once. huir

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SABRINA NOTÓ LA mirada intensa de Stella sobre ella, pero la evitó a toda costa

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SABRINA NOTÓ LA mirada intensa de Stella sobre ella, pero la evitó a toda costa. Sus ojos se posaron sobre unas jaulas para pájaros en una esquina, inmediatamente llamando su atención. Antes no estaban ahí. Y mucho menos tenían aves adentro. No obstante, ahora sí.

—¿Qué es esto? —preguntó.

—Recuerdos de esta noche —canturreó Agatha.

—No entiendo...

—Capturamos su masculinidad —explicó Prudence—. Hasta que liberemos las aves, esos chicos no... estarán a la altura de sus encuentros.

Stella sonrió, sus ojos brillando maliciosamente.

—Unas semanas de impotencia tal vez les enseñe a ser menos idiotas —musitó, relamiéndose los labios.

—¿Qué fue todo eso? —Exclamó Sabrina, frunciendo el ceño—. Las aves, ustedes asustándolos...

—Fue todo idea de tu hermana, mestiza —respondió Prudence, mirando a Stella con complicidad. Sabrina intentó no mostrarse herida, pero fracasó terriblemente.

—Pudieron habérmelo dicho —insistió Sabrina, comenzando a andar detrás de ellas hacia la salida—. Al menos avisarme.

—No creímos que quisieras participar —explicó Dorca.

—Fue divertido. La pasé bien. Stella, tienes grandes ideas —canturreó Prudence, ladeando la cabeza. Envidia corrió por el cuerpo de Sabrina al notar cómo Stella le devolvía la sonrisa, cómplice—. Tal vez haya lugar para una Spellman en la Academia.

Stella sonrió fríamente.

—Somos las dos o ninguna, Prudence.

—Y las dos serán al parecer, porque mienten terriblemente —al escuchar esto, Sabrina la vio, confundida.

—Si sabían que mentíamos, ¿por qué nos ayudaron? —preguntó, sin entenderla.

—No necesitamos motivos para atormentar a mortales —explicó Dorca.

—Solo tengo una pregunta —musitó Prudence—. Si irán a la Academia, ¿por qué tomarse todo este trabajo? Pronto saldrán de la vida de las dos.

—No quiero que acosen a mis amigos cuando me vaya —se defendió Sabrina.

—Si los quieres tanto, ¿por qué los abandonas? Si puedes elegir.

—No estoy segura que pueda —de reojo, Sabrina volteó a ver a Stella—. Me presionan mucho para que haga el cambio. Vino el padre Blackwood a mi casa, incluso.

—¿Qué? —jadeó Prudence. En sincronía, las tres hermanas raras voltearon a verla—. ¿Las visitó el Sumo Sacerdote?

—Para aclarar mis dudas —explicó Sabrina—. Y aclaró algunas, pero... Sigo sintiendo que algo está mal —admitió, evitando la mirada de Stella—. Firmar el Libro de la Bestia. Porque sé que, en cierto nivel, renuncio a mi libertad.

HOLD YOUR BREATH / chilling adventures of sabrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora