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Todo estaba sumergido en una paz eterna y dócil. El aire era fresco y el aroma intrigante. La curiosidad de ver el interior no era precipitada ni mucho menos esquizofrénica. Era, sin embargo, grata y optimista.

Era más grande de lo inesperado. Sus espacios estaban atestados por centenas y centenas de estanterías y en cada una de estas se atinaban millares de libros. Un anaquel de unos siete metros de altura daba el saludo en la entrada. Tenía cuantos libros, rollos y escritos cupiesen en él. Poseía una arquitectura jordana antigua, de claras superficies y de monumentales diseños; todo aquello parecía atesorar riquezas intelectuales.

La respiración de Sofía denotaba instantes de tranquilidad y afecto. Respiraba un aire olvidado, que era sacado de su estado neutro natural por un vehemente aroma a hojas de libros viejos. Era increíble lo que veían sus ojos, casi no se lo podía creer, pero tenía que creerlo; porque su corazón le hablaba en una legua conocida, y su espíritu se sentida en el lugar que nunca había soñado.

Había mucho movimiento en La Próta Bibliothecam. Decenas de Lechuzas Caras Cenizas trasladaban libros de un lugar a otro. Sus vuelos eran silencios y ligeros. Cada una tomaba el libro que su fuerza le permitía. Los libros muy pesados eran cargados por dos, por tres, y hasta por nueve aves; aquello estaba en perfecta sincronía. Organizaban los nuevos libros, escritos y rollos que los hombres legitimaban. No descansaban ni dormían, ya que, eran ellas, las guardianas del conocimiento de los hombres.

También se hallan Solenodontes allí. Estos eran menos, y se movían de un lado a otro trasladando hojas de árboles en sus hocicos. No estaban tan sincronizados ni organizados como las lechuzas, ni eran tan laboriosos. Algunos chocaban entre sí, y muchos se echaban a dormir mientras unos pocos trabajan. Eran los encargados de los sentimientos, deseos y emociones de los hombres, los cuales protegían de "Los Incestos" y de "Las Plagas". Aunque se percibía desde lejos como el oficio más fácil y tranquilo, no lo era en realidad. Los pequeños mamíferos eran confundidos a cada momento porque las emociones de los hombres cambiaban repentinamente; eran sofocados porque lo deseos de los hombres se marchaban y eran sustituidos por otros; eran aplastados porque los sentimientos de los hombres nacían y morían al mismo tiempo; sin embargo, siempre eran levantados y renovados porque tenían los más puros sentimientos y deseos hacia estos últimos.

     —Todo esto es impresionante —exclamó Sofía—. Las lechuzas, los solenodontes... todo el jardín. Este es el mejor día de mi vida.

     —Hemos estado aquí desde hace más de nueve mil años —dijo Glykó desde el interior—, y esperamos continuar con nuestra misión durante muchos más.

     —¿Cuál es su misión?

     —Nuestra misión es proveer al hombre de libertad y de autoconciencia a través del puro conocimiento [ese conocimiento que es inalterado por entidades en contra de la pureza y de la conciencia crítica del hombre].

     —¿A qué te refieres? —indagó Sofía.

     —Luego lo entenderás, por ahora es precisión de que aprendas "Las claves del intelecto".

Génesis de una mente creativa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora