L E G A D O | 7. Caprichosa

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En anteriores capítulos de Legado...: Alba es la recién llegada al trono de Isla Peseta. Natalia, opuesta al régimen, se infiltra como asistente personal de la reina para destrozar la monarquía desde el interior. Natalia descubre el gran plan de la reina: reconquistar los territorios que su familia perdió durante los años. Alba tiene un sueño erótico con su asistente y cuando se la cruza, envuelta en un deseo permanente, le pregunta si se acostaría con ella. 

Las cuatro palabras que formaban aquella atrevida y desvergonzada pregunta entraron por los oídos de Natalia sin remedio, sin posibilidad de dar marcha atrás. El rostro de Alba se desencajó, dando una imagen poco habitual. ¿La reina arrepentida? Pero ya era tarde para lamentaciones, aquel "¿Se acostaría conmigo?" había atravesado ya los tímpanos de su joven asistente. Habían volado desde su más interno y ardiente deseo sin pararse a pensar consecuencias. No había hecho lo que su madre le había insistido tantas veces desde sus primeras clases de protocolo, apareciéndosele en el hombro como si estuviera en una película de animación: Alba, antes de hablar, medita. Aunque sea un gracias, un por favor o un saludo. No olvides que serás una figura pública de alta responsabilidad. Se espera de ti una educación irrefutable.

—¡No! —fue tan rotundo, tan áspero, tan rápido y cargado de tanta repugna que a Alba se le congeló su sangre azul.

Fue un rechazo descarado y casi violento con un tono muy parecido al que la asistente había usado en su erótico sueño. Un cosquilleo le subió las piernas al rememorarlo con ella delante sin que su mente entendiese por qué la indisciplina le causaba tanto rubor. La voz ronca y ruda de Natalia se le había quedado rondando en la oreja como un eco inacabable, provocándole descargas eléctricas que la mareaban.

—No ahora, majestad, quería decir—corrigió con cierta vergüenza. Si la temperatura de Alba se había disparado, la de Natalia rozaba la hipotermia. Tan pronto como soltó aquel monosílabo se dio cuenta de su error, porque la boca que había exclamado con tanta seguridad y repulsa no era la de Eilan, sino la de Natalia. Había mostrado su identidad secreta, se había quitado la careta delante de la persona menos adecuada. Si hubiera sabido lo que la entrepierna de la reina tramaba, no se hubiera torturado  durante los segundos posteriores al no—. Tenemos una importante reunión con el jefe del ejército, le recuerdo—sonrió falsamente, llena de inseguridad y tics nerviosos. No podía sacarse de la cabeza lo que acababa de ocurrir, torturándose por aquella respuesta.

—¿Y después?

—Majestad, tenemos que irnos—insistió intentando desviar la el tema—. Vístase, la esperaré aquí—Alba seguía mirándola con los ojos deseosos mientras cerraba la puerta tan lentamente que dolía. Cuando oyó el cierre, Natalia suspiró con un alivio amargo. Se había escapado por ahora. Empezó a andar de un lado a otro por el pasillo. Por qué quiere follar conmigo. Hostia, qué cringe. No la tocaría ni con un palo. Y por qué yo, joder. Puede tener a cualquier mierdoso príncipe o princesa del maldito planeta. Por qué la republicana. Por qué. Qué puto asco, por dios. Un escalofrío le sacudió todo el cuerpo mientras se imaginaba en una cama de sábanas de terciopelo y cabecero de oro con la reina a horcajadas sobre ella.

—Vamos—irrumpió de pronto en el pasillo con un traje de chaqueta burdeos muy propio para una reunión como la que debían afrontar. Natalia la miró de arriba abajo. Mira que si no fueras tan gilipollas hasta me lo pensaba, princess—. ¿Y esa sonrisilla? —inquirió.

—Está muy elegante, majestad—sonrió complaciente. La situación de pronto le parecía graciosa.

—Espero que no tenga nada que ver con lo que acabo de proponerle—la miró de reojo mientras andaban con un ritmo rápido. El gesto de la asistente volvió a tensarse—. Ni que decir tiene que esto debe de quedar entre nosotras.

1001 CUENTOS DE ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora