cap 1

67 2 2
                                    

- Bienvenidos a todos. Estamos en una nave rumbo a un nuevo planeta. La Tierra, debido a nuestro mal uso de sus recursos, está en las últimas. Por ello, nos hemos visto obligados a emigrar al P-12. En esta nave, no contamos con muchas comodidades, dormiréis en habitaciones mixtas de veinte personas cada una. Según el color de la pulsera que lleváis, veréis en que habitación os toca. Esa pulsera, no os la podréis quitar en ningún momento, sin ella, no podréis acceder a ningún sitio ni se os servirá la comida. Ahora, id a vuestras habitaciones, hay indicaciones luminosas, y poneros la ropa que hay encima de vuestra cama. Después acudid al comedor.

Madre mía, menudo cambio. Hace un rato, o ayer, o no sé cuándo, vinieron a por nosotros al instituto. Después nos pincharon algo y nos durmieron. No lo entiendo, todo estaba bien. Además, aquí solo hay gente joven ¿Y mis padres? Espero que  no nos hayan salvado solo a nosotros, no lo soportaría. Bueno, iré a mí habitación. Color verde, por aquí. Esto de las pulseras futuristas me gusta.

- ¡Eh! Cuidado por dónde vas.
- Perdón, no te había visto.
- Tranquila, da igual, pero ten más cuidado la próxima vez ¿A qué habitación vas?
- Verde, ¿Y tú?
- Me da que nos veremos a menudo - Me dijo enseñándome su pulsera, que era de color verde, como la mía.
- Pasajera 216, Leyre para los amigos.
- 217, Marcos. Me gusta esto, demasiado futurista jaja.
- Y a mí, bueno... ¿Nuestros padres?
- Irán en otra nave. Supongo que les veremos al llegar.
- Eso espero...
- Y yo, pero bueno, disfrutemos de un tiempo sin ellos.
- Sí, será divertido. Aunque no parece muy agradable el chico que nos ha dado la bienvenida.
- Ya, estará amargado. Seguro que no son todos iguales que el.
- Esta es mi cama. Me voy a cambiar de ropa ¿Nos vemos luego?
- Si, te espero en la puerta del comedor. Hasta ahora.
- Allí estaré.
Tiene pinta de ser majo ese chico. Parece que por lo menos no voy a estar sola hasta que lleguemos al P-12. Bueno, vamos a ver qué ropa me tengo que poner. Unas mallas negras y una camiseta verde, no está mal, salvo porque es demasiado justo y un poco transparente...
Después de vestirme, me hice una coleta y fui hacia el comedor. Cuando llegué, me esperaba Marcos en la puerta.
- Hombre de palabra jaja
- Si. Te queda bien esa ropa, se adapta bien a tu cuerpo.- Contestó en tono sarcástico recorriendo mi cuerpo con su mirada.
- Echaste un piropo a la chica inadecuada.
- Ya veremos si eres la inadecuada.
- No vayas por ese camino, vas a acabar muy mal.
- Quien sabe.
- Yo te aviso, luego no te arrepientas.
- Vale. Vamos adentro, quiero saber con qué nos sorprenden está vez.

Según fue a entrar al comedor, me rozó con su brazo.
¿ No me conocía y ya estaba flirteando conmigo? Típico de chicos. Otro más del montón. Bueno, espero que sea buen amigo por lo menos.

Me senté a su lado en la mesa. El comedor era un sitio enorme, había unas mesas que recorrían toda la estancia de lado a lado, rodeadas de asientos. Y al fondo, una especie de escenario.
- Antes no me presenté, soy el comandante Peter, piloto de esta nave. ¿Para qué estamos aquí? No hemos venido de vacaciones. Sois la nueva generación y, como tal, los encargados de adaptar h colonizar el nuevo planeta. Hay otras 119 naves más, en las que van adolescentes como vosotros pero de otros países. Partir en este viaje significa dejar todo atrás, nuestras familias, nuestros hogares, todo. <<No, mis padres no, no puede ser. Sé fuerte, no llores, no llores, todo va a estar bien>> Pero no pude aguantar más las lágrimas y comencé a llorar silenciosamente. Dos enormes goterones de agua salada rodaban por mis mejillas. Marcos debió de notarlo y me cogió la mano apretándola un poco para calmarme. Pero no pude hacerlo y me derrumbé yendo directa a sus brazos.
- Tranquila. Me tienes a mí, no te preocupes.- Dijo un poco impresionado por mi reacción. Pero en ese momento me di cuenta. ¡Ni siquiera le conocía! Me separé rápidamente de sus brazos y fui a la habitación. Me daba igual la comida que, sorprendentemente, había emergido de las mesas. Me metí en mi cama y abracé a la almohada. Así me quedé llorando un buen rato, ni siquiera conté el tiempo. Solo necesitaba llorar. No me podían separar de mi familia. Era injusto. Al final, me acabé quedando dormida, y cuando desperté, vi una figura mirándome sentada en una silla que había en mi cuarto.

Número 216Donde viven las historias. Descúbrelo ahora