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Nunca había sentido el busto de una chica. Se siente tibio el estar recostado a su lado. No sé qué hacer. No sé si moverme, o quedarme quieto. Siento su respiración nuevamente y me doy cuenta de que se ha despertado. Al darme la vuelta, la veo a sus ojos estrellados y solo me sonríe. Lentamente se acerca y queda encima de mí. Pone sus manos de forma que mi cabeza queda entre ellas. Sin dame cuenta... He dado mi primer beso.

Sus suaves labios rozan los míos mientras todo a mi alrededor parece convertirse en el anochecer, con un cielo estrellado que nos rodea. El momento parecía congelarse. Un momento donde solo los labios podían moverse. Aquel momento no duraría mucho. Mi madre abrió la puerta y sentí como la chica se desvanecía como una sombra otra vez. Tal velocidad provoco que me quemara la fricción rasgando mi pijama y quitándome un buen cacho de piel.

Siento el correr de la sangre y un ardor horrible, sin embargo, intento no gritar. Mi madre corre preguntando que es lo que ha pasado. Yo no logro contestar, sé que si lo hago empezare a gritar. Mi estómago, mi pierna, y la mitad de mi pecho toman un color escarlata. El olor a oxido parece consumirme, así como mi conciencia intenta no desvanecer. Mi madre, aterrada, me lleva entre sus brazos intentando llegar rápidamente al auto.

El terror nos invade y las lagrimas brotan como ríos incansables. El estrés y la desesperación distraen a mi madre, pasando así por cada grieta en el camino. Saltos, golpes, curvas cerradas y sangre corriendo. Pierdo la consciencia brevemente.

Las blancas luces del hospital me despiertan. La mano de mi madre no me suelta. Solo veo sombras que me deslumbran. Caras borrosas que hablan sin que logre entender una sola palabra. Mi consciencia se rinde. Me sumerjo en un sueño profundo y la tranquilidad me envuelve.

El caballero de la nocheWhere stories live. Discover now