Capítulo 2

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El suave cantar de los pájaros hizo que sus parpados comenzaran a moverse lentamente mientas que la bruma del sueño se alejaba de sus ojos. Movió un poco su cuerpo sobre la cálida manta sobre la que estaba acostado y cubrió su cabeza con la cobija que lo tapaba tratando con eso de alejar el sonido y la luz que insistían en despertarlo completamente.

"¡Corre Natsu!"

— ¡Mamá! —Abrió los ojos mientras se quitaba la cobija de encima y se sentaba rápidamente.

Su corazón latía con fuerza y su respiración estaba muy agitada. No recordaba bien que era lo que había sucedido, solo la voz de su madre se repetía mil veces en su pequeña cabeza haciéndole zumbar los oídos.

— ¿Mamá? —Murmuro mientras trataba de calmar su corazón y pulmones llevando su mano diestra a su pecho— ¿Qué?... ¿Donde?

Después de calmarse un poco, miro la habitación donde estaba. Paredes de madera en tonos claros, había un par de ventanas en una pared, una de las ventanas estaba justo a un lado de la cama, los cristales eran demasiado transparentes, algunos árboles y arbustos se podían ver a través del cristal, las cortinas de un color verde pasto, junto a esa, había otra ventana y un escritorio también de madera y una silla, en la pared justo frente a él había un estante repleto de libros, desde muy gruesos hasta unos pequeños. Después en la otra pared estaba una puerta y un poco más lejos estaba un mueble muy grande, justo al otro lado de la cama.

— ¿Dónde?

Escucho algunas voces fuera de la habitación, pero no pudo distinguir de quienes se trataba, no reconocía ninguna de las voces.

Movido por su curiosidad, se levantó de la cama y fue hasta la puerta. Giro la cerradura y la puerta cedió, esperaba encontrarse encerrado en esa habitación, eso indicaría que estaba en peligro, pero al parecer no era así. Salió de la habitación y lo primero que vio fue una puerta justo enfrente de la habitación en la que él estaba, unos pasos más a la derecha se encontraba otra puerta y con esta se terminaba el pasillo, decidió ir a la izquierda donde continuaba el pasillo, todo estaba hecho de madera, había algunas macetas altas adornando el corredor, pero nada más. Continúo algunos pasos más y volvió a escuchar las voces, ahora podía distinguir que se trataba de una mujer y un hombre. Por un momento creyó que se trataba de sus padres, pero oyendo atentamente las voces, supo que no eran ellos.

Frente a él había de nuevo dos puertas. Decidió dirigirse a la puerta de la derecha, que era de donde provenían las voces.

Abrió lentamente la puerta para evitar hacer algún ruido.

— Por última vez, no tengo porque permitir que ingresen a mi tienda, mucho menos a mi casa. Así que a menos de que algunos de los idiotas de su ejército se encuentren enfermo de muerte, le sugiero que se largue de una buena vez.

— Usted es la principal sospechosa de la muerte del sacerdote de la iglesia del pueblo de Alcalypha, así que le sugiero que coopere si no quiere ser castigada por La Orden.

— No pensé que La Orden tendría como "capitán" a un hombre que además de horrendo, sea idiota y sordo.

No entendía nada de lo que pasaba en ese lugar.

La habitación a la que acababa de entrar era muy grande, también estaba hecha de madera, pero por todos lados había estantes llenos de frascos de varios tamaños y de diferentes colores. También había muchas plantas, pero quizá lo más llamativo del lugar, era que justo en medio de la habitación se alzaba un enorme tronco que bien podría medir metro y medio de diámetro. Si se miraba hacia arriba se podría notar que las ramas y hojas del árbol servían de techo, dejando entrar la luz del sol a través de las hojas. La habitación no era cuadrada como las demás, esta era circular y justo a la mitad, se podía ver como un enorme vidrio permitía la vista desde adentro hacia afuera, el vidrio seguía hasta la puerta por donde se entraba y salía, para continuar durante la otra mitad de la habitación.

Niño BersekerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora