Capitulo 17

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- Maxxie, creo que te había dicho que esa canción no me gusta --

Le di un codazo en su abdomen, haciendo que me soltara liberándome; gire hacia mi contrario.

- Joder Carson, ¿que haces aquí? -- cerré la llave de la regadera, de nuevo le miraba a los ojos cristalinos.

- Vaya pegas duro ¿me pregunto que mas sera duro? -- me mostró una sonrisa picara, a la cual yo me sonroje y salí de la ducha - hey ¿a donde vas? no haz terminado de bañarte -- también salio de la regadera, tomando la única toalla que se encontraba, mientras que yo mojado y con frió me colocaba el primer bóxer que encontré en la maleta.

- ¿me explicas que demonios haces aquí? --

- venía a contarte una historia -- mostró sus dientes perlados - así que no me iré hasta que escuches la historia -- yo puse mis ojos en blancos.

- a ver, te escucho -- me senté en la orilla de la cama, el se colocó la toalla en la cabeza, me recordaba hoy en la mañana aunque traía una ropa diferente, una playera de mangas largas grisáceo al parecer una talla más grande, sus jeans azules desgastados y tenis negros - ¿y bien? -- sonrió maliciosamente.

- Bien te cuento había una vez un chico --

- ¿Que haces? -- le pregunte mientras se acercaba peligrosamente a mi, me recordaba a Pistol cuando cazaba pequeños ratones o aves, acercándose a su presa ágilmente y con suspicacia.

- Nada, solo quiero sentarme a un lado tuyo -- estaba justo delante mio, podía observarle sus ojos azules, el me miraba con superioridad; en estos momentos me sentía un poco intimidado, yo sentado en el borde la cama, y el parado frente a mi, ¿cuantas películas porno inician así? Negué con la cabeza, ¡deja de pensar eso Maxx¡ - Maxx ¿puedo sentarme a un lado tuyo? -- hablo con una voz ronca.

Me encogí de hombros restando importancia - si quieres -- mire hacia la pared contraria evitando su rostro o su mirada, bueno evitando toda su existencia - bien ¿me decías? --

-Oh cierto mi historia, bueno acomódate, sera algo largo --

- puedo ponerme un pantalón y una playera -- susurro algo incoherente - ¿que haz dicho? -- lo mire con la ceja fruncida.

- no he dicho nada, cúbrete o enfermeras -- giro su rostro aun lado, parecía que se había sonrojado, suspire levantándome en dirección al armario, sacando una muda de ropa. Bien ahora mi cuento -- se hecho para atrás apoyándose sobre sus brazos.

Habia una vez un muchacho no muy joven pero tampoco tan adulto, soñaba con ser el mejor vocalista como sus ídolos, soñaba estar en una gran banda, aunque solo se conformo con ser saxofonista en un bar llamado Wings.

Lo mire extrañado, porque mencionaba el lugar donde Jack y yo nos conocimos. Solo se coloco el dedo indice en los labios indicándome que no preguntara y escuchara hasta el final. Asentí.

Tocaba muy bien, yo diría que demasiado bien, aunque sentía que algo faltaba en su ritmo, nunca lo supo hasta que un día un chico entro al bar que se encontraba algo vació, pues ese día era lunes; el chico de cabellos rizados dorados hizo que su corazón latiese con fuerza; el saxofonista quede embelesado con el chico. Tomo de nuevo su Saxofón *colocar canción* camino hacia el pequeño escenario, empezando a tocar las suaves notas, sus dedos ágiles saltaban de un lado a otro. El movimiento rítmico de el chico, hizo que el rizado le prestara atención, pues se encontraba en la barra esperando su bebida. Veía como aquel saxofonista entregaba una pasión en la música, no sabia porque pero el oji-verde sonreía a su dirección, el bar-tender le entrego su copa; una margarita. Se levanto de aquel banco acercándose a una mesita alta que se encontraba justo delante de aquel chico de cabellos azulados. Se tomaba su margarita tranquilamente cerrando los ojos para escuchar las suaves notas de el saxofón, de un momento sus hombros se movían de un lado a otro y su mano derecha estaba marcando el ritmo golpeando con las yemas en su muslo. En serio disfrutaba esa canción. De un momento a otro abrió los ojos solo para encontrarse a el chico oji-azul mirándole parecía que esa canción que tocaba con tanta pasión era un indirecta hacia el, el rubio se sonrojo ante tal acción mostrando asi su sonrisa, aceptando su coqueteo. Cuando las suaves notas iban terminando el rubio se dirigió a la barra, pagando la copa dispuesto a marcharse. El saxofonista dejo aun lado su sax, saliendo apresuro de el lugar, tratando de visualizar al pequeño chico.

Pero no lo encontró.

Carziger.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora