Stella Spellman estaba segura que nada la haría cambiar de opinión. Renunciaría a su vida humana sin problema alguno y el día de su bautismo oscuro todo cambiaría. Pero cuando su hermana melliza, Sabrina, empieza a tener dudas al respecto, sabe que...
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PARA SER HONESTOS, no era tan difícil enamorarse de Harvey. Casi todo el tiempo, el mundo se sentía como si girara y girara, difuso y extraño, confundiéndola por completo. El mundo humano, el mundo de las brujas, Sabrina, Ambrose, sus tías, el Señor Oscuro... todo parecía tan lejano a Stella. Excepto Harvey. Con Harvey, podía ser ella misma. No tenía que pensar en nada más que en él.
No sabía cuándo había comenzado a sentir eso. Tal vez había sido en alguna tarde en la biblioteca, con Harvey explicándole un tema un día antes del examen porque ella había estado demasiado ocupada estudiando algún hechizo. Tal vez había sido algún día que habían salido en grupo con Sabrina y sus amigas, y en medio de la noche Harvey la había tomado de la mano y llevado a algún lugar donde estuvieran los dos solos. Tal vez había sido en su cumpleaños pasado, cuando todos estaban celebrando a Sabrina y Harvey la había llevado a ver las estrellas.
Nunca lo admitiría a sí misma, mucho menos a Sabrina, pero lo que más le dolería sería decirle adiós a Harvey en un par de días.
Stella siempre supo que el día llegaría, por eso intentó no sentirse de la manera en que se sentía con Harvey. Ni siquiera podía pronunciarlo. Amor. Pero fue inevitable, y ahora, sufriría las consecuencias.
—¿Por qué estás mirándome de esa manera? —preguntó Harvey, divertido. Stella casi se sonrojó, avergonzada por ser atrapada viéndolo.
—Es que estoy eternamente agradecida por ti por comprarme chocolate caliente —mintió Stella, con el vaso de cartón con chocolate caliente entre las manos.
—¿En serio? Porque estás mirándome como si estuvieras triste —como siempre, Harvey adivinó sus pensamientos. Stella negó con la cabeza.
—¿Cómo podría estar triste después de que te desviaste del camino solo para conseguirme chocolate caliente?
—Solo quería alegrar un poco tú mañana.
—Bueno, lo hiciste. En serio, gracias —Stella le dio una de sus inusuales sonrisas, esas que Harvey era el único capaz de ver, y por un momento, Harvey creyó iba a quedarse sin respiración.
—Stella, hay algo que tengo que decirte... —comenzó a decir Harvey, pero Stella lo interrumpió al ver la hora.
—Tenemos que ir a la escuela, ya —exclamó Stella, tomándolo de la mano para ir a la camioneta. Harvey no dijo nada, las palabras estancadas en la punta de su lengua pero demasiado distraído con la mano de Stella sosteniendo la suya.
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Harvey apenas había estacionado la camioneta en el estacionamiento de la escuela cuando por la ventana Stella vio a Sabrina pasar, corriendo apresurada.
