Día 10

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Después de ese 10 de febrero, nos volvimos inseparables. Nos amábamos como dos adolescentes conociendo por primera vez el amor, me dedicó todo lo que era capaz de dar, quizá hasta más. Me dedicó todas sus noches, todas sus horas libres, todos sus pensamientos... Y yo no sabía cómo pagarle todo ese amor. Mis anteriores relaciones habían sido un total fracaso y era algo nuevo para mi recibir tanto amor. 

Cualquiera diría que yo era un diamante en bruto por la forma en que me miraba. Sus ojos resplandecían cada que le decía que lo amaba, cada que lo besaba, cada que lo acariciaba. Me encantaba escuchar cada palabra que tenía para contarme. Amaba todas y cada una de sus anécdotas Amaba que, a pesar de la pérdida que llevaba consigo, fuera el chico más feliz que había conocido, que nunca se rindiera. 

Adoraba los principios que le inculcaron desde pequeño y, que como yo, guardara todo lo que le regalaban y fuera importante para él. Amaba sus cosquillas, amaba la forma en que me pedía que parara, amaba grabar sus risas. Ahora sólo queda una. 

Cada día, en mi teléfono, escribía algo corto para él. Lo primero que se me viniera a la mente después de pensar su nombre. 

365Donde viven las historias. Descúbrelo ahora