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-vamos Heydel, mueve esas piernas

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-vamos Heydel, mueve esas piernas.

-no doy mas. Digo a como puedo.

La siguiente fase a la que se refería Breth era practicar ejercicios, se supone que el ejercicio moldea tu cuerpo; claro esta que no todo cuerpo le va la misma rutina; no se equivoco, hoy en día le agradezco haberme obligado a correr todas las mañanas desde muy temprano, hacer 50 abdominal y 50 pechadas al día sin mencionar los demás ejercicio pesados después de correr.

Solo tenía una semana de correr a las cinco de la mañana junto a él y sus amigos, y era todo un agravio, a lo que solía ser mi vida cotidiana, quedaba de última por lo cual Breth por obligación debía hacerlo, al alcanzarlos y eso por que el final de la ruta era ese.... seguíamos ejercitándonos, ellos me alentaban y yo rehusaba a seguir, pero sin falta prometían un rico postre, por supuesto dietético, si no valdría ejercicio alguno; al cual no me podría negar y terminaba dando un poco más de mi.

-ya te acostumbraras. Dije chistosa, él rodó los ojos.

-Heydel entiende de una buena vez, que el cuerpo se adapta si prácticas por lo menos regularmente, en un mes te acostumbraras.

-te he dicho que este cuerpo que observas es flojo.

-como tu digas. Dijo sin querer debatir sobre el tema.

-aburrido. Dije sin más. -bueno sigamos.

Sabia que terminábamos de corre los kilómetros faltante, al ver unos cuerpos trabajados y sudados seguir ejercitándose de largo, eso me causaba alegría y un poco de color en las mejillas, porque vamos no todas tienen la dicha de convivir con un buen grupo de chicos y además guapos.

-bueno muchachos, sigan esos cuerpos no se logra sentados sin hacer más que ver la lucha libre o mirarme mientras tomo un descanso... les dije al tiempo que tomo asiento, ellos observaban por dos minutos, luego de mi llegada.

-lo mismo digo señorita. Dice coqueto Santiago.

-no se diga más sigan. Les saco una risa a los presentes.

-vamos Heydel ya has descansado, te enfriarás y en vano habrás corrido...

-tu le pones mente. Le reto.

-si y tu deberías. Me sigue.

-no tendrás tu postre. Finaliza Breth.

-me convencieron. Le sonrió. -ahora ayúdenme a levantarme. Mi amigo me extiende su mano y la cojo sin dudarlo.

Continuamos la rutina de ejercicios pesados, después de eso pasamos a lo mejor de mi mañana, comer, no era el típico desayuno alto en calorías y grasa, pero era lo que tenia y según ellos ayudaba a dar el efecto al ejercicio.

A la salir de la cafetería un clima fresco nos recibió, cada uno tomó su camino excepto Breth que debía acompañarme a casa, todos los días, básicamente el trayecto caminando a casa se basaba en recibir consejos y regaños de su parte, a lo que solo asentía tratando de no dar largas al asunto.

Las Cartas que nunca recibí...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora