publiqué una historia que tiene a Brian)🤠

Sweet Love Of Mine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora