Capítulo 6: Recaída.
¿Has sentido alguna vez la sensación de que estás a punto de romperte? ¿Cómo si fueras un castillo de arena y pudieras ver cómo se acercaba la tormenta capaz de deshacerte?
Así me sentí yo al ver a Lepras ahí tumbado, aún más pálido que de costumbre, lleno de cables por doquier y una respiración tan calmada que casi parecía muerto.
No era justo. Él era un buen tío, todos lo sabíamos. Todos lo queríamos. Bueno, queremos. Pensando eso me di cuenta de lo cierto que era. Le quería. No como a un novio, como a un hermano. Él se había convertido en eso para mí. Era, a decir verdad el primer amigo que había tenido en años. No le importaba quién era yo, simplemente me había dejado entrar a su mundo, y eso, para mí era tan importante que dolía.
Después de años pensando que no valía nada, que no tenía ni siquiera por lo que vivir, había venido él, con su voz de crío, su sonrisa amarillenta y un sentido del humor, como mínimo, peculiar. Y eso era todo lo que yo necesitaba. Alguien real, distante de las máscaras de la sociedad. Alguien que no juzga por que está harto de ser juzgado. Alguien como él, como yo, como la mayoría de los que estamos aquí dentro, como muchos de los que están allí fuera.
Llevaba ya tres días así, y en esos tres días me había dado cuenta de lo importante que era él aquí. Todos, sin excepción, habían venido a verle. Humanoide, Debbie y yo, ni siquiera nos íbamos. No nos atrevíamos a hablar mucho entre nosotros, pero se notaba, ellos al igual que yo estaban a punto de “romperse” también.
Aquella tarde nos encontrábamos Debbie y yo, sentados en el suelo, delante de la habitación asignada para Lepras. Ella había venido con un par de bollos robados del desayuno, uno para mí, y verla me partió el alma. Llevaba su larga melena oscura enmarañada, unas profundas ojeras y la nariz roja. Nunca me lo diría, pero yo lo sabía, había estado llorando cual niña al perder su peluche preferido, y eso me sorprendió. Esos dos no es que parecieran precisamente los mejores amigos en el planeta.
- ¿Cómo está? – Me preguntó.
- Igual. – Respondí sin ganas.
- Va a salir de ésta. Siempre lo hace. – Me dijo acariciándome el hombro.
- ¿Siempre? – No pude evitar cuestionarme cuántas veces le había pasado. Es más, ni siquiera entendía bien por qué estaba allí.
- Es lo normal si estás enfermo. – Me contestó mirando el suelo.
- ¿Enfermo? – Abrí mucho los ojos sin darme cuenta. – ¿Q-qué quieres decir con eso? – pregunté.
- Claro. ¿Si no por qué iban a llamarle Leproso? – Mi cara debió ser todo un poema porque sonrió a pesar de todo , una sonrisa que no le llegó a los ojos, y negó con la cabeza.
- (…) ¿Sabes por qué le llaman así? – Me preguntó clavándome sus dos océanos, ahora exentos de su brillo habitual. Negué con la cabeza. – Tiene SIDA. – Me contestó. Yo por mí parte abrí mucho los ojos con la mandíbula a punto de desencajarme.
- ¿ES GAY? – Pregunté quizás mucho más alto de lo que me hubiera gustado. Ella se echó a reír.
- No sé, pero tú desde luego, imbécil eres un rato. ¿Crees que sólo los gays tienen SIDA?-
- E-esto…- Creo que me sonrojé y como acto reflejo agaché la cabeza.- ¿No es así? – pregunté avergonzado.
- Pues no, bestia. – Me dijo dándome un golpe en la nuca. – Se pasa por la sangre, hay más formas de pillarla.
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Último Aliento
HumorSinopsis: Jonny Sanders, un chico solitario sin amigos y con una madre un tanto peculiar con la que apenas habla, entra y sale de los hospitales como si fueran discotecas. Hasta que un buen día es ingresado en un centro de rehabilitación por sus tra...