Los ojos del corazón

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Pareja: AsmitaxYeney
Imagen: Yeney
Tema: Renunciar al amor
Época: Cuando Asmita tenía 15 años y fue enviado a una misión en su país natal (situación hipotética)
Advertencia: Yeney fue inventada por para esta historia

Había concluido exitosamente su misión, pero deseaba pasear un poco, respirar el aroma de su ciudad natal. La extrañaba. Caminaba por una calle que reconoció por su olor, recordando que estaba justo delante del orfanato al que él y los demás monjes budistas solían llevar limosnas. Sin embargo, fue una dulce voz femenina la que captó la atención de Asmita de Virgo. - ¿Les gustaron los juguetes?- preguntó aquella voz. Un coro de entusiastas vocecillas infantiles afirmaron. La misma voz tierna volvió a inquirir: - ¿Quieren escuchar un cuento? Otra vez una respuesta afirmativa. Asmita sonrió sin razón alguna, aquella voz lo había hecho sentir...diferente. - La más pura nobleza habita en esa dama- pensó en voz alta. Continuó su camino y, unas horas después, se topó con una multitud; se extrañó, pues estaban frente al palacio del rey hindú. - ¿Qué ocurre?- preguntó a la persona más cercana a él. - La princesa Yeney se niega a elegir esposo- le contestaron. - Sí, me niego rotundamente- dijo la voz de mujer que había escuchado antes, cosa que lo dejó sorprendido- Todos los hombres me desean por mi belleza física, no por la de mis sentimientos. Yo quiero un amor verdadero, y eso no es amor. - Hija mía, sé razonable- dijo una persuasiva voz masculina- Todo entra por la vista. - Lo esencial es invisible a los ojos- refutó la princesa. - Si me permiten, la joven princesa tiene razón- se adelantó Asmita- Solo se ve con los ojos del corazón. Yeney lo miró con sorpresa y se sonrojó un poco, mientras avanzaba hacia él. - Eres un joven sabio- le dijo- Por favor, mírame. - Siento no poder complacerte, princesa, mis ojos nunca han visto más luz que la de las almas- contestó Asmita con una sonrisa- Y ninguna es tan radiante como la suya. Yeney se quedó fascinada y ruborizada, por lo que le murmuró al oído a su padre: - He encontrado al verdadero amor, padre. - Por favor, quédese a cenar con nosotros, joven...- dijo el rey, dándose cuenta de que no conocía su nombre. - Asmita, mi nombre es Asmita- se presentó- Me honra aceptar su invitación, rey.
Luego de la cena, Asmita y Yeney se pasaron horas platicando y contándose cosas sobre su vida, descubriendo que tenían mucho en común. Yeney sintió una gran admiración al saber que Asmita servía a la diosa de la sabiduría, Athena. - Por eso no puedo quedarme, debes entenderlo- dijo él con suavidad- Quiero que sepas que te amo, pero no puedo casarme contigo. - Lo comprendo, cumple tu deber con la diosa y el mundo, no quiero ser un obstáculo para ti- dijo Yeney, con lágrimas rebosando de sus ojos verdes- Te amo, solo espero que no me olvides y volvamos a encontrarnos algún día. Sin pensarlo más, Asmita besó los carnosos labios de la joven, acarició su cabello rizado y sus finas facciones, mientras ella admiraba la cabellera dorada de él. - Nunca, nunca voy a olvidarte, Yeney- prometió Asmita, abrazándola fuertemente.
Al día siguiente, Asmita se marchó de la India, pero una parte de su corazón se quedaba allí para siempre...

Amores perdidos en el lienzo [Drabbles de Saint Seiya: The Lost Canvas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora