Capítulo trece.

168 24 18
                                    

"Milagro"
Suceso extraordinario y maravilloso que no puede explicarse por las leyes regulares de la naturaleza y que se atribuye a la intervención de Dios o de un ser sobrenatural.

Narra Brian.

Habían pasado unas cuantas horas pero yo seguía igual, era divertido estar flotando por aquel edificio; subía y bajaba los pisos viendo a los distintos pacientes que allí estaban. Había uno con hepatitis, uno con malestar estomacal y uno con fiebre muy elevada. Hasta que bajé donde estaba yo. Roger seguía llorando brutalmente, golpeaba cosas, las empujaba e incluso se tiraba el mismo el pelo gritando.

—¡ES MI CULPA MALDITA SEA! ¡POR MI HA MUERTO!

Mi corazón se rompió en mil pedazos, Roger estaba sufriendo y yo no estaba presente para consolarlo. Me sentí horrible, asquerosamente mal, quería volver como fuese a mi forma original. Miré a mi cuerpo e hice lo posible para volver.

Había visto en un par de películas que debía tirarme así sin más a mi yaciente cuerpo, así que lo hice, pero no funcionó...

Me metí por la boca y aunque fue extraño, funcionó. Pude sentir aire en mi cara y como la máquina volvía a sonar, fue demasiado raro. Las doctoras se acercaron a mi y al ver que estaba respirando, me miraron muy desconcertadas y rápidamente me atendieron. Limpiaron con cotones suavemente mis heridas y me dieron unos cuantos shocks que pude sentir dándole estabilidad a mi pulso. Mis daños ya estaban más cicatrizados por suerte, por lo que sólo había que poner vendaje. Me envolvieron en el mismo y me sentaron cómodamente dejándome solo unos minutos.

Noté como a Roger le brillaban los ojos al verme despierto, dejó de golpearse y de golpear las cosas para dedicarse a mirarme asombrado y emocionado, su sonrisa era mi mayor bendición, y cuando en su rostro se alzó una, no pude hacer nada más que devolverle la misma con euforia. Me fijé en que iba a pasar, por lo que me arreglé allí mismo y me senté con mayor comodidad en la pálida camilla.

—Hola...— oí desde la puerta.

—H-hol-..— antes de terminar me interrumpió.

—Bri, no debes hablar, puede dolerte si te esfuerzas...— sollozó.

Asentí delicadamente.

—Bebito, Bri, soy yo, Roger...— dijo.

¿Roger me había llamado bebito? Una silueta con dorados cabellos y penetrantes ojos azules apareció en la puerta; era justamente Roger...

—¿Te sientes mejor?— dijo mientras tomaba asiento a mis pies.

Asentí nuevamente.

—Bri... yo... n-no era mi intención que terminases así...— pude notar dificultad en sus palabras, estaba totalmente afectado por lo que había sucedido. —Todo lo que te pasó ahora, fue un milagro, no sabes cuánto agradezco eso...— dijo mientras tomaba mi mano y la frotaba suavemente...

Sus lágrimas caían en mis manos, por lo que sólo accedí a decirle.

—Rog, no debes culparte por esto... lo hice por ti, te aprecio demasiado como para haberte dejado sólo con esa loca...

—Pero... moriste... y reviviste...— dijo confundido.—¿Cómo fue eso posible?—su mirada estaba llena de curiosidad.

—Bueno... dejarte sólo nunca fue una gran idea, y me hubiese dolido verte con el corazón destrozado, por lo que decidí volver contigo, Roggie.— dije suavemente con una sonrisa.

Dos días después.

Narra Roger.

Todavía no puedo creer que Brian haya... ¿revivido?, fin, la cosa es que estuve estos dos días junto a él, fue entretenido ya que ambos nos contábamos chistes y yo cuidaba de él como si fuese un bebito pequeño. Limpiaba su carita, le daba comida, le cambiaba la camisa, lavaba su cabello y vaya que era divertido. Hace ya un día el vendaje no estaba pero las pequeñas cicatrices todavía permanecían allí... Agatha es una maldita asesina... una loca.

—Rog, ¿crees que saldremos de acá pronto?—preguntó con aquellos radiantes y brillantes ojos hazel.

—Mh, no sabría decirte la verdad Bri, pero yo creo que-.

Una enfermera me interrumpió con unos pesados pasos fuera de la sala, el ruido se fue intensificando hasta el punto de estar en la sala, era una muchacha rubia y esbelta de penetrantes ojos verdes con toques azules y unos tacones rojos.

—¿Señor Brian Harold May?— preguntó con una cálida voz.

—Soy yo.— dijo Bri.

La enfermera anotó algo en su ancha libreta y me miró, estaba atónito por la belleza de la joven, pero siendo sincero, junto a Brian ella se queda horrenda. (Sin ofender, enfermera imaginaria que está en mi pensamiento).

Se retiró de la sala en cuanto Brian terminó de hablar y desapareció de mi campo de visión dejando un agradable aroma a fresas. Unos minutos más tarde llegó un doctor bastante alto, de cortos cabellos cafés, ojos tan azules como un océano, figura marcada y robustas piernas para decirnos:

—Señor Brian May, usted está dado de alta, puede retirarse, debe pasar a justificar su salida y retirarse, que tenga una maravillosa tarde.— le dijo suavemente a Brian.

—Muchísimas gracias doctor.—exclamó feliz Bri.

Era hora de irnos y yo lo sabía, por lo que tomé las cosas que estaban manchadas con sangre y las dejé en una bolsa para luego retirarme con ellas.

30 minutos después.

Ya habíamos llegado a casa, por suerte había limpiado antes de quedarme con Brian en el hospital, lo llevé con cuidado a mi habitación que estaba totalmente aireada y sorprendentemente ordenada y le dije que se sentase en mi cama.

—Brian...— dije temeroso por lo que fuese a pasar.

—¿Rog?

—¿Sabes bien que te aprecio mucho, no?

—Claro.

—Creo que ese aprecio se alteró y...

—¿Y?

—Algo más pasa con mis sentimientos hacia ti... te veo como algo más...

—¿Mejores amigos?

—Eh...

Sweet Love Of Mine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora