Stella Spellman estaba segura que nada la haría cambiar de opinión. Renunciaría a su vida humana sin problema alguno y el día de su bautismo oscuro todo cambiaría. Pero cuando su hermana melliza, Sabrina, empieza a tener dudas al respecto, sabe que...
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HARVEY DESPERTÓ SOBRESALTADO al escuchar ruido. Le tomó unos segundos enderezarse, parpadear para aclarar su vista y darse cuenta de dónde provenía el discreto ruido pero insistente que lo había hecho despertar. Se puso de pie, dejando el cobertor a sus pies y, descalzo, caminó hacia su ventana.
Una pequeña piedra casi le atinó a la cabeza. Bajó la mirada al piso, donde descubrió a Stella de pie bajo su ventana.
—¿Intentas matarme? —preguntó Harvey, bromeando, mientras intentaba comprender si estaba soñando.
—Tal vez —respondió Stella, y fue suficiente para que Harvey detectara que algo andaba mal. Muy mal.
—¿Quieres subir? —balbuceó inútilmente. Stella le miró fijamente—. Bien, espera.
Quitándose los zapatos en la entrada para hacer el mínimo ruido, Stella subió de la mano de Harvey hasta su habitación. Sin decir ni una palabra, la chica se tiró a la cama de Harvey, hundiendo el rostro en su almohada. Tímidamente, Harvey se acostó a su lado. Pasaron unos segundos antes que Stella se moviera apenas levemente, cambiando su escondite de la almohada al pecho de Harvey.
Se quedaron así unos instantes, el tiempo deteniéndose y las cosas dejando de importar. La luna se volvió más brillante, siendo lo único que alumbraba la habitación. El único sonido que Stella podía escuchar eran los grillos en el marco de la puerta, y el corazón de Harvey latiendo rápidamente.
—¿Quieres hablar al respecto? —preguntó Harvey quedamente, pasando una mano por el cabello de Stella, desenredándolo.
—No realmente —Stella quería contarle. Quería que las palabras salieran de sus labios y nunca pararan. Quería decirle todo lo que le estaba sucediendo. Después de todo, era su mejor amigo. Y ahora, que era su novio, lo necesitaba más que nunca. Pero no era el momento. No era seguro, así que hizo una pausa, añadiendo—: No ahora.
Eso pareció ser suficiente respuesta para Harvey, que no insistió, intuyendo había tenido una pelea tonta con sus tías o con Sabrina. Sabía perfectamente lo tensas que estaban las cosas entre las hermanas Spellman.
—¿Quieres tu contarme lo que te sucede? —inquirió Stella, en voz baja. Harvey la volteó a ver, con el ceño ligeramente fruncido, descubriendo que ella ya lo estaba viendo a él.
—¿A qué te refieres?
—Te conozco —fue todo lo que dijo Stella, pero fue suficiente para que a Harvey se le formara un nudo en la garganta.
Por supuesto que Stella se daría cuenta. A veces se preguntaba si tenía poderes y podía leerle la mente, aunque sabía que las cosas no eran así. Stella simplemente era muy observadora. Era una de las ventajas de ser callada, aprendes a leer el mundo sin necesidad de palabras. Y aun cuando estuviera abrumada y triste, se daba cuenta de todo.
—Puede esperar —balbuceó Harvey, desviando la mirada.
—Por favor —suplicó Stella, tomando su mano con la suya, entrelazando sus dedos—. Distráeme.
