Emmanuel.

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Terminé antes de hacer el examen, me salió muy bien y me alegraba, ya me encontraba mucho mejor de ánimos, sé curarme rápido, pero, bajando la escaleras no pude evitar escuchar una voz, una voz realmente familiar, estaba hablando por teléfono y como buena chismosa que soy, puse el oído y me detuve en silencio a escuchar; de nuevo, la pena volvió a mi, al escuchar la voz de aquella mujer que me ha quitado el sueño en mis largas noches de soledad.

-Te he dicho que puedes recoger las cosas de la casa cuando yo no esté, y creo que ya te sabes demasiado bien mis horarios. Lo siento, pero no quiero verte más.

No me lo podía creer, había dejado a su pareja, ni me lo creía.

No sabía que tenía pareja hasta una noche, que salí temprano, y decidí ir a verle. Me la encontré en la calle, a apenas unos pasos de la entrada de su casa, estaba discutiendo con un hombre el cuál, supuse que era su pareja, yo pasé desapercibida tampoco creo que se hubieran parado a verme en aquella acalorada discusión, paré la moto unos metros más atrás y me puse la capucha de la sudadera, pasé por el lado sin levantar sospechas de que era yo, estaban en una discursión donde ella le dejaba claro que no quería nada más con él, quise para ese acercamiento, y a paso rápido, choqué con él para que se distrajera y evitara acercarse más a ella. Recibí unos cuantos insultos, pero se alejó de ella.
Me hizo pensar, y mucho, pero me aferré a eso, y pensé que tal vez no deje de pensar en mí, como yo pienso en ella.

Volví de mis pensamientos, y vi que me estaba mirando con unos ojos suplicantes, y estaba decidida, iba a bajar, mientras estaba bajando, iba arrepiéndome, vino el miedo y justo cuando estaba girando su cuerpo hacia mí, quise con todas mis fuerzas subir esas dichosas escaleras. No estaba preparada, mierda.

-Eva, por favor, escúchame.

+Dime que quieres Elisabeth.- En ese momento, se me pasó por la cabeza darle un voto de confianza, sentía que me tenía que contar unas cuantas cosas.

-Quedemos mejor.

+De acuerdo, nos vemos en mi casa, ¿te parece bien?

-Dime a qué hora tengo que estar allí.

Tenía que hacer unas cuantas entregas, mis trapicheos, no les podía fallar porque eran de los gordos y si hay algún inconveniente o algún retraso me podría buscar un gran problema.

+Tiene que ser algo tarde, porque tengo un asuntillo antes, así que a las 22:30 ¿te parece bien?

-De acuerdo, pero ten cuidado por favor.

No había entendido eso último, tal vez sospecharía algo que iba a hacer, no tenía ni idea pero fue algo que me dejó pensando.

Llegué a mi casa, saqué a Mía, dimos una vuelta por el parque. Cuando llegamos a casa, me puse a hacer de comer, mientras que Mía intentaba jugar conmigo. En cuestión de semanas ya está mucho más grande y más bonita, vivo enamorada de esta perra.

Cuando terminé de hacer de comer recibí una llamada del mercante que tenía el pacto conmigo, la mercancía era para él, se le veía enfadado, y me entró el miedo de repente, fue una conversación corta, muy breve.

-Eva, evita, eva...

+Que quieres Emmanuel.-Lo dije con un tono serio sin mostrar el miedo que sentía en esos momentos, porque esta gente huele el miedo hasta a través del teléfono.

-Ya sabes de sobra lo que quiero, mija, y parece que no sabes con quien estás jugando, tal vez te haya funcionado alguna vez, pero conmigo te digo que no, Evita, quiero mi mercancía ya, y por supuesto completa, si no ya verás las consecuencias...

Fin de la llamada.

No sabía el que había sucedido para recibir esas llamadas, pero el miedo me recorría a mil por hora, fui corriendo a la habitación donde estaba guardada, estaba completa y solté un suspiro de alivio. No sabía que habían dicho en ese mundo de mí, tengo una gran reputación, la cual me gané a pulso, y a día de hoy, son muchos los que quieren trabajar conmigo. Sin embargo, me quedé con Emmanuel, con él tenía un trato y por ahora, no había ningún problema.

