Keith no quería estar ahí.
Su reputación se basaba desde su agilidad en el combate para luchar hasta con soldados experimentados que doblaban su edad, hasta la rápida capacidad intelectual para descubrir las intenciones de los delincuentes mas buscados del estado y detenerlos antes de que el problema se escapara de las manos.
Hacia un excelente trabajo como investigador criminal. Pero no sabía manejarse dentro de los bares nocturnos de la ciudad para pasar un buen rato.
Las luces del local lo mareaban, el olor a alcohol y cigarro lo irritaban cada segundo que pasaba dentro de ese lugar, pero no podía darse la vuelta y volver hacia su hogar con alguna excusa barata como el agotamiento, o mejor aún, a su oficina, para seguir investigando el peligroso contrabando de metanfetamina por manos de la familia Gunderson que había surgido hace pocas semanas en la ciudad.
Maldita sea su suerte de tener a alguien tan preocupado como Takeshi Shirogane.
— Vamos Keith, estás gruñendo otra vez. — Lo amonestó, acariciando el contorno de su hombro en un vano intento de relajarlo. Keith sin embargo volvió a gruñir por lo bajo. — Ya te dije, toma un par de cervezas, conversa con una agradable chica y te entregaré las llaves de tu moto para que vayas a casa.
— Esto es estúpido.
— Esto es necesario, estas demasiado obsesionado con tu trabajo. — Se acercó hacia su rostro, tratando de aparentar intimidad entre los dos para que nadie sospechase de sus intenciones. Tenían que tener cuidado, al fin y al cabo, su trabajo actual era hacerle la vida difícil a la familia más peligrosa de la ciudad. — Si tu cabeza no se tranquiliza de vez en cuando, puedes perder el norte Keith, recuerda quienes son nuestros objetivos, te necesito con todas tus capacidades intactas. Prométeme que al menos lo intentarás. — El rostro de Shiro se tensó en preocupación, dándole una punzada de dolor a Keith, odiaba que lo manipulara de esa manera. —
— Un par de cervezas, a las 2 me entregarás mis llaves. — Shiro no se pudo mostrar mas satisfecho. —
— Trato.
...
Keith no recordaba la última vez que se había sentido tan liberado de problemas y preocupaciones en los últimos cinco años desde que ingresó al departamento de investigación criminal.
Sus pies se sentían ligeros, su cabeza daba vueltas junto a las luces del escenario que se mostraba elegante y sofisticado en la que varias parejas danzaban en una música popular. Era de esperarse, Shiro no lo traería a cualquier lugar que no tuviera algo de clase en el ambiente. Luego de unos segundos de pedir un nuevo vaso al barman que lo observaba con sospecha sobre su condición, se preguntaba si eso derivaba también de los gustos que tenía para elegir sus parejas. Sabía que Shiro era gay, pero en ese momento, riendo y jugueteando con la cintura de una menuda mujer a una distancia prudente de él, se cuestionaba si le atraía exclusivamente las vergas.
La chica en cuestión podía fácilmente hacerse pasar por menor de edad con la baja altura que poseía, mezclado con el rostro angelical que reía ante un comentario de su superior, pero algo en sus entrañas le decía que no debía dejarse engañar por su apariencia.
Un cuerpo menudo, pero notoriamente tonificado brillaba a través de las luces y el sudor, y el propio efecto del alcohol podría hacerle pensar que sus ojos poseían el mismo tono dorado que el oro. Aquellos ojos que ansiaba apreciar con mayor cercanía, de repente se posaron sobre él, mientras Shiro parecía susurrarle algo en su oído, y una encantadora sonrisa gatuna se posó sobre su rostro.
Keith se estremeció ante el rápido pensamiento de ver ese hermoso rostro tragándolo hasta el fondo, con los mechones desordenados sobre su cara.
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A través de tu Universo
FantasyOne-shots de la semana Kidgeweek2019. (Ilustración por Tereza: https://elycisart.tumblr.com/)