"Ok, ya estoy aquí", dijiste agitadamente, "pediré un cafè". Hiciste el gesto, llamaste a un mozo, y le pediste un Macchiato con mucha espuma. Me sorprendió tu manera tan suspicaz y enèrgica de llegar, y siendo que yo estaba muy cansado y aburrido de esperar, quedaba como un anciano que le habla a sus nietos en el momento que te dije: "Creo que necesito unas vacaciones" a lo que tú respondiste "Està bien, donde iràs?", y yo proseguí "a ningún lado, sólo a mi departamento y me quedaré allì contigo veinte días, los cuáles ocuparás de tus días administrativos, y esas serán mis vacaciones".
Me dirigiste una mirada radiante, pero poco convencida dijiste: "¿Dejarás tus clases para estar conmigo?", a lo que respondí, "Sí, no necesito nada más que eso para tener un descanso pleno, además no hemos hecho nada constructivo en el conservatorio y poco y nada de teórico, así que no afectará mucho si eso te preocupa." Me sonreíste, muy segura de ti misma, y me besaste, me besaste, con tus labios carnosos, rojos como el sol de un atardecer. Fué el beso más apasionado y más hermoso que haya recibido jamás, fue volar entre los astros y caer en grandes brazos repletos de plumas que me acogían y me daban vida.
Terminamos todo el "brake" y fuimos a dar un paseo a un parque cercano, no había nadie, solos nos dirigimos a una tienda de música muy rústica en la que había toda clase de instrumentos, y le pregunté al anciano que ahí atendía si podía prestarme el piano de cola de la esquina, él accedió y nos dijo que podíamos estar media hora porque necesitaba cerrar temprano hoy.
Busqué entre mi carpeta la 5ª sinfonía de Beethoven y procedí a llevar a cabo una interpretación para piano que había producido cuando comenzé a descubrir la música, era algo rústica, pero estaba bien construida y tenía un pizzicatto muy especial en el andante de la obra (vease el compás No 8 de la partitura original) fué entonces cuando me acordé de ti, otra vez, respiré lentamente, y me lancé a la interpretación, fué intenso, el piano retumbaba. a mi alrededor no quedó niuna cosa en pie he hice que despertáran mis vecinos. Al escuchar el despertar de éstos, dejé de tocar y la reververación se produjo en el vacío. Quedó ese eco durante 7 minutos de la nota fa# mayor con la que terminaba el andante, y lo sé porque apenas separé los dedos de las teclas miré el reloj de la pared.
De pronto cambié de pieza musical, encontré entre mis partituras colegiales la rapsódia húngara Nº dos de Liszt, y la recordaba por un capìtulo de la serie animada de Tom y Jerry, en la que Tom interpretaba esta obra, la cuál es muy entretenida por su carácter emocional, de enojo y de desahogo. Pero de pronto sonó mi teléfono. Paré de tocar, cerré el piano y me di cuenta que ya eran más de la 10 de la noche, así que procedí a dar las gracias al dueño, y nos dirigimos en el auto a tú casa para buscar tus cosas.
Llegando allá subise rápidamente las escaleras, y bajaste en un santiamén con un bolso lleno de ropa y me dijiste "Vámonos que ya no quiero estar más acá, ya tengo todo lo que necesito".
Salimos rápidamente de la casa y subimos al auto, y yo partí en seguida no comprendiendo la situación.
Cuándo ya estabamos lo suficientemente lejos te pregunté qué es lo que había de malo en ir a tu casa en busca de ropa, y me dijiste exaltada: "Mi padrastro estaba en la casa y no deseaba que me viera, pero cuando vió que sacaba cosas de mi armario me preguntó donde iba y yo salí corriendo..". No volví a preguntar del tema, ya que me di cuenta que era algo muy delicado para ti.
Llegamos al fin y tiraste tu bolso al sillón, buscaste una botella de vino a medio tomar, sacaste el corcho y bebiste de ella, luego me empujaste enérgicamente al cuarto, me tiraste a la cama, bebiste un sorbo más de la botella, te dirigiste a dejarla sobre el velador, y te abalanzaste sobre mí. Lo demás pasa a ser parte de lo obvio.