CAPITULO 14 - ¡PIENSA RAPIDO!

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Mientras la hierba hacia efecto en nuestros cuerpos, observaba las paredes del campo tapizadas de mis dibujos.

—Me quedé sin lienzos.

David sonrió. —Deberías pintar un coyote.

—¡Oooh! ¡Cállate! —grité tirando del lazo de mi bolsa.

Metió la mano en su pantalón y la sacó hecha un puño. —Te tengo un regalo.

—¡Vaya! ¡Así que por eso querías que viniera!

Abrió la mano y en ella había un coyote de metal, puesto en una cadena.

—Es bonito.

—Es de plata, cuando lo vi pensé en ti.

—¿En mí? ¿Por qué?

—Porque al igual que un coyote, eres impredecible y salvaje.

Me reí.

—Supongo que debo tomar eso como un halago. —Lo agarré y me lo colgué en el cuello—. Gracias por el detalle, aunque no siento que sea salvaje.

—Tus haces lo quieres cuando quieres y no te interesa lo que piensen los demás. Si yo te hablo para ir a algún lugar, tú vas. Eres el tipo de mujer que caminaría de madrugada por una colonia poco segura para fumar y beber con desconocidos.

David no entendía, no era que yo fuera osada, sólo trataba de ponerme en el lugar y momento correcto. Jamás tendría el valor para deslizar un cuchillo por mi garganta, pero si me ponía en una situación riesgosa, de una calle a otra quizás me toparía con La Parca. El día que eso pasara terminaría por asustarme ante su sombra gélida arrastrándome al abismo, daría patadas de ahogado aquí y allá, en un intento desesperado por salvarme, y entonces mi alma sería arrebatada en un suspiro. Después de todo no tenía nada que perder más que mi vida.

Ajeno a mis pensamientos, se agachó y apagó el gallo.

—Y ahora. —Por la parte de atrás de un ladrillo sacó una bolsita de marihuana—. ¿Puedes guardarme esto? Vamos a un mandado aquí cerca.

Una melodía circuló en el aire, entonces él contestó su celular. Después de un intercambio fugaz de palabras cambió de planes.

—Va a venir una amiga, Brisa, ella nos va a acompañar. Dice que ya casi llega.

—De acuerdo.

Guardé la droga en mi bolsa y él continuó.

—Ella es muy buena amiga, cuando me fui de mi casa por una semana, me dejó quedarme con ella.

A los minutos miré a una chica de short corto y blusa azul cruzar de la calle contraria, al campo. Al principio, cuando me saludó, tuve una mala sensación, algo no estaba bien.

Brisa lo abrazó emotivamente y le confesó que estaba embarazada y que su novio no se iba a hacer responsable. Obviamente me sentí desubicada, yo no tenía nada que hacer en aquel lugar.

—¡Ya le dije a mi mamá y me corrió de la casa! ¡Ocupo que me ayudes a llevarme mis cosas, me quedaré con una amiga que vive cerca!

La chica sollozaba y sollozaba, me daban ganas de irme, pero no me fui.

Les seguí por la calle mientras ella le contaba los detalles de su tragedia a David. Entonces volteé ligeramente y una patrulla se acercó por detrás.

Se estacionaron un poco enfrente de nosotros y dos hombres morenos bajaron de la patrulla.

¡David Alejandro Corona Félix!

—¡Queda arrestado! —finalizó uno de ellos y le esposó.

Cuando ellos comenzaron a registrarlo yo me di la vuelta y lancé la mota al jardín de la casa de al lado, estaban tan concentrados en él que no se dieron cuenta de mi acto.

Lo subieron a la patrulla y a la chica junto con él y a mí me ignoraron como si fuera invisible.

En esos instantes me sentí la mujer más afortunada del mundo ¿qué hubiera pasado si me hubieran encontrado la droga? No quería ni imaginarlo. En cuanto David de seguro lo habían arrestado por narcomenudeo.

¡David! Ojalá se librara bien de aquello, él no era malo, sólo estaba un poco confundido, pero ¿quién no lo está a esa edad?

La semana continuó y empeoró: el viernes que venía de regreso de la playa con los chicos, Daniel se salió del camino y volteó el carro, se había quedado botado al volante. Afortunadamente nadie murió, pero todos fuimos a dar al hospital...

Ámbar ¿Morir por ser perfecta?Where stories live. Discover now