El asunto de los 17

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Era gracioso como las ironías cósmicas existían.

Cuando Derek era pequeño, había una mujer grande sumamente aterradora que iba detrás de él en clases. Derek tenía catorce años, una novia muy tierna y una acosadora de al menos veinte años mayor que él.

A Derek le ponía los pelos de punta cada vez que tenía clases con ella.

Kate lo miraba como si fuera un pedazo de carne andante; algo jugoso y único que tenía probar. Como el plato más caro y exótico en la carta del restaurante de la vida.

Y si un niño se daba cuenta de eso, era sumamente raro.

Sin embargo, las cosas sólo fueron feas en ese momento. Afortunadamente, un profesor de biología se dio cuenta que algo raro pasaba ahí; y como el hombre era un alma buena y pura, no dudó ni un segundo en ponerse en contacto con la policía. Ahí fue la primera vez que vio al sheriff Stilinski, el cual fue su mayor héroe cuando se llevó esposada a la profesora Kate Argent por acoso escolar hacia un menor de edad.

Los detalles fueron pequeños murmullos que Derek no quiso escuchar nunca, por lo que sólo supo lo que le interesaba: que la mujer estaba tras las rejas y que nunca se volvería a cruzar con otro niño en su vida. A partir de entonces, Derek se alistó en la academia policial para servirle a su pueblo y vigilarlo de personas enfermas como lo fue Kate; convirtiéndose así en un agente de la ley que se encargaba regularmente de poner a salvo a las víctimas de cualquier tipo de abuso.

A Derek le asqueban los acosadores.

Y ahora que el sheriff Stilinski estaba a punto de retirarse, las cosas dieron un giro irónico y peligroso.

***

Derek tenía veinticuatro años recién cumplidos; poseía un puesto estable en la comisaría de Beacon Hills y era la mano derecha del sheriff. Se encargaba de patrullar las calles junto a Parrish de siete de la mañana hasta tres de la tarde, ponía en su lugar a los matones y ayudaba a las señoras con las compras cuando estaban muy pesadas.

Derek era como el Superman de Beacon Hills.

Y todos lo amaban por ello.

Incluido el hijo de su jefe. El avispado y astuto Stiles Stilinski.

El chico apenas era un adolescente consciente de sí mismo. Estaba dejando la etapa de la niñez para moldearse con la adultez juvenil; y eso le causaba un realce de aquellas facciones delicadas que quedaron sepultadas bajo montones de grasa infantil.

Derek lo recordaba muy bien como el chico de pálida piel y lunares infinitos. Era un niño tan hermoso, con una inteligencia aguda junto a sentido de la diversión sumamente peculiar; pero inocente e infantil al fin. Era para él como el niño más cercano a los querubines que Miguel Ángel había pintado en la increíble Capilla Sixtina y por ende doblegaba su vigilancia al doble para asegurarle a él —y a niños como él— una vida segura y libre de pervertidos.

Stiles también era muy amoroso.

Pero la diferencia de seis años que tenían les hacía las cosas muy extrañas a veces. Derek entró a trabajar oficialmente a los veinte años a la comisaría, cuando Stiles tenía trece años; y siempre lo vio como el hijo de su jefe al cual tenía que proteger. Era una relación tranquila y sana las que se traían; él por su lado se encargaba de hacer sentir a Stiles como un chico que no estaba solo entre tantos adultos, y a cambio, el preadolescente le hacía sentir joven todavía.

El amor que Stiles le tenía siempre fue inocente y fraternal —o eso entendió Derek por mucho tiempo. Los abrazos que se daban eran de hombre a hombre, igual que las infinitas charlas que establecían en los ratos libres de Derek; y se sentía bien, como un rato entre hermanos de distintas edades que se entendían de una u otra forma a través de las anécdotas. Era un momento tranquilo en donde Derek sentía que el mundo no estaba dañado, que los acosadores de menores estaban lejos y tras las rejas, y que los niños no deberían temer por alguien que iría detrás de ellos.

Cosas de Adultos ||Sterek||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora