4. el día que te robé algo más

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GOT7 ; Take me to you

Tokio, Japón. 02 de febrero de 2019

Querida Hinata.

Te escribo rápido y breve desde Shinjuku. ¿Sabes que hay aquí? El jardín botánico del que me hablaste, el que querías visitar. ¿Lo reconoces? solías decir que uno de tus sueños era atrapar la exuberancia de colores en un cuadro de acuarelas. Te aviso que todavía guardo el retrato que hiciste de mí, debo decir que aún no me acostumbro a ver mi cara en una pintura con matices impecables, aunque también me alegra saber la forma en la que me miras a través de tus entusiasmados ojos grises.

Perdón por estar ausente estos días. Tu padre, el que me odia pero se rehúsa a despedirme o aceptar mi renuncia, apenas me deja respirar. Sólo he dormido un par de horas al día y únicamente tengo tiempo para comer algo cuando voy conduciendo. ¡Maldición! sé que probablemente no te importen mis problemas, ni siquiera estoy seguro de si recibes mis cartas, mucho menos si las lees.

Perdón por maldecir, podría ahorrármelo pero no estaría transmitiendo lo que realmente siento, y, como traté de dejártelo muy claro antes, no pretendo guardarme nada. Sé que, aunque te escribo desde lo más profundo de mis pensamientos, no estás obligada a leer. Y siendo sincero, me frustra el no recibir respuesta de tu parte. Tampoco es que la espere porque comprendo que ya no confíes en mí. ¡Mierda! ¡Otra vez miento!

La verdad es que todos los días reviso el buzón, mi e-mail, las llamadas perdidas y mensajes esperando encontrar algo tuyo. Debería estar perdiendo la esperanza día con día, mas no lo hago. Por el contrario, cada mañana me levantó entusiasmado, con el pie derecho, anhelante por descubrir un indicio de que deseas volver a verme.

Te extraño, Hinata. Te extraño tanto que temo estar enloqueciendo. Veo tu imagen en lugar de mi reflejo, escucho a tus retratos susurrar mi nombre, consigo oler el dulce aroma de tu perfume todos los días al despertar, pese a saber que no estás ahí. Creí que el dolor se apaciguaría cuando plasmara en papel lo que mantengo oculto para ti como Sakura lo sugirió. En su lugar, siento que la herida crece un centímetro más al terminar cada párrafo. Sabía que te amaba, pero no sabía la magnitud con la que lo hago.

Perdón si me salgo del tema, te escribo porque ayer me encontré a Kiba. Tuvimos una plática muy ¿amena? Hablamos de ti todo el tiempo, mejor dicho, yo hablé de ti todo el tiempo. Incluso recordamos la reunión que hicimos cuando cumpliste 18 años.

—Naruto. —Escucharte decir mi nombre era similar a la música relajante que ponías para nuestro hijo. Me transmitía tanta armonía, podías cambiar mi estado de ánimo con sólo utilizar tu dulce voz—. ¿Recuerdas que te prometí irme cuando cumpliera 18? —No lo recordaba. Había estado viviendo en un mundo de ensueños desde que estás a mi lado que esa promesa se quedó encerrada en un profundo sótano. Todo era perfecto y no necesitaba menos. Me acostumbré a tu sonrisa, tu voz, tu sazón que podía competir con el mejor chef de Japón. Los desayunos en la cama, las noches abrazándote, las tardes hablándole a tu vientre inquieto... ya eran parte de mí.

—Sí, lo recuerdo.

Te juro que no fue así.

—¿T-Todavía quieres q-que me vaya?

—No tienes que hacerlo ahora si no quieres. Podemos esperar a que nazca el bebé, así no tienes problemas con Hiashi —Fui un estúpido. Pude reducir toda la basura confusa que te dije a un simple "no quiero, quédate conmigo"—. Después, si aún lo deseas te puedes ir.

Sólo sonreíste. Y a pesar de que con los meses que pasamos juntos aprendí a leerte, a descifrar el significado de cada gesto proveniente de ti, no pude comprender lo que respondiste con esa sonrisa. ¿Querías dejarme? ¿Tan cansada estabas de mí? Fue un absurdo pensamiento, y es mínima tontería inventada me apartó de ti por varias horas.

—¡Por Hinata! —respondieron nuestros amigos cuando alzamos las copas en honor a ti.

¿Recuerdas que estuve en silencio durante toda la cena? Sakura me conoce, por eso trataba de hacerme plática, tu amiga Ino buscaba entablar una conversación que realmente no me interesaba. Ninguna de ellas, ni nadie más importaba, porque por mi cabeza sólo paseaba una cosa; ¡¿Con quién estabas mensajeando tanto?!

Primero me diste a entender que la sugerencia de quedarte conmigo hasta que naciera nuestro hijo no te pareció de gusto, luego te pusiste a charlar muy animada con Kiba posteriormente de que expresara abiertamente lo hermosa que te mirabas... como si no lo supiéramos ya. Y para agrandar todavía más mis irracionales celos no habías soltado tu teléfono celular durante la última hora. Me dije una y mil veces que no estaba exagerando, porque por tu sobresalto cuando revisaste por primera vez tu celular supe que se trataba de alguien importante.

Luego recibiste una llamada. Pudiste responder ahí mismo, delante de todos, en especial de mí, pero no. Preferiste salir inadvertida rumbo a la cocina mientras tu teléfono sonaba. Obviamente te seguí.

—No importa lo arrepentido que estés, quiero que me dejes en paz —El tono de voz en el que hablabas jamás lo habría imaginado, estabas siendo dura, y más que eso, fuerte—. No me importa lo que tengas que decir, yo no puedo regresar con la persona que me dejó sola cuando más lo necesité. Asume las consecuencias de tus decisiones por una vez en la vida. Si me hubieses ayudado y creído en mí cuando te dije lo del embarazo ahora mismo estuviésemos casados y yo no estaría rechazándote —¡Por Dios! ¿Era el hombre al que le pedías perdón el día de nuestra boda?—. ¡Sí, es por él! ¿¡Y qué?! Sin conocerme me apoyó de la manera que tú no lo hiciste. Ha estado conmigo en las buenas y en las malas, y yo no pienso dejarlo... ¡Porque ya no te quiero, entiende! Me he enamorado de otra persona. Mi corazón le pertenece a mi esposo y eso no va a cambiar.

Me hiciste inmensamente feliz.

¿Tu corazón me pertenecía?

Inmediatamente comprendí el significado de la sonrisa anterior, la que saqué de contexto. No fue porque estuvieses harta de mí y te hiciera quedarte a mi lado hasta que naciera el bebé, fue porque seguía de acuerdo con la idea de que te fueras. Tú no lo deseabas, tampoco yo, entonces, ¿qué nos impedía ser felices?

—Deja de llamarme, en serio, o tendré que...

¿No te diste cuenta de que estaba ahí hasta que te quité el teléfono, verdad? Tu expresión de sorpresa y al mismo tiempo de vergüenza me lo hizo saber. Antes de que el color rojo cubriera por completo tu rostro al percatarte de que escuché lo que dijiste, te besé en respuesta.

Supo mejor de lo que había soñado durante incontables noches. No sólo tu personalidad era dulce, también tu sabor lo era. Te sentí suave, exquisita, inexperta pero apasionada. Te aferraste a mí y correspondiste de la forma en que esperaba. Por fin podía tomar lo que me apetecía, tu cintura abultada por nuestro bebé, tus gustosas caderas bajo la fina tela del vestido, tu estimulante lengua.

Lamento que fuera un poco salvaje para ser nuestro primero beso. Tuve que hacerlo porque, sin que supieras hasta el día de hoy, el idiota con el que hablabas seguía al teléfono, escuchando a través de la bocina la fricción que hacían nuestras bocas deseosas de más y el sonido de tus jadeos salir apresurados. Lo sé porque me aseguré de no colgar y acercar el celular a nosotros cuando me adueñé de tu cuello.

Lo siento si te hago sentir incómoda revelándote esto. Pero tuve la urgencia de hacerle saber quién era él y quién soy yo para ti. Aunque si lo veo de esa forma, no lo siento tanto.

Estoy consciente de que ese día te robé algo más que un beso. Y sé que eso que robé todavía lo tengo conmigo, por eso confío en que vas a volver, así pasen años yo no voy a renunciar a ese sueño.

Me despido porque tengo que regresar al trabajo. Hiashi no tarda en llamarme para saber cómo me fue, y si acierto me mantendrá ocupado el resto del día.

Cuídate mucho, y cuida de nuestro hijo.


Atentamente: el dueño de tu corazón, Naruto Uzumaki.

1:31 AMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora