Prologo

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Los gritos de sus compañeros soldados, se ahogaron en el fuego, hasta solo llegar a oírse el crujir de la madera en llamas y la carne calcinándose.

Una candente luz alumbraba levemente a un hombre joven con mirada asustada, que sentando en un rincón de una tienda de acampada de lo que parecía ser un campamento militar. Este arranco la última hoja de uno de sus libros favoritos y en el charco de sangre junto al que estaba sentado, mojo su pluma falta de tinta y comenzó a escribir.

''Toda historia merece un buen final, un final marcado por el destino, un final inesperado, un gran final. Mi final ha llegado, pero ni yo ni nadie recordaremos dicho destino, pues no quedara nadie con vida después de esto.
Pido a los dioses, si de verdad que hay alguno, que cuiden de mi hijo...''

Finalmente, una firma al pie de la carta dio por acabado su mensaje de despedía.

Salió a toda prisa de la tienda, agarrando el primer caballo a su vista.
Doblo la carta, la oculto bajo la montura y azoto al corcel para que lograra partir lo antes posible y huir del lugar con el mensaje a salvo.

No fue esa acción lo único que espantó al caballo, puesto que poco después de irse, se escuchó el aterrador rugido de una poderosa bestia, que al parecer lanzo a un hombre partido por la mitad por los aires, cayendo por mísera casualidad a los pies de este hombre joven, quien estaba a punto de conocer a dicho monstruo...

Su espíritu se desvanecía al contemplar las tripas de aquel compañero empapando sus botas de piel y rodeándolo con su sangre.

Las pisadas de la bestia aproximándose a él, removían la sangre bajo el.

Aún quedaban hombres de armas que corrieron junto al hombre, para acompañarlo en la batalla, facilitándole un arma y un escudo.

-¡Toda ayuda es poca!- Grito el que parecía estar al mando.

La enorme bestia se dejó ver, pero lo más impresionante no fue la bestia..

Según las leyendas de los dioses Kranzianos, la bestia parecía ser el poderoso dragón Zerbios, el dragón del caos destinado a despertar de su sueño eterno cuando el mal fuese rencarnado en una persona.

Dicha reencarnación era sin duda el jinete con armadura demoniaca que domaba sin ninguna dificultad a dicha leyenda alada.

Zerbios, el dragón del caos, se inclinó hacia un lado para facilitar la bajada a su dueño.
Este enmascarado guerrero oscuro, salto de su montura y aterrizo con sus grebas negras, empuñando un extraño y terrorífico acero oscuro, con su hoja forjada con el único fin de desgarrar cualquier carne que se antepusiese en su camino...

Se quitó el yelmo, dejando ver su rostro a sus próximas víctimas, con el único propósito de que lo último en lo que pensasen fuese la cara de quien les iba a arrebatar la vida.

Haciendo retroceder a los soldados del terror que imponía dicha mirada de maldad, siendo el hombre joven el único que no consiguió ser intimidado.

Su mirada se clavaba en los ojos de aquel compañero muerto a sus pies, sin sentir el efecto de la mirada de maldad de aquel guerrero demoniaco.

''Todo está perdido... Abandonad vuestras vidas y entregaos sin resistencia'' Propuso el caballero oscuro, esperando respuesta de aquel que no retrocedió.

La respuesta no fue la esperada, ya que sin mediar palabra, vacío sus pulmones con su decidido grito de batalla y corrió con ceño fruncido hacia su adversario.

Consiguió con una acción tan inesperada, que los soldados que le acompañaban, empuñasen sus armas y las blandieran contra su enemigo.

Aquícomienza todo...

Sudor de SangreWhere stories live. Discover now