Tras prestar declaración los cuatro empleados se quedaron sentados en la sala de descanso, nadie podía salir ni entrar de los cines hasta que el cuerpo no fuera levantado por un juez.
Sara miraba fijamente su café mientras le daba vueltas con la cucharilla, Paloma estaba sentada, de brazos cruzados con la cabeza apoyada en la pared y mirando al techo, Thais estaba haciéndose su tercer café y Gabriel simplemente observaba la sala, parándose en los carteles informativos. De pronto su móvil sonó, era un número que no tenía guardado, y lo cogió pensando en que sería la fábrica de golosinas.
—¿Gabriel? Le llamo para comunicarle que ha ganado el concurso de novela breve con su obra Cuando nadie nos ve. ¡Enhorabuena! En unos días la editorial Espesa se pondrá en contacto con usted para tratar el tema de la edición de un nuevo relato. También nos pondremos en contacto nosotros para que nos facilite el número de su cuenta bancaria con la finalidad de ingresarle el dinero. ¿Gabriel, está usted ahí?— dijo la chica preocupada por no obtener respuesta alguna.
—Sí, sí, perdone, pero es que he tenido un día extraño y no esperaba esta llamada ahora. Por mi parte todo genial, claro que sí. ¿Con que un nuevo relato no?— contestó Gabriel
— Sí, del género de terror, pero no se preocupe porque esta editorial entiende que para crear un nuevo relato se necesita tiempo. No se agobie si no tiene nada preparado.— dijo la chica.
Gabriel empezó a reírse y le contestó: —Creo que puedo tener algo, últimamente he estado muy metido en el género de terror—.

Queridos lectores, gracias por acompañarme en este relato, supongo que querréis saber más acerca de nuestra mujer de mediana edad. Gabriel también investigó el caso. Se llamaba Concepción M. N. tenía cincuenta y cinco años y tenía un trastorno mental. Su marido denunció su desaparición un martes doce de abril del dos mil dieciséis. La policía buscaba el paradero de la mujer desde hace meses, no daban con ella, no había ninguna pista, nadie que la hubiera visto por el pueblo.
Concha quiso ir un día al cine, así que cogió el autobús para ir a la capital, una vez en el cine, tal vez se sintiera mal o quería tomar el aire, así que salió por la puerta de emergencias, una que nadie usaba pues el público suele salir por la que entra. La escasa iluminación de la zona hizo que cayera por las escaleras abajo y muriese en el acto, pues el forense denegó alguna señal de agresión o marca violenta, descartando por completo que se tratase de una muerte homicida.
La pregunta sigue siendo cómo nadie se dio cuenta, sobre todo el servicio de limpieza, el hedor que sentían en esa sala no era producto de su imaginación, ni el bocadillo descompuesto de hace meses debajo de la butaca de la última fila, ni la papelera. El servicio de limpieza no usaba esa puerta, ni siquiera la abrían. Sin embargo, si Concha hubiera abierto la puerta exterior habría sonado la alarma y todo habría sido diferente.
El caso es que Concha tuvo que luchar por que la encontraran una vez muerta, y su única salida fue Gabriel. Ese chico cuyo nombre anunciaba la resurrección de los muertos, el que recibía señales sin pararse a percibirlas o entenderlas. Por eso esta historia no quedó simplemente publicada en un periódico local, sino que Gabriel le dio voz a esa pobre alma encerrada que solamente quería salir de allí y no sabía cómo. Así fue como Gabriel escribió este relato.

FIN

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 18, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

En la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora