Capitulo 2 - Temblor (Sin editar)

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Una vez en el pueblo, Gáztull se despidió de Angar y Laira —Voy a asearme chicos, os veo luego —Se giró para volver a su casa, pero antes se volvio a dirigir a ellos, añadiendo una última cosa. —Por cierto... Muy rico ese pinchito de ardilla—.

Angar levantó el brazo por encima de su cabeza y olfateó su axila apartando la cara rápidamente. —Sí, creo que yo también voy a asearme hasta que me cambie de color la piel —dijo riéndose de sí mismo

Laira se rio del comentario de su hermano y se despidió de Gáztull, saludando con una mano.   —Muy bien, pues nos vemos luego ¡Adiós Gáztull! —este le devolvió el saludo y marcho hacia su casa.

Los hermanos, volvieron a casa, tan silenciosa y vacía como siempre, ya que vivían solos; El suelo de la casa era de madera, al igual que las paredes, el techo y los muebles. En la sala principal, rodeada por cuatro cuartos, se encontraba en el centro una mesa redonda rodeada por cuatro sillas, un cuenco repleto manzanas verdes y una delgada pero ligera espada aun en su funda. Al fondo de la sala, había una vieja y grande hoya colgada sobre una chimenea apagada que se sostenía mediante trozos artesanales de hierro, allí era donde Laira preparaba las comidas para ella y su hermano, no contaba con una gran habilidad para ello, aunque de los dos hermanos, sin duda, era a la única capaz cocinar algo comestible.

Al entrar a la casa, Angar se quitó la camiseta colgándosela en el robusto antebrazo, dejando así su fortalecido torso al descubierto empapado en sudor y mostrando sus enormes cicatrices que cruzaban la espalda de un lado a otro. Caminó en dirección a uno de los cuartos deteniéndose ante la puerta, agarró la manivela y pensativo, se quedó un buen rato sin hacer nada.

Laira, mientras dejaba la bolsa del almuerzo sobre la mesa, miró a Angar extrañada
—Hermano... ¿Te sucede algo?

Este reaccionó y mientras abría la puerta le contesto rápidamente —No nada... solamente pensaba. —sonrió sin más. —¿Podrías calentarme agua en el cubo? Voy a quitarme la mugre...

Laira asintió con energía —Si, por supuesto hermano, tardará un poco.

Angar mantuvo la sonrisa sin mirar atrás —Gracias, mientras iré enjuagándome —contestó entrando dentro y cerrando la puerta cuidadosamente.

Minutos después...

Se encontraba sentado y desnudo en el banco de aquel oscuro cuarto iluminado únicamente por la luz del atardecer, que débil, entraba por una pequeña ventanilla a lo alto de la pared de madera.

Se frotaba con una toalla humedecida en agua fresca, mientras esperaba el cubo de agua caliente. —Agüita calentita es lo quiere mi cuerpo, nena. Agüita calentita es lo que te voy a dar a ti, mi amol —cantaba una extraña canción mientras hacía espuma con el jabón al restregarlo contra sus axilas.

El tiempo pasaba y Angar empezaba a titiritar de frío, encogiéndose de hombros y rodeándose así mismo con sus brazos. —¿Por qué tarda tanto..? ¿No quedaba leña? Yo creo recordar que traje un montón la semana pasada...

Entonces, un alboroto en el pueblo llamó su atención. —¿Han empezado las fiestas del pueblo...? Si aún estamos en época de floración... que raro. —se preguntaba este. Rápidamente saltó hacia la pequeña ventana del aseo, Aferrándose con sus dedos en el marco de esta, sosteniendo todo su peso únicamente con sus manos. Flexionó sus fuertes brazos para lograr asomarse por ella pudiendo contemplar así lo que ocurría en el exterior.

Por desgracia, La ventana daba a la parte de atrás de la casa, por lo que ni asomando la cabeza lograba ver lo que sucedía en el centro de la aldea, tan solo campo y la parte de atrás de otra casa, la de su amigo Gáztull. Los gritos desgarradores de los habitantes ya eran más que suficientes como para incitarle a salir y ver qué era lo que estaba ocurriendo.

Sudor de SangreWhere stories live. Discover now