Sin conversación alguna - Andante y Adagio, el jazz sugerente.

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Al despertar esa mañana sentí que había sido un sueño, pero cómo podía serlo?, si al abrir mis ojos te tenía allí, desnuda y con ese cabello totalmente alocado,en un sueño apasible. Te veías eterna, sublime, como una pluma en un torbellino, hermosa como eras. Me levanté sigilosamente para no despertarte, me dirigí a la cocina, saqué dos huevos de color del refrigerador, los hice revueltos, con pimienta y sal en un sartén. Preparé un café para mi y para tí, y me dirigí con una bandeja al dormitorio. Lo dejé en un extremo y te desperté con un beso y una caricia en el hombro derecho. Me sonreíste, me besaste, y tomaste tu café tranquilamente. Me recosté a tu lado, y terminé mi desayuno junto a tí. Luego tomé el libro del velador, que había dejado hacía un mes, se titulaba "El ejército de Isaac" era del holocausto judío, y por falta de tiempo no lo había terminado, por la planificación, por las clases, bueno se entiende no?.

Terminé tres capítulos, muy sugerentes de lo que se podía tratar el libro, y lo que era aún más obvio de lo que se piensa por el título, y tú te habías quedado dormida.

Fui al piano, inspirado toqué el Canon de Pachebell, y me acordé de un amigo, Ernesto, con el que habíamos hecho una adaptación de la obra a dos guitarras, la cual había quedado para nuestro circulo más cercano y no lo habíamos sacado a la luz pública nunca. 

Te despertaste con los decibeles pocos moderados de mi interpretación, y me levanté al verte, busqué entre mis discos uno de Al Di Meola, lo puse rápidamente, y elegí el track número 20, Libertango. Te alcé velosmente de la cintura, y me acerqué con paso brusco, tomé tu hombro, sentí tu aroma, te alejé en un paso de giro abrazador, subiste tu pierna hacia mi cadera, luego giramos, y terminamos con un apasionado beso el baile. Fué algo que no puedo olvidar.

Luego te bañaste, te vestiste y yo seguí tocando...el piano.  Y lista te sentaste en el living, en el sillón rojo carmín, y yo hice a tus hombros un masaje para que te desencontracturaras. Prendí el televisor, nos fijamos en las noticias, solo problemas, masacres, robos, lo de siempre  así que lo apagamos.  

Tomé las llaves del auto, y salimos, sabía que había un concierto de jazz en el Casino así que te pedí que me acompañaras.

Pagué las entradas, tú ibas con un vestido azul turquesa precioso, y conseguimos buenos asientos en el teatro del Casino. El primero en entrar fue Jean Luc Ponty uno de los mejores violinistas de la época, lo que me emocionó mucho, e interpretó una pieza musical llamada Mediterranean Sundance, clásico de Al di Meola.

Luego de horas y tragos, nos fuimos al hotel del mismo casino con un premio que pagó la estadía.

Fué una noche increíble, y no nos dirigimos la palabra, en todo el grandioso día.

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