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Harry le sonrió a su paciente una vez más y se despidió, el trabajo en el hospital se había vuelto más pesado y no había podido asistir a sus clases en dos semanas. Desabotonó su bata y bebió de su termo, eran las once con cuarenta y cinco de la noche; quince minutos más y podía irse a casa.

"¿Sabes algo del accidente en la 35?" Amy, su colega le quitó el termo y bebió de su café.

"No, neurología está a cargo de eso y creo que hasta que no se estabilicen, no podremos ir." Su celular vibró y se disculpó con Amy antes de sacarlo y leer la notificación.

Una sonrisa involuntaria apareció en su rostro.

Sol:
¿mañana irás a clases? El maestro Monroy es insoportable

Yo:
¿Me echas de menos, Boo?

Sol:
no

Yo:
):

Sol:
quizá

Harry negó con una sonrisita y bloqueó su teléfono, Amy lo veía subiendo y bajando las cejas hacia él.

"¿Pasa algo?" El rizado frunció el ceño.

"¿Quién es la afortunada?"

"¿De qué hablas?" Harry negó con una sonrisa y se apoyó en la pared.

"Leíste el mensaje y se te iluminó el rostro, debe ser alguien especial o una muy buena noticia."

Harry se sonrojó levemente y jugó con la manga de su bata.

"¿Es bonita?"

"Es precioso."

Amy se atragantó con el café pero lo disimuló, le sonrió a su compañero y le dio suaves codazos en el costado.

"¿Cómo lo conociste?"

"En mi trabajo como maestro."

"Oh, ¿también es maestro?"

Harry abrió los ojos y negó viendo el reloj que descansaba en su muñeca.

"¿Ya viste la hora? Que tarde es y justo terminó mi turno ¡hasta mañana Amy!" Se escabulló por el pasillo dejando a la doctora confundida.

Suspiró aliviado cuando entró en su auto, rió al ver que aun vestía la bata y con pereza encendió su auto para irse a su departamento. En el lado del copiloto descansaban una pila de archivos que había conseguido a través de Greg, un íntimo amigo que le debía varios favores.

✧ ꕥ ✧

Había perdido la cuenta de cuántas veces había cabeceado, bostezó por quinta vez y se talló los ojos. Era una pesadilla.

El profesor Monroy había estado hablando de las células por más de veinte minutos y en el salón podían escucharse ronquidos. La puerta interrumpió su plática alertando a los estudiantes. A pasos lentos el gordito maestro caminó a abrir la puerta; a Louis se le iluminó el rostro.

Harry se encontraba ahí, sonriendo y luciendo exageradamente guapo con su ridícula camisa de mangas largas que se ajustaba en sus brazos. Louis tragó saliva y gruñó porque no sólo a él su profesor le parecía atractivo, medio salón sonreía bobamente al médico.

"Traje los boletos para el baile del sábado."

"¿Qué boletos?"

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