Y aunque el hambre desapareció, me obligué a comer algo. Justo terminé poner la comida en el plato, sonó el timbre y fui corriendo a abrir, mi maldita costumbre de no mirar por la mirilla me jugó una mala pasada, siempre tenía la esperanza de que fuera Elizabeth, pero no, no era Elizabeth, delante de mí tenía dos grandes hombres, rapados y trajeados.
Sabía que venían de parte de Emmanuel, no es la primera vez que los veo, un miedo me recorrió la columna y después de entrar a mi casa empujándome contra el marco de la puerta, me reclamaron toda la mercancía, gritándome y apuntando con una arma, antes de decir nada, me cogieron por el cuello y sin darme cuenta sentí que me faltaba el aire, mi vista se nublaba, sentía ardor en la mejilla izquierda, pero un segundo golpe, me dio en el estómago, ya no tenía más fuerzas, los ojos me ardían, mi garganta me escocía, y tenía un pitido en mis oídos, solo escuchaba de fondo la pregunta que se mezclaban con los ladridos de Mía encerrada en la habitación, solo pensaba en que apenas escuchaba la pregunta que me hacían una y otra vez...
No entendía el motivo por el cual estaba sucediendo esto, no sabía quién fue él que le llevó el absurdo rumor a Emmanuel y pienso averiguarlo.

-Donde está todo, muchachita, dímelo antes de que te caigas muerta...- Un zarandeo, me trajo de vuelta y la bocanada de aire entró en mis pulmones, el suelo frío me aliviaba y levanté mi brazo con las fuerzas que salieron de donde no las tenía, pude señalarle la habitación. El más bajo fue a por ella, mientras el que me cogía el cuello, me agarró del pelo y echó mi cabeza hacia atrás, y comenzó a golpearme, uno detrás de otro, en el estómago, en la cara, por todo el cuerpo. Cuando ya no podía más, cuando sentía que mi vida se escapaba sobre mis manos, apareció diciendo que estaba completa y que se marchaban corriendo de aquí, no sin antes decirme un par de cosas...

-Has tenido mucha suerte, por ahora, te has librado hoy, pero tampoco cantes victoria bonita, no sabes lo que te haría ahora mismo...-Se levantó, me miró con asco y me escupió, abandonaron mi casa dejando la puerta entreabierta.

Quería cerrar los ojos y que todo el dolor que sentía se fuera, quería que todo acabase, sentí a Mía ladrar desesperadamente, y me obligué a abrir mis ojos, ella no tenía culpa de nada, y solo quería salir a auxiliarme, para ella, yo era su mundo.
Sin poder levantarme, arrastrándome por el suelo, sintiendo que cada milímetro de mi cuerpo ardía, crujía y palpitaba; cogí mi teléfono, veía borroso, me costaba distinguir las letras, pero sin pensarlo mucho y utilizando la intuición, busqué el contacto Elisabeth, me dejó su número la última vez que estuvo aquí, me lo puso en un post-it en la nevera, y jamás lo he movido de sitio, sabía que ella era la única persona que me salvaría.

-Hola, Eva ¿algún cambio de plan? -Se le escuchaba alegre. Como ella siempre merece ser.

-Eli...Elizabeth... -No me salía la voz, apenas era audible, sentía que algo intentaba salir por mi garganta.

-Eva, me estás preocupando... ¿Te ocurre algo?, dime por favor. -Quería contestarle. -¿Esa es Mía la que ladra?

+El... Por... -Y por fin, lo que me presionaba en la garganta, comenzó a salir, y con la tos, comenzó a correr un hilo de sangre, por mis labios, sentía que moría.

-Mierda Eva, no puede ser, ¿dónde estás?

+En mi casa... -Pude decir con mi último aliento, no podía para de tener ese sabor intenso a hierro en mi boca, y me derrumbé, estaba en el suelo de mi casa, estaba frío y aliviaba mi dolor, acabé cerrando lentamente los ojos, al sentir el alivio en mi piel.

-Eva, ya voy para allá, por favor Eva, aguanta.

Solo veía luces pasar rápidamente, gente corriendo a mi lado, y en la derecha, allí estaba Elisabeth agarrándome de la mano con todas sus fuerzas, e incluso con más miedo que yo, volví a cerrar de nuevo los ojos pero esta vez de cansancio y de dolor, quedando como recuerdo la última imagen de Elisabeth a mi lado.
Quiero dormirme, necesito descansar y que todo pase.

Tenía miedo. Me maldecía una y otra vez mis acciones. Me arrepentía tanto. Me sentía avergonzada de que Elisabeth me viera así, tal vez no era mala opción irse de esta vida.

Definitivamente, era la mejor idea.





Os lo debía, lo siento. Pero aquí tienen, prometo ser algo más constante, pero mi vida es un caos.

Vuelen alto y bonito. R.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora