cap 4

24 0 0
                                    

- Pero, ¿qué nos vas a hacer?- le dije con voz temblorosa.

- ¡He dicho que te tumbes!¡No me cuestiones!- me asusté dando un paso hacia atrás.

-No hace falta que la hables así, solo te ha preguntado.

- Mira, no tengo todo el día. Tumbaros y luego hablaré con vosotros.

Marcos me puso las manos en los hombros y me apretó. Después, me dedicó una mirada que desprendía ánimos y se tumbó en la camilla. Yo fui detrás. Estaba muy nerviosa, creo que comencé a temblar de nuevo. Leyre, tranquilízate, estar nerviosa solo te causará más problemas. Andé muy despacio hasta llegar al borde y me senté en el. No me hizo falta ningún esfuerzo más, ya que llegó Iván y me empujó. 

- Dije que no tenía todo el día.

Marcos se incorporó y le lanzó una mirada llena de ira a Iván.

- Y en cuanto a ti, novio protector, más te vale hacerme caso. Tumbaros, no dolerá.- Respondió con ironía y una carcajada.

Apretó un botón y se cerraron unas cápsulas en torno a nosotros. Intenté levantarme y golpear el cristal, pero me fue imposible. Levanté un poco la cabeza y distinguí  una especie de brazaletes plateados rodeando mis muñecas y tobillos. Pero eso era lo menos importante ahora. Un brazo robótico terminado en una aguja se acercaba a mi muñeca.

- ¡No!¡no!- Chillé revolviéndome en la camilla para poder liberarme y alejarme de esa aguja. Pero llegué a la conclusión de que no serviría para nada, porque estaba atada. Así que intenté relajarme y mirar hacia la cápsula de Marcos. Él me observaba con la misma cara con la que me había mirado antes de tumbarse, llena de ánimos. Tenía que relajarme, nada iba a evitar esto. Desvié los ojos de nuevo al brazo con la aguja. Estaba muy cerca de mi piel.

- Con esta agujas, os suministraremos un suero que se encargará de hacernos saber si todos vuestros órganos están en buen estado. Y si alguno no lo está, tendremos que operarlo al momento.

Cuando Iván terminó de hablar, la aguja se clavó dolorosamente en mi brazo, haciendo que soltara un pequeño gemido. Sentía cómo el líquido corría por mis venas. Era muy frío, pero ardía al recorrer mi cuerpo. Se notaba muy extraño y dolía, aunque no tenía fuerzas para quejarme de ese dolor.

Un buen rato después, noté cómo el suero salía de mí y se desasían de mis muñecas y tobillos las sujeciones. Intenté levantarme pero no pude, no tenía fuerzas ¿Qué llevaba el suero ese?

- ¿Qué le pasa?¿Por qué no se mueve?- Preguntó Marcos muy agitado y nervioso.

- Algún órgano no debe estar sano. Ahora veré los resultados y sabré cuál es.

-¿Se curará?

- Eso espero. Igualmente, la tenemos que operar.

- ¿Eso espero?

- En caso de que el problema sea muy grave y no se pueda curar, lo más probable es que haya que sacrificarla. Pero tranquilo, lo haremos de forma indolora.

- ¡¿Sacrificarla?! ¡Eso no lo podéis hacer!

- Ni siquiera sé qué es lo que le pasa, rezaremos por que se pueda curar, no podemos permitirnos perder a ninguno de vosotros. Y, si que la podemos matar, ahora mismo, no sois vosotros los que tenéis control sobre vuestras vidas, sino nosotros.

-¡¿Qué?!

- Tranquilízate antes de que te tenga que sedar, no me haría ninguna gracia perder más tiempo.

- ¿Te han llegado los resultados ya?

- Eso parece.

- ¿Y, qué le pasa?

- Umm, el suero ha detectado una pequeña anomalía en el corazón. Puede que la operación resulte algo complicada, pero parece curable. Llamaré a los auxiliares y ahora nos pondremos con ella. Agradecería que esperaras en tu habitación , cuando terminemos, si sale bien, la llevaremos a su cama. Si no, deberías olvidarla.

- Por tu bien, espero verla en su cama.

-¿Por mi bien? Ja, te recuerdo que aquí tu eres el que menos poder tiene. Bueno, no quiero esperar más, lo dicho, ve a tu habitación.

- Si sale mal, me gustaría despedirme de ella.

- Ya veremos. Adiós.

- Hasta luego.

No tenía fuerzas para moverme, pero por desgracia, mis oídos aún funcionaban, y escuché toda la conversación. Deseé poder salir corriendo de allí, volver a casa con mi familia, y olvidarme de todo esto. O morir en la maldita operación.

- Bien, Leyre, como ya habrás oído, te tenemos que operar. Puede que sea una simple anomalía, pero necesitamos teneros a todos sanos y perfectos para la colonización del P-12. - Hablaba de nosotros como si fuéramos sus marionetas. - Ahora te sedaremos. Sentirás un pinchazo y después despertarás en tu habitación.

Su voz ahora, era tranquilizante. Agradable. Incluso parecía que deseaba que saliera bien todo esto. Pero seguro era por mera cortesía.

- No dolerá. - Pronunció esa frase y sentí un fuerte pinchazo en el costado. Poco a poco, mis sentidos se iban apagando. Y, antes de dormirme del todo, noté como algo hacía una incisión en mi pecho dejando un rastro de líquido caliente a su paso. Sangre.


Número 216Donde viven las historias. Descúbrelo ahora